Orlando Zabaleta.
Todo se ha conjurado para mantenerme de sorpresa en sorpresa desde que asumí el mando. Y no solo a mí, también ministros, asesores, generales, altos dirigentes, han sido víctimas de lo inesperado.
Yo juraba que el barril de petróleo a menos de 100 dólares
era una especie extinta que nadie vería más nunca, jamás, y que lo del crudo de
esquisto era un rumor exagerado (quién iba a creer que se sacaría petróleo en
cantidad de las piedras). Pero, de improviso, el precio del petróleo se
desplomó y llegó hasta el suelo. Hasta Ramírez decía, al empezar mi mandato y
cuando todavía era súper ministro, que teníamos dólares para lo que fuera. Y
(oh, sorpresa) los dólares dejaron de entrar y de alcanzar.
De sopetón supe que importamos (con dólares) el 96% de lo
que consumimos. O sea: alimentos, medicinas, insumos para mantener la partecita
que fabricamos aquí.
Sabía que nuestro nivel de importaciones era alto. Pero como
siempre habíamos funcionado así como país, y nos enfrascábamos todos, gobierno
y oposición, en discutir otros temas (que si dónde nací yo, que si protegíamos
a Al Qaeda, que si producíamos uranio enriquecido con fines atómicos, que si
Songo le dio a borondongo y borondongo le dio a Bernabé), pues parecía que esa
dependencia tampoco era mal de morirse.
Entonces se presentaron las colas y la escasez de las cosas
más elementales. Dijeron los asesores que no era por falta de producción o
importación, que había productos como arroz, que lo que pasaba era que el 40% de
esos bienes se escapaban contrabandeados a Colombia. ¡Quién lo hubiera
imaginado! ¡El 40%! Entonces cerré la frontera, para cortar ese desagüe constante
de alimentos y gasolina que tantos dólares nos cuestan.
Pero, ¡pasmo!, al mes era evidente que, lejos de amainarse, la
escasez crecía y crecía. O sea, hay fronteras impenetrables, y hay fronteras
intrancables. Me entero entonces, ¡maravilla! , que los caminos verdes están
por todas partes y que hay mafias, guardias, policías, financistas haciendo
negocio parejo con el contrabando de todo género.
Mire, cuando uno tiene dinero todo el mundo se muere por
darle fiao. ¡Lléveselo y me paga cuando quiera, no se preocupe!, le dice
zalamero el vendedor o el prestamista. Pero, ay, cuando se corre la voz de que
usted anda buscando medio pa´ completar un real, todos se presentan mal
encarados a cobrarle y nadie le quiere prestar. Con la merma de dólares,
inesperadamente la cuantía de la deuda en dólares produce un friíto en la
espalda, porque hay que pagarles con puntualidad sacrosanta su dinero a los
banqueros de afuera.
Reforzamos entonces la distribución, que si Mercal, PDVAL.
Pero algo iba mal en eso. Casi me da un infarto cuando asombrado me contaron
que los Abastos Bicentenarios estaban carcomidos por la corrupción, que se
habían podrido, que todos allí se dedicaban al bachaqueo permanente. ¡Quién lo
hubiera pensado! Fue una de esos imprevistos que te dejan sin aire. Porque creo
que nadie en el país sospechaba de esa pudrición.
Aunque los Bolipuertos dependen del Ministerio de
Transporte, cuyo titular nombro yo, no había forma de que alguien supiera qué
pasaba allí: ni cuánto ni cuándo ni qué llegaban en los contenedores, ni menos
cuándo saldrían. Y es en los puertos donde recogemos las cosechas más grandes de
alimentos, así que nombré al general Padrino López de superministro y jefe de
la súper Gran Misión Abastecimiento Soberano (lo de “Soberano” es un decir,
claro, que no hay mucha soberanía en importar alimentos de un país extranjero).
Fue inesperado eso de contenedores sin dueño, extraviados, llenos de productos
vencidos.
Pero no todas las sorpresas fueron desagradables. Me
satisfizo mucho descubrir que los de la Gold Reserve, la transnacional canadiense
que nos había demandado, no eran tan malucos como me los habían pintado. Que no
eran unos bichos destruye Madre Tierra, sino buena gente.
Me dirigiré a la Nación, porque acabo de enterarme de algo verdaderamente
sorprendente: la salida de la crisis es la producción interna, que debemos
producir buena parte de lo que importamos. No lo sabía hace 3 años.
Es bueno llegar a ser presidente. ¡Uno se entera de cada
cosa!
Domingo 16/10/2016. Aporrea
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