Orlando Zabaleta
Insisto, lo primero que necesita el país es una oposición
democrática. Hubiera sido de mucha utilidad en estos años: cuántas
complicaciones, pérdida de tiempo y de vidas humanas, nos hubiera ahorrado. Digo,
no una oposición que lo único que puede presentar como certificado democrático
es el uso reiterado de la palabra “democracia”. El carácter democrático no es
una etiqueta de marca comercial, no funciona como los pretendidos perfumes Dior
o Chanel que venden los buhoneros.
La mayoría del país tiene serias y fundadas dudas sobre la
vocación democrática de la oposición como un todo; y una más seria y más
fundada seguridad sobre la vocación antidemocrática de algunos sectores de la
oposición.
Lo que sabe el país de la oposición es que produjo un golpe
de estado, un cierre patronal con saboteo de la industria de la que vivimos
todos los venezolanos, que anduvo años buscando un Pinochet en las Fuerzas Armadas
(que, menos mal, no lo consiguió). Y luego se dedicó a cantar fraude en cada
elección que perdía. Así pretendía desconocer al gobierno, pero así también
desconocía a la mayoría del país.
No sólo fue que nunca presentó las pruebas del fraude (que
prometió, la primera vez “para mañana”), sino que nunca dijo cómo era posible
hacerle fraude al sistema. Nunca presentó el “modus operandi” del fraude. Los
“argumentos” sobre el fraude eran ilógicos, banales o absurdos. Para más
vergüenza, o desvergüenza, utilizan por segunda vez las denigradas máquinas del
CNE (y, por lo que se ve, los cuadernos volverán a ser quemados de nuevo).
Y continuaron con las muy “populares” guarimbas. Y los
llamados velados o abiertos a una insurrección, cuya victoria siempre es
inminente.
Precisamente por ese delirio continuo, la mayoría del país
los mira como gallina que mira sal.
Claro, hay una explicación sociológica a esta locura
reincidente. Tienen un público que es capaz de creer y repetir cualquier cosa. Desde
que Chávez había comprado a Carter o a Insulsa, o que la votación manual era
más rápida, hasta que los bombillos ahorradores tenían un micrófono por el cual
el mismo Fidel los estaba espiando. Desde que hay una conspiración para
robarles el cabello a las mujeres, hasta lo del robo de niños (las viejas leyendas
urbanas están siendo sustituidas por las ciber leyendas). La última son esos “analistas”
que prácticamente dicen que Obama y Maduro se pusieron de acuerdo para declarar
a Venezuela un peligro inusual.
La mayoría de ese público es de la clase media. Una clase
media que debe rondar el 16% de la población (creció 3% desde que llegó el
gobierno de Chávez) y que tiene el vicio histórico de creerse a sí misma la
totalidad del país.
Réstele a ese 16% la décima parte que se ha negado al desvarío; digamos que
tenemos, pues, un 14,5% de clase media dispuesta a creerse hasta que Chávez fue
una conspiración de alienígenas marcianos (haga la prueba: envíelo por texto a
sus amigos más opositores y muchos lo reenviarán). Súmele el 3% de clase alta. Entonces tenemos un sector duro (lo que los
publicistas llaman el “lecho de piedra” de una marca: los fieles apegados a la
marca, que la comprarán sin importar la calidad o precio del producto). Ese 18%
es el que en las encuestas actuales responde que no le importa si Estados
Unidos nos invade o no. Y por supuesto, si para salir del “régimen” tenemos que
ir a una dictadura militar o a una “democracia dura” (esa que conocimos con mucha
sangre aquí en los 60).
Pues bien, amigos opositores que utilizan el cerebro, el
error ha sido hacer política exclusivamente para ese sector, para su lecho de
piedra. Por eso no calan sus planteamientos en la mayoría del país. Así siguen
dejándose llevar por opinadores delirantes con su discurso sobre el “régimen”.
Y, aunque algunos de los dirigentes opositores sí usan el cerebro, no se
atreven a enfrentar a su público más ferviente (no los vayan a acusar de
vendidos). Por eso no terminan de deslindarse de los locuelos y empezar a
demostrar una vocación democrática creíble.
Ah, lo de la moto propia también es importante. Amigos
opositores pensantes, cómprense un carrito, aunque sea pequeño. Ni los
paramilitares de Uribe, ni los neofranquistas de Rajoy, ni Felipe González, el
hermano siamés de CAP, ni el director de la CIA, ni los declarantes de la Casa
Blanca, ni el mismo Obama, les darán la cola hasta el poder. Uno que otro
empujoncito sí, pero no los llevarán día a día. No sean tan atenidos. Es mejor
tener moto propia.
Domingo 29/03/2015. Lectura Tangente, Notitarde