Orlando Zabaleta
La humanidad nació en África, y seguramente los primeros
homo sapiens eran negros; me lo imagino viendo a los “primos”, porque no sé de otro
primate de piel blanca. La primigenia cohorte de homos sapiens se propagó por
Europa y Asia, y no generó ningún problema el que algunos, al aclimatarse, se
volvieran de piel negra o amarilla. El problema empezó cuando el mundo se hizo
más chiquito y la rama blanca logró dominar el mundo.
El racismo tiene sus vainas. La colonización de América crea
el primer negocio de la Globalización, el primero que vincula en un solo triángulo
a tres continentes: uno daba esclavos, otro daba materias primas (incluso oro y
plata), y el tercero, además de dar baratijas, whisky y armas, y organizar los
viajes, se queda con las ganancias.
En las colonias británicas hubo una primera esclavitud
blanca. Irlandeses traídos desde el viejo mundo que (engañados o forzados)
firmaban un contrato de trabajo, que luego descubrirían casi eterno. Trabajarían
noche y día por un salario que apenas cubría los gastos de “mantenimiento”, y
con el pequeño sobrante durarían décadas para pagar la deuda contraída por el
costo del viaje al Nuevo Mundo. La única alternativa era la fuga.
Pero la esclavitud africana resultó más provechosa que la
esclavitud blanca y acabó siendo la dominante (era más fácil descubrir a un
africano fugitivo que a un irlandés fugado). La esclavitud se pintó de color
negro.
El europeo ya sabía de su superioridad sobre los otros
pueblos. Pero ahora se trataba de convivencia diaria; a fin de cuentas, Hegel
dixit, el amo depende más del esclavo que el esclavo del amo. Se construyó,
pues, una ideología para justificar el negocio: definitivamente los negros eran
inferiores, llevaban la inferioridad en su esencia, en su sangre.
Así los descendientes blancos de los negros africanos
declararon inferiores a los descendientes negros de los mismos negros
africanos.
En el Gran Coloso del Norte, la admirada Metrópolis, hizo
falta una larga guerra civil en el siglo XIX para acabar con la esclavitud, que
no con el racismo.
El reconocimiento de los derechos civiles de los negros
tardó un siglo más, Klu Klu Klan incluido. Un primero de diciembre de 1955, una
mujer negra se negó a cederle el puesto en el autobús a un hombre blanco. La
mujer estaba no sólo desobedeciendo una tradición, sino violando una ley de la
ciudad, así que fue arrestada. El hecho arrancó la lucha por los derechos
civiles en EEUU por una década, lucha que logró al menos eliminar las leyes
abiertamente racistas.
Pero todo el mundo sabe que el racismo continúa vivito y
coleando en la Metrópolis. Se muestra en los altos índices de desempleo y los
bajos niveles de escolaridad entre los negros. Pero últimamente se hace más
evidente en los asesinatos de jóvenes negros en las calles a manos de policías
que igualan negro pobre con delincuente peligroso. No han enterrado a las
víctimas cuando ya los Comités de investigación declaran inocente a los policías
implicados. El último crimen generó los disturbios de Baltimore.
En el Norte, los niveles de empleo a nivel nacional no han
alcanzado los que tenían en el 2007. Pero en los barrios negros la situación es
más grave, y hay ciudades como Baltimore donde no existe ni un ramalazo de futuro
para el negro pobre. La ciudad se está despoblando desde los 50, cuando casi
alcanzó el millón de habitantes, y desde los noventa compite con Detroit en la
pérdida acelerada de población. 23 % de los 600.000 habitantes está debajo del
nivel de pobreza. La policía se acostumbró a arrestar a los negros pobres por
cualquier nimiedad, amparándose en una difusa “causa probable”.
Las autoridades de la ciudad y del estado son negras, así
como la policía que se encarga de los barrios negros. Ah, y también el
presidente de la Nación. Pero son negros buena gente, obedientes, como los
esclavos que tanto querían a la protagonista de “Lo que el viento se llevó”, negros
domésticos o domesticados, a los que los activistas negros de los 60 llamaban con
desprecio “Tío Tom”. El obsequioso presidente que tan bien cumple las órdenes
del Pentágono y envía soldados, aviones y drones a donde le digan, y obedece a
las transnacionales y a sus lobbies, es de los negros buenos. Es un Tío Tom.
Los negros malos son los rebeldes insumisos. Ya Obama, en la
primera noche, los declaró criminales. Podrá haber muertos, pero ni un solo
cristal de una tienda debe ser roto. La policía y la guardia tienen campo libre
para la represión, otorgado por la flamante democracia yanqui.
Domingo 03/05/2015. Lectura Tangente, Notitarde
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