Orlando Zabaleta.
Se fue el primer trimestre del año. No podemos decir cuánta
inflación hubo porque el BCV no publica las cifras esperando que no notemos
cuánto han subido los precios desde el 1 de enero. Todos hemos estado muy
ocupados sobreviviendo.
El gobierno utilizó el trimestre para dar unos pasitos
cortísimos que, aunque milimétricos en comparación con el tamaño de la crisis,
hay que registrar: dejó lo de la “guerra económica” para consigna de relleno, y
ahora se enfoca más en la “emergencia”. Aumentó un poco la gasolina (pero
mantuvo el subsidio) y puso a un dólar en flotación controlada (léase aumento
gradual).
Sobre todo el gobierno está como la canción de Rubén Blades “Buscando
guayaba ando yo”. Solo que el gobierno no busca guayaba, sino dólares. Sean
chinos, canadienses, británicos. Dólares para sortear el año 2016, que parece
que hasta allí le alcanza la vista.
Mientras, la Oposición, envalentonada con el Parlamento, sigue
desatinada como siempre. Impúdicamente aprueba una ley que perdona casi todos
los delitos imaginables: uso abusivo de menores de edad, fraude bancario, corrupción,
posesión y tráfico de explosivos, homicidios. Los banqueros prófugos, los
traficantes de armas, los francotiradores homicidas, todos han pedido que los
incluyan en el combo.
¿Cuál es el único objetivo la Oposición? Obvio, destituir al
presidente. Pobrecitos los que creyeron que los “nuevos” diputados pretendían
acabar con las colas y enfrentar la crisis que todos sufrimos. Por el
contrario, si milagrosamente mañana se acabara la escasez y las colas, la
Oposición se quedaría sin motor ni gasolina. Y tendría que ponerse a hacer
algo. Acaso definir una política más allá del abigarrado revoltillo de
intereses que la envuelve: Capriles aspira a ser candidato y jefe; Leopoldo a
desbancar a todos los otros así sea a costa de 43 muertos más; Ramos Allup a
aumentar su participación accionaria en la Mesa de la Unidad. Y los financistas
(de aquí y de afuera) a recibir el pago: quieren precios liberados, reforma de
la Ley del Trabajo, dólar libre y demás.
El gobierno no quiere aprender. Es fácil dibujarle un plan
político para reconectarse con la gente: Aceptar la culpa por los errores cometidos.
Bajar la altanería de los dirigentes y de la burocracia (clamor que se escucha reiteradamente
en las organizaciones populares chavistas). Dejar de ocultar los datos y de
creer que así se ocultan los problemas, y darle un impulso a la transparencia.
Enfrentar la corrupción con seriedad, digo, poniendo por el caso de los Abastos
Bicentenario, que todos saben que los ladrones no eran solo los 3 o 4 gerentes
detenidos, que allí estaban complotados jefes de seguridad, vigilantes, cajeros,
etc. Y que es imposible que los de arriba, a nivel nacional, no se hayan dado
cuenta de la desaparición diaria y permanente de toneladas de productos durante
años. Que cerrar los Bicentenarios y trasladar a los ladrones a otros puestos
de trabajo es reciclar la corrupción.
¿A dónde nos lleva todo esto? Un gobierno que no enfrenta la
crisis y una Oposición cuya única política es destituir al presidente y pagarle
a sus financistas.
El proceso de cambios iniciado por Chávez y el pueblo
venezolano se debilita día a día. Que los hechos son duros como rocas y no se
exorcizan con consignas y llamados a una Unidad-Silencio.
Sobre todo desde el último trimestre de 2013, con Chávez
enfermo en plena campaña electoral, muchos indicadores empezaron a dispararse.
La crisis empezaba a coger cuerpo. Entonces, mientras se enfrentaba la nueva
situación de la muerte de Chávez, empecé a sospechar que el gobierno no tenía
plan para la crisis. Y así fue.
Ahora me está rondando otra sospecha. Que la Dirección del
proceso repita lo del 6D. Que al insistir en el aislamiento frente a la
realidad, en la falta de respuesta y en fomentar la desmotivación, Maduro (lo
quiera o no, lo sepa o no, eso no importa) esté llevando al país a caer en
manos de la Derecha. Su responsabilidad, en ese caso, será muy grande. Y
también la de los que callen.
Domingo 03/04/2016. Lectura Tangente, Notitarde
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