Orlando Zabaleta
Mi tía Victoria hacía y vendía arepas. No existía aún la harina
precocida y hacer la masa era muy laborioso: limpiar el maíz, sancocharlo,
molerlo y amasarlo. Las arepas se vendían entre las familias vecinas, la bodega
de Don Gonzalo y el Abasto de Don Agustín, el mayor cliente de la tía Victoria.
Con las arepas, mi tía Victoria sostenía sus modestos gastos
personales, mientras mis padres cubrían los humildes gastos de la casa de la
Candelaria. Luego la llegada de la harina precocida, que al principio aligeró
el trabajo, acabaría con el negocio de las arepas caseras.
Pero imagínense que Don Agustín, nuestro principal comprador
de arepas, hubiese pretendido decidir sobre cómo se llevaban mis padres, sobre los
novios de mi hermana, o sobre mi conducta rebelde. Y que para aumentar su coacción,
Don Agustín hubiese presionado a Don Gonzalo y a los vecinos para que no nos
compraran arepas so pena de no venderles nada en el Abasto.
Todo esto es una fantasía, una modestísima ucronía, que el
verdadero Don Agustín era un portugués muy trabajador y muy respetuoso, incapaz
de tales bajezas.
Continuando con el imaginario, por supuesto que toda la
familia, toda, hubiese enfrentado la injerencia del señor del Abasto y rechazado
su intervención en nuestros asuntos familiares. No hubiésemos tenido
piti-agustinos ni vendefamilias. Y no es que no quisiéramos venderle arepas al Abasto,
sino que una cosa es ser cliente y otra meterse en los asuntos del productor.
Simple, sencillo, ¿verdad? Hasta un niño puede entenderlo.
Entonces, que alguien me explique la idiotez de nivel mayor
de los opositores que dicen: “Si son tan antiimperialistas, ¿por qué le venden
petróleo a Estados Unidos?, no le vendan petróleo entonces”.
Otra de la misma fuente y de la misma sustancia.
Anualmente la ONU discute la resolución que condena el
bloqueo a Cuba. Siempre se aprueba con los votos en contra del victimario,
Estados Unidos, y de los aliados más aliados del victimario. Año tras año, los gringos se han ido quedando
solos, hasta sus mejores amigos dejaron de apoyar el atropello, así que los yanquis
apenas mantenían los votos del estado terrorista de Israel y de dos estados de
maletín. En la última votación del año pasado los estados de maletín se
abstuvieron y la votación quedó así: Condenando el bloqueo 188 países; en
contra de la condena: 2 países (Estados Unidos e Israel); abstenciones: 3.
Eso no acabó con el bloqueo. Que Estados Unidos mantiene el
control de la ONU en contra de la Asamblea General gracias a los nada
democráticos estatutos de ese organismo (así han protegido tanto al Apartheid, cuando
catalogaban de terrorista a Mandela, como al genocidio cometido por Israel
contra los palestinos). Pero la vergüenza es la misma.
Además de razones éticas, humanitarias, políticas y lógicas,
la casi totalidad de los países del mundo condena el bloqueo por ilegal. Viola los
“principios internacionales” que sostienen a la misma ONU.
Vamos a intentar explicarlo al nivel de los opinadores de
oposición. Ningún país puede legislar más allá de sus fronteras. Ergo, ningún
estado puede prohibir a otros estados que comercien con un tercero. Las leyes
aprobadas por el congreso gringo no solo son injerencistas con respecto a Cuba,
sino con respecto al resto de los países. Hasta buenos socios de los gringos
como Canadá y Japón se han quejado, que eso de que empresas canadienses y
japonesas sean objeto de sanciones por realizar actos comerciales normales
fuera del territorio norteamericano es como mucho.
Algunos opositores no logran entender algo tan sencillo. Para
ellos los Estados Unidos estarían haciéndole un “favor” a Cuba si suspenden el
bloqueo. Y al aceptar normalizar las relaciones Cuba estaría traicionando su
postura revolucionaria y antiimperialista. Asombroso juicio.
Más que el mundo al revés es la visión torcida… o retorcida.
Domingo 28/06/2015. Lectura Tangente, Notitarde
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