Orlando Zabaleta.
La burguesía y sus embelesados opinadores (economistas,
políticos, articulistas) siempre hablan de la “confianza” como la panacea, la
navaja suiza, de la ciencia económica. Es un sonsonete viejo y recurrente. Si
la producción baja, si no hay inversión, si crece el desempleo, siempre es por
“falta de confianza”. Pareciera que la política económica es una tarea de
psicólogos, y que hasta podría enfrentarse con cursitos de liderazgos.
Pero, amigo lector, para conseguir un préstamo bancario no
funciona que usted se presente y diga: Buenos días, yo soy una persona honesta,
responsable y buena pagadora. Los bancos, esos templos del capital, no le
prestan porque le tengan confianza. Muy por el contrario: le exigen constancias
de ingresos, declaración de impuestos, papeles sellados y visados por
contadores colegiados. Con contumaz desconfianza, verifican su balance,
ponderan su casa y sus bienes, y hasta le piden un fiador. Y tendrá que firmar
papeles redactados por incrédulos abogados que no creen en nada ni en nadie. Es
así como funciona: con férrea desconfianza. Aunque, una vez pasada la alcabala
de documentos, el gerente le tire un discurso sobre la fe que le tienen como
cliente.
La economía está más cerca de las matemáticas que de la
psicología. Pongamos por caso el Viernes Negro del 83. Usted sacaba cuentas
unos meses antes, con los datos de la continua baja de las reservas
internacionales, y concluía que los dólares no llegarían a junio. Así usted creyera
que Luis Herrera era un hombre bonachón y
buena gente, que el Búfalo Díaz Bruzual, el presidente del BCV, era un
tipo muy capaz, y se armara de confianza, o de ilusiones. Pero si agarraba la
calculadora constataba que entre la Deuda externa (tanto la pública como la
privada) que crecía sin parar y las necesidades de importación para mantener el
país no había escape.
En realidad, las declaraciones sobre la “confianza” son un
código. Cuando el burgués declara que el gobierno debe restablecer el dichoso “clima
de confianza”, está amenazando con seguir especulando con bonos gringos o comprando
bienes en el exterior; está diciendo que no abrirá su cartera para invertir en
el país a menos que se le dé “confianza”: confianza para aumentar los precios,
para congelar los salarios y hacer despidos, confianza para sacar los dólares
con mayor facilidad. O sea, no pide confianza, pide ventajas.
Vean las 7 propuestas de Lorenzo Mendoza: la primera es que
le reconozcan la deuda a sus proveedores a dólar subsidiado; la segunda, que el
Ejecutivo busque más dólares prestados; la tercera, que el gobierno cree un
fondo para la adquisición de materia prima con esos dólares; la cuarta es que
se aumenten los precios; la quinta es que les alquile (o se re-privaticen) las
empresas estatizadas. Y como hasta este punto 5 era pura pedidera, Mendoza
consideró elegante ofrecer alguito en el punto 6: si se hacen los ajustes de
precio, la Polar destinará un porcentaje de su producción (o sea, de sus nuevas
ganancias) a programas sociales. Y el punto 7, colocado por razones
cabalísticas, es solo una expresión de buenos deseos. Y todo esto para que
Mendoza, que puede surtir los supermercados de Miami, Bogotá y Londres de
harina Pan y cerveza, se empeñe un poco más en Venezuela.
Lo grave es que el gobierno utiliza otra versión de la misma
metodología psicologista. Lo de la “guerra económica” es lo mismo pero al
revés. Es la mala intención lo que explicaría la crisis.
Tengo un sueño recurrente: Que en lugar de hablar de
confianza y de falta de confianza, de la mala fe del bachaquero, etc., el
gobierno se pone matemático. Y asume lo que está clarito: con los
desequilibrios actuales (cambiarios y de precios contra costos) es imposible
salir de esta crisis. Y saca cuentas: ¿Cuántos dólares nos entrarán a 20
dólares por barril? ¿Cuántos podemos conseguir en préstamos en condiciones
aceptables? Y luego de tener más o menos claro el tamaño del pote, hace un
presupuesto de su uso: alimentos, medicinas, repuestos, insumos. Y los pagos de
la deuda que sean impostergable. Y sale Maduro y nos sorprende con esos datos y
esas propuestas.
Eso es como el comienzo de un plan.
Domingo 07/02/2016, Lectura Tangente, Notitarde
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