Orlando Zabaleta
Quisiera que alguien me explicara cómo se puede hacer el
fraude electoral. Ese que la Oposición
denuncia invariablemente después de las elecciones.
Verán. Según los libros y las películas de detectives, desde
Sherlock Holmes hasta Hércules Poirot, desde Kojak hasta Columbo, el
investigador conoce al menos el “modus operandi” del delito. Cómo se realizó el
crimen.
Me explico: María fue apuñalada en una calle del Barrio La
Suerte el martes a las 11 de la noche. El detective sospecha de Pedro Navaja.
Ocurrió en su zona y el malandro tenía un cable pelado con la víctima.
Perfecto. Pero una docena de testigos vieron al Pedro asomarse por una ventana
y gritar a un par de colegas: “¡Epa!, ¿cómo anda la cosa?”, a la misma hora del
crimen y a 120 kilómetros de distancia.
Para mantener la imputación, nuestro Holmes necesita una
hipótesis que cuadre todos los hechos. ¡Ah!, se le ocurre, Pedro Navaja debe
tener un hermano gemelo o morocho muy parecido. No tiene pruebas aún, pero la hipótesis
le ayuda a buscarlas (averiguar sobre la familia del Navaja, conseguir al
hermano).
El detective (persona inteligente) sabe, pues, al menos cómo
se realizó el crimen. Si no, ¿cómo podría sostener la acusación? ¡Lógico! ¡De
cajón!, diría mi profesor de matemáticas en bachillerato.
En este siglo, la primera vez que se escuchó hablar de
fraude electoral fue cuando el referéndum revocatorio de 2004. Fue una salida
inesperada de la Oposición, que entonces usaba el remoquete de Coordinadora
Democrática, puesto que todas las encuestadoras, nacionales y extranjeras,
daban al “No” de Chávez como ganador. Y los presidentes del mundo se citaban
con Chávez para después del revocatorio, incluso el paraco de Uribe. En un
hotel caraqueño, las encuestadoras amigas de la Oposición (Datanálisis,
Kelling, etc.) se lo habían cantado clarito a los líderes de la Coordinadora
unos días antes de las elecciones.
Es decir, todo el mundo sabía que ganaría el NO, hasta los
jefes de la Coordinadora. Todos menos un sector del electorado a quienes
Garnier, Ravel y Otero habían logrado embaucar. Por supuesto, los partidos y
los candidatos están en la obligación de jurar que van a ganar. Y siempre hay
un montón de desprevenidos o fanáticos que les creen. Pero esta vez, por la campaña
mediática, la cantidad de fervorosos y bulliciosos crédulos era más grande que
de costumbre.
En esa madrugada, los
políticos de Oposición, asustados de sus propios votantes y de los dueños de
los medios, decidieron hablar de fraude, incluso contra el consejo de la OEA y
del Centro Carter.
Pero nunca dijeron cómo se realizó el fraude. Las pruebas
las prometió ese día Ramos Allup “para mañana”. Un mañana que nunca llegó. Y
así se acostumbraron a repetir lo del fraude.
Si vemos los hechos es difícil imaginar aunque sea una
hipótesis de cómo se realiza.
Porque cada elector constata en la papelera que el voto se
corresponde con su elección. Y luego se realiza una auditoría que verifica si
las papeletas coinciden con las actas. La muestra que se audita es excesiva
según criterios estadísticos: 3% sería suficiente, en algunos países se aplican
de 5 a 10% en las verificaciones para darle mayor confianza al elector, pero
aquí usamos entre 49 y 51%.
¿La trampa estaría en la totalización? Pero allí sería fácil
conseguirla: bastaría confrontar las actas de los miembros de mesa y de los
testigos, con las de totalización. Más aún: los resultados, centro por centro,
mesa por mesa, son publicados casi inmediatamente por Internet. Cualquiera
puede verificar las cuentas.
La única hipótesis que se me ocurre que al menos cubre todos
los hechos es la siguiente: la máquina de votación hipnotiza al votante, emite
un gas inodoro, esencia de burrundanga, que debilita la voluntad del elector, y
luego lo hipnotiza con un texto que aparece en la pantalla, algo así como
“Usted verá en la papeleta la opción que eligió y olvidará este mensaje”. Así
mientras el elector introduce la papelera con el voto equivocado, la máquina se
lo adjudica al chavismo.
No se me ocurre otra que cubra todas las condiciones del
problema. Pruebe usted a ver, amigo lector, a ver si resuelve el misterio.
O no hubo fraude, y las denuncias son un acto mayúsculo de
irresponsabilidad política. Que expresan un gran desprecio de estos
“demócratas” por la mayoría. Por el pueblo venezolano, pues. “Perdimos porque
la mayoría no está a nuestra altura, esa masa ignorante”. Y, peor aún, luego llaman
a descargar ustedes saben qué y se producen muertos que nadie asume.
Por eso la línea opositora es siempre desprestigiar al CNE.
Por eso, aunque utilicen las máquinas y el sistema para sus primarias, aunque
asistan y aprueben más de 21 auditorías previas, aunque crean que van a ganar,
no van a firmar algo tan digno y democrático como el compromiso de respetar los
resultados.
Domingo 25/10/2015. Lectura Tangente, Notitarde
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