Orlando Zabaleta
Yo, que no sé nada de budismo y no he librado guerra contra
mis propios deseos (a lo mejor unas pocas batallas, pero han sido cortas y he
perdido la mayoría), supongo en mi ignorancia que el nirvana es un estado de
conciencia. No lo sé. Pero lo que sí sé es que el socialismo no es como el
nirvana. El socialismo no es un estado de conciencia, ni un escalón hacia la
iluminación o la santidad.
Que me disculpen tanto los budistas como los amigos (algunos
muy queridos) que crean que el socialismo es esencialmente conciencia. Pero tengo
que decirlo, que “soy amigo de Platón,
pero más amigo de la verdad”.
El socialismo, al igual que el capitalismo, es una forma de organización de la sociedad para la
producción, la distribución y el consumo de las riquezas. Precisamente por eso
se contraponen.
Los capitalistas estarían encantados si limitamos el
socialismo a estados de conciencia, mientras se mantiene la organización social
capitalista. El Departamento de Estado y la Exxon Mobil aconsejarían:
organícense con relaciones capitalistas y tengan la conciencia que quieran: sean
budistas, socialistas, filántropos o Testigos de Jehová.
No intento negar la importancia de la conciencia social de
los sectores explotados y del pueblo. Lo que pretendo es colocar las cosas en
su sitio. Tampoco creo que estemos ante un conflicto de fuerzas no conscientes,
que podamos simplificar a factores económicos, como sostienen los marxistas ortodoxos.
No, es el hombre el que hace su historia, aunque su hacer esté sujeto a
condiciones. La organización social no solo significa formas de propiedad, sino
también relaciones de sectores sociales, y esas relaciones son en buena parte,
ellas mismas, conciencia.
Pero a la propiedad capitalista se le debe contraponer una
propiedad socialista. Y a relaciones capitalistas se les contrapone relaciones
socialistas.
Por supuesto que sin conciencia no podremos alcanzar una
sociedad socialista (en realidad, sin conciencia no podríamos hacer nada: sin
consciencia del hambre ni comeríamos), sin conciencia de dónde estamos, de qué
tenemos, de qué nos falta. Necesitamos la conciencia, pero no confundamos el
alicate en la mano con tener el carro arreglado; más bien pensemos que para
arreglar el carro hay que saber cómo debería funcionar.
Tampoco es socialismo que el estado se encargue de un
servicio público. La CANTV fue una empresa pública desde 1953 (época de Pérez
Jiménez) hasta 1991, y a nadie se le
ocurrió acusar de socialista a Pérez Jiménez, o a Betancourt y demás personeros
cuartarrepublicanos. Ni la estatización es socialismo (nada más revisen los
últimos 50 años de nuestra historia y el siglo XX en el mundo). Ni el subsidio
a productos y servicios, por más necesario y justo que sea, es socialismo.
Entiendo que por eso Chávez propuso en la negada enmienda distinguir
dos tipos de propiedad: la social y la estatal.
Creo que esas confusiones han sido muy dañinas: eso de
llamar “socialista” a todo prácticamente convierte al socialismo en sinónimo de
subsidiado o de gratis.
Cuesta salir de la confusión porque al tema lo evaden. Arrogantes propagandistas de
la ignorancia se niegan a plantear estos problemas (porque dizque son “vainas
de intelectuales”), y los encubren con consignas. Y la Derecha ignorante
propaga que el “modelo socialista”, que nadie ve, está en crisis.
Alguien me preguntará (precisamente cuando se me acaba el
espacio): Entonces, ¿qué es socialismo? Yo le respondería (rapidito) que socialismo
es que los medios de producción estén en manos de los verdaderos productores
(los trabajadores). Y no de la burocracia ni de vagos. Porque parece que el
socialismo tiene que ver con el trabajo y la producción. Y tal vez si tenemos
claro lo del trabajo y la producción adelantemos algo en el desmonte del
rentismo capitalista que sí está a la
vista de todo el mundo.
Domingo 06/09/2015. Lectura Tangente, Notitarde
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