Orlando Zabaleta.
Por costumbre o vicio, uno busca razones en todo, hasta en
las ficciones, en los engaños y en las sinrazones. Que, como dice la canción,
“Se ven las caras, se ven las caras, pero nunca el corazón”.
Gobierno y Oposición, convencidos de que el efecto mediático
es más importante que el efecto real de sus acciones, juran que la política es
gesto y aspaviento, video y centimetraje. Puras caras y caras, pues. Lo que
dificulta más verles el corazón.
Hay un hecho sólido como una piedra. Ni Maduro ni la MUD
pueden cambiar la situación del mercado petrolero mundial. Al menos para bien (que
si repetimos la política de sobreproducción de los noventa terminamos de
ensuciar la jaula). La “buena” noticia es que el petróleo ya no está a la baja, ya llegamos al
fondo, y allí estaremos por un tiempo. Cometeré la insensata osadía, de la que
me arrepentiré seguramente, de lanzar una predicción en terreno sinuoso: Una
recuperación lenta que arranque en enero quizá nos ponga a mitad del año próximo
en la marca de los 60 dólares, con lo cual podremos vivir con austeridad al
menos, y no morirnos de hambre como ahora. O sea, lo prudente es esperar un año
de privaciones.
Ambas partes lo saben. Un año es el límite de sus
especulaciones estratégicas. Para el gobierno la meta es sobrevivir ese año.
Para la Oposición es, según sus diferentes sectores, o tumbar a Maduro o tomar
más poder en ese lapso.
La Oposición está centrada en profundizar la crisis
política. Resolver la económica no le interesa. Si se acabara la escasez la
Oposición se hundiría. Solo vende la idea de que habrá un portentoso milagro económico
(los precios del petróleo subirán y la burguesía producirá como nunca lo ha
hecho en 90 años) si logra sacar a Maduro. Tiene público para eso.
Pero no está tan claro si realmente su objetivo es el
revocatorio. No pareciera ser el de Ramos Allup, que se beneficiaría más de
unas elecciones de gobernadores; sectores de Voluntad Popular y la desubicada
de María Corina, con persistente irresponsabilidad, juegan más a la explosión
social que al revocatorio.
El gobierno, oscilando entre consignas (“guerra mediática” y
“emergencia económica”), organiza un baile con la burguesía. Los empresarios
aceptan asistir al sarao y lanzar mensajes optimista, porque esperan que el
gobierno les dé dólares, a fin de cuentas son irremediablemente rentistas y sus
insumos son importados. Que en casi cien años la burguesía no ha logrado
construir una economía medianamente autónoma. La fuerte pugna burguesa al gobierno
se la dejan a sus dirigentes gremiales: a Fedecámaras. Es una división de los
papeles a interpretar.
Lo del Dicom es un ejemplo de amellada política mediática.
Le cambiaron al Simadi el nombre público, ahora lo llaman Dicom. Pero como no
han producido el necesario Convenio con el BCV, el mismo BCV lo sigue
reportando como Simadi. Lo único distinto del Simadi rebautizado Dicom es que
se ha subido la tarifa, aunque se desconoce cómo funciona o a cuáles empresas
les otorga dólares. Fíjense que la tasa llamada
Dicom ya pasó largo de los 400 Bs, es decir, está por encima del “dólar
implícito” (liquidez contra reservas, que se calcula en cerca de 380 Bs.), pero
ni aun así logra afectar al dólar paralelo a la baja. ¿Por qué? Simple: porque
las cantidades son súper marginales.
Altos funcionarios del gobierno albergan la creencia
neoliberal de que existe UN equilibrio del mercado, un punto mágico en el cual
la inflación, como si fuera un globo de aire caliente, se detendría y empezaría
a caer. Hay que aguantar hasta que la inflación se agote, dicen. Ni siquiera la
experiencia de estos dos años les enseñó algo. Es revelador que esta idea
(popular entre los economistas, es cierto) sea compartida por la Oposición y
sectores del gobierno: expresa cuánto le faltó pensar al chavismo en un modelo
alternativo. Pero la verdad es que no existe un equilibrio natural. Sigan con
un alto diferencial cambiario y una gran liquidez, a ver si consiguen verle el
techo a la inflación.
Mientras tanto, mientras miramos las caras de Gobierno y
Oposición, estamos pasando hambre, haciendo cola, buscando engancharnos a una
buseta atiborrada, ansiando pescar un medicamento.
Domingo 22/05/2016. Aporrea
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