Orlando Zabaleta
Debo aclarar que le tengo cierta desconfianza a los
equilibrios. Será por la manía tecnocrática y neoliberal de equilibrar los
presupuestos a costa de la salud, la educación y los pobres; e incluso a costa del
crecimiento económico.
También descreo de las consejas y reflexiones que, en pro del
equilibrio, propagan el horror a los extremos, el relativismo, el centrismo, y
que así crean un discurso de generalidades que no dicen nada, porque, claro, ni
definen nada ni se comprometen con nada. Ah, pero qué sabias suenan.
Pero una cosa es no tener al equilibrio como ídolo o como
norte, y otra es ignorar los desequilibrios.
El ejemplo más evidente de desequilibrio en Venezuela es el
precio de la gasolina.
Como tenemos tanto petróleo y gran capacidad de producción
de sus derivados, es lógico y justo que el precio de la gasolina sea bajo en
nuestro país. Una ventaja justificada en ese montón de petróleo que la
naturaleza nos dio (y que leyes previsoras evitaron, desde hace siglos, que
fuera privatizado).
Es cierto que el supuesto “precio internacional” no existe. Cada
país pone el precio de su gasolina según muchas variables, y el que tenga o no petróleo
es solo una de ellas. Inglaterra y Noruega, que son productores de petróleo,
tienen la gasolina más cara del mundo, porque ambos pechan el producto con
altísimos impuestos que, por supuesto, paga el consumidor.
Nosotros tenemos, de lejos, de muy lejos, la gasolina más
barata del mundo.
Cualquier ser con dos dedos de frente entiende que un límite
racional al mínimo precio de la gasolina debe ser el costo de producción y
distribución.
Pero en Venezuela, como bien sabe el lector, el litro de
gasolina tiene el súper increíble precio de 0,097 Bs. Toda una ganga. Y un litro
de agua o de refresco sobrepasa los 100 Bs. La mayoría llena su tanque con
menos de 4 Bs. El Estado subvenciona la producción. Y la distribución, porque a
ese precio es imposible que el bombero que la expende justifique su salario, ni
siquiera vendiendo gasolina todo el día.
Debería llevarse a 5 bolívares el litro. El porcentaje del
aumento no es relevante, dado lo ridículamente bajo del precio actual. Así que
no hay que pararle cuando El Nacional denuncie que el aumento fue de 5.154%. Es
pura propaganda.
En términos prácticos, a 5 Bs. usted pagaría 175 Bs. para
llenar el tanque de 35 litros de los carros pequeños.
Los abusivos empresarios de camioneticas y autobuses se
quejarán como siempre, pero ellos saben que el costo del combustible en su ramo
es ínfimo; que los costos están en los cauchos, en los repuestos, en las
reparaciones. El chofer y el colector seguirían gastando más en comerse una
arepa y un refresco cada uno que en llenar el tanque del instrumento de trabajo.
Según las encuestas la inmensa mayoría del país entiende la
necesidad del aumento perfectamente. Lo difícil de entender es por qué el
gobierno no ha hecho el aumento. ¿Síndrome del Caracazo? Me parece que es subestimar
al pueblo venezolano.
Lo cierto es que, cuando se dé el incremento (algún día), no
será de 5 Bs., será mucho menor. Espero que esté alrededor de 2,20, es decir,
que al menos cubra los costos de producción.
Pongo el caso de la gasolina porque es el más claro para
todos (que hay otros desequilibrios más funestos, de los que hablaremos otro
día). Si hubiese una Oposición inteligente haría rato que estaría exigiéndole
el aumento al gobierno, pero lo que tenemos por Oposición es bruta, demagógica
y oportunista, y prefiere callar y esperar como caimán en boca en caño que ser
seria.
Lo más preocupante de esta situación es la postura del
gobierno. Es una decisión simple. Relativamente. Con sus bemoles, es cierto.
Pero súper justificada y necesaria. Y no la toma. Entonces, uno tiene derecho a
preguntarse (o a inquietarse): si no toma la decisión fácil, ¿podrá tomar las
difíciles?
Domingo 02/08/2015. Lectura Tangente, Notitarde
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