jueves, 15 de diciembre de 2016

Abrí una librería

Sí, amigos lectores, abrí una librería... aunque virtual. Está en la pestaña "Librería epub" (podría cambiarle el nombre más tarde).

Están en formato "e-pub", un formato de libro digital estándar. Los programas lectores de "epub" son muchos y, además, son gratis. Elegir uno es un asunto de preferencia; nombro algunos solo como referencia: Sumatra, Adobe Digital Editions, Calibre. Es sencillo descargarlos por Internet.

Hasta ahora he colocado MÁS DE 1.100 LIBROS. Están en orden alfabético según el apellido del autor. Seguiré colocando libros, no sólo en las "letras" que faltan (voy por la "M"), también agregaré nuevos títulos en las letras ya colocadas, según los libros que vaya consiguiendo.

Ya es, creo, una buena colección: literatura, historia, economía, sociología, y temas diversos. Como toda selección hay mucho del seleccionador en los resultados. Inevitable, hasta algún libro estará allí nada más porque me topé con él en la temprana adolescencia.

Espero que disfruten de la librería. Y que le sea útil para algo (que en el caso de las lecturas, lo útil y el disfrute no siempre coinciden), que aprendan y desaprendan muchas cosas.



Posdata:
A pedido de algunos amigos: he aquí los vínculos a algunos programas lectores de epub. Todos son gratis, y hay muchas otras alternativas.

Yo utilizo Calibre, programa que permite la edición y hasta la creación de archivos e-pub. Calibre también gestiona los epub (al adicionarlos a la lista, Calibre crea una versión específica del archivo). Pero, sólo como lector es muy bueno, y he leído que algunos lo utilizan nada más que para leer epub.

Sumatra PDF lee archivos e-pub y otros formatos digitales. Yo no lo he usado, pero tengo buenas referencias. Es el más simple y el más rápido.

Adobe Digital Editions está respaldado por Adobe, y es mayor ventaja porque es un poquito lento.


Lectores de e-pub

Adobe Digital Editions

Calibre

Sumatra PDF


martes, 13 de diciembre de 2016

Ya Merentes habló (al fin)

Orlando Zabaleta.


Muchos venezolanos estábamos sospechando que el Directorio del Banco Central de Venezuela, incluyendo a su presidente Merentes, hacía tiempo que se habían ido del país. O, al menos, que se sentían jubilados de sus funciones.
No solo por los datos que no publican (y que deberían publicar), sino por las miles de dificultades que causa el hecho de que se necesiten al menos cinco billetes de la “más alta denominación” (es decir, billetes de 100 Bs.) para comprarse un café marrón grande en la panadería de la esquina. O sea: problemas como bancos con necesidades de efectivo, cajeros vacíos a cada rato, comercios haciendo negocio con los “adelantos” de efectivo, etc., etc. Hay que vivir fuera del país para no enterarse de este zafarrancho.
Los rumores hablaban de unos nuevos billetes que saldrían en diciembre. Fuentes anónimas vinculadas al BCV eran citadas por los periodistas. Pero el Directorio seguía mudo: ni confirmaba ni negaba esas especies, por lo cual seguían siendo rumores.
Sin billetes, por supuesto, la crisis de los pagos electrónicos del pasado 2 de noviembre tuvo mayores efectos en una economía que anda sedienta de efectivo hasta para esos pagos que, bueno, todavía habría que llamar “menores”. El botellón de agua potable, la bombona de gas, el pan de trigo, el litro de leche, etc., valen varios billetes de altísima denominación.
Entonces el BCV se decidió a hablar al fin. Un comunicado informa que sí es verdad lo que expresaban los diarios, que se esperan billetes de mayor denominación, “nuevos”, para el 15 de diciembre. Y aprovecha el BCV para publicar un nuevo aumento de las tarifas bancarias.
Entonces aparece, al fin, Merentes, el propio, el presidente del Banco Central de Venezuela y nos presenta los diseños de nuevos billetes que se sumarán al cono actual. O nos re-presenta, porque son los mismos diseños actuales con los números cambiados. La razón (o excusa) para no presentar diseños nuevos no es que estén retrasados en el proceso, sino que esos diseños recibieron un premio hará 8 años.
Y el presidente del BCV, de cuyas palabras están pendientes millones de adultos de todo el país, decide que mejor les habla a los niños. Y empieza a contar el significado y las historias de las figuras que aparecen en los billetes. Comienza con Miranda, dónde estuvo, que hizo, que gran biblioteca tenía, y pasa por todos, que si Negro Primero, Simón Rodríguez, Guaicapuro, Luisa Cáceres de Arismendi. Y tampoco olvida a la tonina, al oso, a la tortuga que aparecen en los billetes.
La cosa es más incomprensible (y hasta grotesca) precisamente porque los diseños no son nuevos, son viejos para los venezolanos. Y porque el trasfondo del problema del cono monetario nos sigue acogotando.
Señor Merentes, los adultos hubiéramos apreciado que nos explicara la razón del inmenso retraso para enfrentar el problema. Para ser franco, a mí no se me ocurre ninguna buena excusa, y por lo que veo a usted tampoco. Pero también los adultos esperábamos un cronograma sobre la entrada en circulación de esos billetes. Sólo nos dejó claro que el 15 entraría el billete de 500, y “luego” el de 5.000, y más tarde los otros. Se le hubiera agradecido mucho un cronograma, no vaya a ser que tengamos el de 500 (porque ya llegó al país) el 15, y el “luego” se convierta en “veremos”, que eso ha pasado mucho.
El problema del cono monetario inadecuado es un problema que no teníamos que sufrir. Una cosa es que se desplome el precio del petróleo, y es poco lo que podemos hacer contra eso. Y otra cosa es la falta de previsión o (si se previó) de acción. Le recomiendo que no construya una súper-comisión con doctores en economía y matemáticas para monitorear la vigencia del cono monetario, simplemente esté pendiente del costo de un café grande y cuando el café valga la quinta parte del billete de mayor denominación declárese en emergencia y salga a resolver el problema. Es más simple.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Crónica de lo cotidiano

Orlando Zabaleta.


Los lunes hago cola con mi mujer, Corteza la bella, que ese es el día que le toca para comprar “regulados”. Los martes me toca a mí, y ella me acompaña.
Me levanto a las 3:45 am, hago el café (irrenunciable tradición venezolana), monto las arepas en el budare, me baño y levanto a Corteza a las 4:30 am. Prefiero madrugar primero para darme el gusto de no apurarme. Salimos a la oscuridad de la calle a “bachaquear”, que así llama el venezolano a esa búsqueda inclemente de comida el día asignado.
Quisiera ser el único venezolano obligado a ese sacrificio madrugador. Con gusto llevaría sobre mis hombros ese padecimiento yo solo por el resto del país. Pero lamentablemente no es así: cuando llegamos a la cola siempre hay muchos centenares más de sacrificados.
Los supermercados abren a las 8:30. Desde las 5:00 am hasta la apertura la cola se alimenta de rumores sobre lo que venderán ese día. Y de la esperanza de que haya harina de maíz, o aceite, o leche. Nadie es tan optimista como para soñar con azúcar.
El verbo “marcar” se escucha a cada momento. “Marcar” es hacer cola en un sitio un rato, conocer a los que van delante y detrás, e irse a otra cola en otro supermercado cercano. Se considera normal. “Vaya rapidito, y marque la cola allá, que le respetamos su puesto y aquí no pasará nada hasta las ocho”.
Dependiendo de la fuerza de los bachaqueros, vende-puestos y coleadores profesionales, y del orden o el desorden que los del súper y los soldados y milicianos impongan, pueden llegar las 10 am antes de entrar a comprar. Y puede que ya se hayan acabado los regulados, o quede apenas medio kilo de pasta. Si intenta continuar en el otro supermercado, se le harán las 12 del mediodía, y el riesgo de que se acaben los productos antes de entrar al negocio es muy grande.
A las 12 uno ya ha cumplido una jornada de 8 horas. Ha sentido el frío de la madrugada, ha llevado sol parejo, las piernas se le han cansado, el sueño lo está llamando. Y tiene hambre. Y a veces son la 1 y aún está bachaqueando. Adentro los supermercados nunca tienen suficiente cajas registradoras abiertas, así que hay que invertir al menos una hora más para pagar y poder salir.
El venezolano utiliza mínimo dos días para el “bachaqueo”.
Y los otros días de la semana otras colas esperan. Las de las ferias de verduras, porque en los supermercados los precios del tomate son altísimos. Hay que estar enterados de dónde y cuándo hay feria. Y algunas solo aceptan efectivo, y entonces hay que hacer cola en el banco, o recorrer la ciudad buscando cajeros con plata.
También hará cola para comprar el queso o la carne a mejor precio. Por su casa las bodegas y abastos cercanos lo robarán descaradamente. Ah, y guarde energía para una vez al mes hacer la interminable cola del gas.
De los siete días de la semana, más de la mitad se utilizan para llenar la despensa de la casa.
Las reuniones sociales, me refiero a eventos culturales, políticos, son un lujo de tiempo impagable. Ya me he disculpado con Laura Antillano y José Carlos de Nóbrega, por no asistir a sus extraordinarios martes literarios (en el MUVA, valga la cuña), porque los martes en la tarde ya estoy muy molido.
Nos estamos estupidizando, que las relaciones sociales, así sea “echar una pajita” con unos amigos mientras tomamos un café, hablar sobre el tema de su preferencia, son tan necesarias como la harina pan de cada día (que, siempre lo digo, nadie piensa solo). Pero tenemos que renunciar a ellas. A mí me invitan a muchos eventos políticos, sindicalistas, poetas, académicos, etc., y debo declinar la invitación la mayoría de las veces. Lo peor de todo es la tendencia al aislamiento.
¿Se preguntan por qué, en esta crisis, no se dan grandes movilizaciones permanentemente, no se forman grupos de opinión en forma masiva? Es por el tipo de crisis y su efecto en lo cotidiano. Nada que ver con, por ejemplo, los años 2002-2003, cuando los barrios se plagaron de grupos de discusión espontáneos. Es un dato sociológico demoledor. Explica que la crisis política tenga ritmo de calma chicha sofocante.
Ahora casi siempre estamos hablando de comida. Que Marx tenía razón: antes de hacer arte o poesía, o política, el hombre necesita comer.

lunes, 21 de noviembre de 2016

El BCV y la falta de billete

Orlando Zabaleta.


Se espera que los que manejan la moneda de un país sean discretos, reservados, parcos; siempre se teme que sus declaraciones puedan producir bruscas variaciones de acciones o divisas que degeneren en tormentas especulativas. Aquí no, pero en casi todo el mundo la moneda es un tema muy serio.
La única virtud innegable de los integrantes del Directorio del Banco Central de Venezuela es la discreción. En ese aspecto son un ejemplo mundial. Pero una cosa es ser discreto y otra ser mudo. El silencio del BCV sobre los dramáticos avatares de nuestra moneda es absoluto. Uno a veces tiene dudas: ¿será que siguen allí todavía? Digo, los miembros del Directorio del BCV.
El objetivo fundamental de la institución está claramente determinado por la ley: “lograr la estabilidad de precios y preservar el valor de la moneda”. Con mayor claridad está determinado que el objetivo fundamental no se está cumpliendo para nada. El BCV no suelta ni una palabra.
Entre las funciones del BCV, también definidas por la ley, está la de “Acopiar, producir y publicar las principales estadísticas económicas, monetarias, financieras, cambiarias, de precios y balanzas de pagos”. Pero el BCV dejó de publicar mensualmente el índice de inflación como siempre se hacía y se había hecho. Asumo que sigue recopilando los datos y haciendo los cálculos pertinentes, que los técnicos y la estructura necesaria continúan allí.
¿A quién se le ocurrió esa idea tan disparatada de ocultar los datos de la inflación? ¿Quién fue ese genio? ¿Era de adentro (del BCV) o de afuera? ¿Qué pretendían al incumplir sus funciones y esconder las cifras? ¿Ocultar el nivel de inflación? ¿Se sentirá menos que el salario no alcanza cuando se desconoce el índice de inflación?
Estamos en un país tan especulador que hasta se especula con las variables macroeconómicas. Si el Banco Central no da cifras de inflación, los economistas lanzan números, los inventan, y nadie quiere quedarse cortos. Fíjense en el economista Guerra, ahora diputado, durante el primer semestre de cada año da unos números pavorosos, cinco o seis veces lo que resultará al final (creo recordar que empezó este año prediciendo 1.500% de inflación). Las cámaras de comercio lo invitan a cuanto evento tienen porque los comerciantes por tradición especulan con las alzas: sus precios de venta no lo vinculan al costo que tuvieron, sino al costo de reposición, de manera que compran al precio de hoy pero venden al precio de mañana. El bochinche, en todo caso, promueve la espiral inflacionaria.
La última “distracción” del Directorio del Banco Central la padecemos los venezolanos diariamente. Y es de lo más inexplicable: estaba de anteojitos que el cono monetario no correspondía con la inflación. Con un poquito de previsión (que una cosa es no publicar las cifras y otra es no saber lo que pasa y va a pasar) se pudo haber enfrentado el problema a finales de 2014 y adelantar algo para la emisión de billetes de 200 y 500 Bs. Pero pasó todo el 2015 y nada. Y luego este año casi completo.
Ahora a las colas para comprar comida se agregan las colas para retirar efectivo, o la búsqueda desesperada de un cajero con dinero. Los que transportan valores dan más viajes que nunca. Los bancos se quedan sin efectivo, o pagan miles de bolívares con billetes de 20. Llamar al billete de 100 Bs., “billete de alta denominación” es solo un decir: ni un café se puede comprar con 100 Bs. Los comerciantes están haciendo negocio con el “avance de efectivo” (cobran 10% lo menos, y otros 15%); cualquiera que tenga un punto se mete a banquero, pues.
¿Se hacen cargo ustedes, señores del Banco Central, de cómo las consecuencias de su inacción afectan a los venezolanos diariamente? Porque para prever la necesidad de billetes de más valor no se necesitaba una maestría, bastaba con el sentido común.
En los últimos meses, quién sabe si es la campaña de algún sádico, aparecen noticias no oficiales sobre la llegada próxima de los nuevos billetes. Son noticias oficiosas, atribuidas a “fuentes del BCV” que no se identifican. Mientras, ustedes ni ratifican ni desmienten. Nunca informan. Como la esfinge de Keops, totalmente callados.
Tun tun, ¿hay alguien allí?

Domingo 20/11/2016. Aporrea

El hombre del Vaticano y el hombre del Norte

Orlando Zabaleta.


I
Cuando monseñor  Emil Paul Tscherrig, enviado del Papa Francisco, aceptó la misión de mediación en Venezuela, no imaginaba el vaporón en el cual se estaba metiendo.
Su experiencia diplomática, y cuatro años como Nuncio en Argentina más otros cuatro en el Caribe lo hacían idóneo para la tarea. La mediación demanda tacto, precaución para saltar los imprevistos baches que los contrincantes colocarán en el camino, un poco de carisma, instinto para saber cuándo y cuánto de intimidación aplicar. Pero sobre todo requiere la paciencia de un santo, que arbitrar entre políticos es un via crucis de infinitas estaciones: sentar en una misma mesa a gentes que no se quieren ver ni en pintura es la primera parada; la siguiente es que un gentío que no está de acuerdo ni en la hora aprueben una agenda de discusión, luego ir punto por punto, y así sucesivamente hasta llegar al Domingo de Resurrección. Hay que tomarlo como los alcohólicos: cada día sin beber es una victoria; cada paso, cada parada es un pequeño triunfo.
La primera victoria, así se creía, es que ambas partes aceptaron lugar y fecha para la primera reunión (Nos vemos en Margarita el domingo). Así que monseñor Tscherrig da confiadamente las declaraciones haciendo público el acuerdo.
Y allí, sin empezar el via crucis de la mediación, comenzó el calvario. Sale Capriles quejándose de que se enteró por televisión. Y se arma el jaleo. Después de dimes y diretes queda claro que Chúo Torrealba sí es el Coordinador de la MUD y que fue autorizado por los partidos para asistir a la reunión, y que todos los partidos sabían de la reunión y del acuerdo. Pero no se sabe si los teléfonos de Capriles funcionan, ni si los de la MUD se llaman entre ellos.
¿Conocerá monseñor Tscherrig la experiencia de Carter?

II
En agosto de 2004 todo el mundo sabía que Chávez ganaría el referéndum revocatorio. Todas las encuestadoras, nacionales o extranjeras, le daban al menos 10 puntos de ventaja al chavismo. El jueves anterior a las votaciones, en un hotel capitalino, las encuestadoras amigas de la Oposición (Datanálisis, Keller) se lo dijeron clarito a los jefes de la Coordinadora Democrática (anterior nombre de la MUD). Todo el mundo lo sabía, menos la perdida clase media, a la que Rabel, Granier, Otero, etc., tenían convencida de que a Chávez no lo quería nadie.
Al conocerse los resultados tan adversos, la primera reacción de la Coordinadora fue desaparecer de la Quinta La Unidad. Corren al Hotel Tamanaco a buscar la ayuda y apoyo del expresidente colombiano Gaviria, Secretario General de la OEA entonces, y del ex presidente Carter. Pero el equipo técnico de la OEA y del Centro Carter ha realizado un conteo rápido que coincide con los resultados emitidos por el CNE, así que ni Gaviria ni Carter van a desconocer a sus propios técnicos para apoyar a los Opositores.
La Coordinadora había rechazado los resultados al principio con el argumento de que “no estaba presente cuando se hizo la totalización” (que es como rechazar que 8 por 6 es 48 porque no se presenció la multiplicación). Le piden a Gaviria y Carter que negocien por ellos con el CNE: ofrecen reconocer los resultados si se realiza una auditoría con una muestra específica. Gaviria y Carter se van al CNE y logran la aceptación de la propuesta opositora. Pero mientras iban, los jefes de la Oposición cambian de opinión y ahora plantean una muestra más grande. Carter, sorprendido, se molesta y los acusa de poco serios. Al final la postura pública de la Coordinadora fue pedir la auditoría del total de las mesas y no participar en la que ellos habían pedido.
Carter es caceroleado al intentar degustar una pasta en el restorán caraqueño Limoncello. Dice mucho del nivel de los opositores el que creyeran que Carter, un expresidente de Estados Unidos, se había metido a chavista.
En las elecciones regionales, unos meses más tarde, la Fundación Carter se negó a participar como observadora. A lo mejor Carter creía que los de la Coordinadora necesitaban psiquiatras y no políticos.
Volviendo al presente, ya la MUD arrancó mal con monseñor Tscherrig. Primer chasco, y no será el último. Eso pasa en los diálogos cuando se quiere y no se quiere.

Sábado 29/10/2016. Aporrea.

Y ganó el loco

Orlando Zabaleta.



La ciudad industrial
Todavía estoy a tiempo de recordarlo: Detroit era la orgullosa capital mundial del automóvil. Aún tienen allí su sede la Ford, la General Motors y la Chrysler. El automóvil fue la industria punta del capitalismo durante casi todo el siglo XX. Pero con los 70 llegó la amenazante competencia japonesa. Alguien propuso pintar los motores de los autos gringos con la bandera de las estrellas y las barras, para así, vía llamado patriótico, detener la nueva invasión nipona. Demagogia hipócrita de las grandes automotrices: cuando el exhorto chovinista no les dio resultados, mudaron la producción de partes y el ensamblaje a otros países, donde los salarios fueran bajos. Además la industria automotriz se robotiza con rapidez; es decir, ofrece menos puestos de trabajo con rapidez. Ahora llaman a Detroit la ciudad fantasma. El desempleo está cerca del 50%. La gente abandonó la ciudad en estampida y dejó cientos de miles de casas y edificios abandonados. Apenas quedan 700 mil habitantes sobreviviendo.
Detroit es la capital del estado de Michigan. Donde nunca ganaban los republicanos. Pero Trump logra, contra todo pronóstico, ganar en Michigan. No con una gran diferencia, pero el primitivo sistema electoral norteamericano no sabe de representación proporcional.

La empresa más admirada
Los actuales modelos del capitalismo son las corporaciones de informáticas. Apple encarna el arquetipo, mitología incluida. La empresa que arranca en el garaje de unos jóvenes rebeldes es la prueba viva de la fuerza del “sueño americano”. Revoluciona el mercado con los productos que lanza: su reproductor mp3 no es un reproductor mp3: es un iPod. Redefine con su teléfono y su tableta los nichos respectivos. Según la revista Fortune, fue la empresa más admirada del mundo entre 2008 y 2012 (en plena crisis). Según el índice BrandZ (índice que utiliza además de los balances de las empresas, la percepción de sus usuarios), Apple es la marca más valiosa del mundo.
Sí, sin duda es la principal marca gringa. Pero, ¿dónde tiene sus fábricas? Muy lejos de su sede en California: en China. Allí trabajadores chinos con bajos salarios (mujeres y niños en las llamadas “Zonas Especiales”) producen los laptops, las tabletas, los celulares de Apple.
La miel de los salarios bajos es muy atrayente porque allí también produce la Disney los “souvenires” y juguetes de sus famosos personajes. Igual que la HP, otro ícono del mundo del PC. Todos fabrican en China.
Estados Unidos se está quedando con las Marcas, mientras el Oriente se queda con las fábricas. El país metrópolis del capitalismo se está desindustrializando. Detroit no es la única ciudad corroída por el desempleo. Trump dijo que obligaría a las empresas a regresar sus fábricas a América. Hubo gente que se lo creyó.

La crisis que no cesa
La última crisis mundial del capitalismo de 2008 no ha sido superada aún. Hay indicadores pre-crisis que no han regresado. Ya sabemos, experiencias de más de un siglo, que los niveles de empleo son lo último que se restituyen en la fase de recuperación. El capital, luego de la caída, usa su capacidad instalada ociosa sin necesitar más trabajadores. El crecimiento lo impulsa la tecnología, o sea: menos requerimiento de mano de obra; el fenómeno se ha acentuado desde los 90.
Ese es el trasfondo del caso Detroit. Y del horroroso nivel de desempleo de España entre los jóvenes.

La sorpresa
La crisis económica no es la única razón por la que ganó el loco. La candidata rival ayudó bastante: es difícil escoger entre dos figuras tan inmorales. La Clinton es la vieja y poderosa mafia politiquera casada con el gran capital, gana en los estados más ricos, en las ciudades más populosas, donde los servicios (útiles o inútiles) de todo tipo desplazaron al trabajo industrial. Es el capitalismo actual y futuro: viciosamente especulativo. Pero en los pueblos pequeños, no es la rebeldía anti-estatus lo relevante. Es el atraso, no lo adornen. Allí gana el loco porque el sector más atrasado (machista, xenófobo, racista, excluyente, homofóbico) añora la perdida “grandeza americana”, le importa poco otras consideraciones distintas a su rabia, y lo apoyó.

Entramos al mundo de lo impredecible.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Yo dialogo, tú dialogas, ambos monologamos

Orlando Zabaleta.



Empecemos reiterando lo obvio: el diálogo es indispensable. Hay que estar enfermizamente ofuscado para no verlo. Que la alternativa al diálogo es la guerra. Es decir, la muerte, y, ojo, la muerte no siempre es la de otro.
Ya es aterrador que un adolescente, odio inoculado de por medio, clame por sangre y violencia a través de las redes sociales. Pero Leopoldo López, Freddy Guevara y los profesores universitarios que colocan mensajes de guerra en Facebook son más que tarajallos para seguir con esas vainas.
Y dejo constancia de que no soy un pacifista a ultranza, y me perdonan. Que no le estafo el derecho de rebelión a los oprimidos. Pero, a menos que uno sea un irresponsable, se apela a la violencia solo cuando se demuestra su pertinencia y su absoluta necesidad. Por ejemplo, para “romper las cadenas que nos ataban al Imperio español”, o para enfrentar al “Amigo del Norte” si pretendiera invadir nuestras tierras patrias.
Caso típico para rechazar la violencia es el actual: ninguna de las partes puede aniquilar a la otra. Ni el gobierno puede disolver la Asamblea porque le dé la gana sin violar la Constitución, ejecutar un golpe de estado y abrir las puertas de la violencia. Ni la Oposición puede derrocar al presidente y acabar con el chavismo, por más empeño de sangre que le ponga. Cuando una de las partes cree que puede destruir a la otra no dialoga, guerrea.
Esa es la razón determinante para apoyar el diálogo: que la alternativa es la violencia sin sentido y sin futuro. Lo demás, que si las instituciones o nuestro amor por la paz, son adornos.
Otro sí. Un viejo truco para sabotear el diálogo aparentando estar de acuerdo es pedir al contrario que se rinda antes de sentarse a negociar. Así hacen los que exigen “condiciones” para asistir a la mesa de diálogo. Los opositores que no irán a dialogar si antes el gobierno no suelta a los “presos políticos” y llama al Revocatorio; igual sería si el gobierno pusiera como condición para negociar que la Oposición retirara el pedido de Revocatorio y aceptara la decisión de los tribunales sobre los “presos políticos”. Precisamente esos son temas a discutir.
Cierto, los diálogos como estos, dentro de una correlación política compleja, se ganan o se pierden en gran parte fuera del mismo diálogo, en el entorno. Por ejemplo, convenciendo a terceros (casi siempre pacifistas y enemigos de las reyertas, para eso son terceros) que uno quiere dialogar pero la otra parte no. El gobierno fue el menos torpe en este terreno. O hubo una división del trabajo, porque Diosdado Cabello bombardeó bastante el diálogo y aun funge de provocador constante. Además el gobierno tiene con qué golpear (la suspensión de la recolección de firmas) mientras llama al diálogo. La Oposición se ha debilitado y solo pudo responder a lo de las firmas con esa teatral sesión de la Asamblea aprobando una retahíla de “medidas” o “acciones” (uno no sabe): que si la nacionalidad de Maduro, o la declaración de abandono del cargo.
La Oposición ha sido coherentemente torpe para encarar el diálogo. Una parte de la ella no lo quiere, y jura, aunque no lo diga, que el asunto se resuelve con sangre. Mientras otra parte, así no comparta los anhelos sanguinarios, calla por temor al público opositor vampiresco. Una Oposición tan dividida y con un desubicado como Capriles adentro tiene que ser fuente de incoherencia, como esa de pedir la mediación del Vaticano y estar a punto de carrear al enviado.
De frustrarse el diálogo, todos querrán endilgarle la culpa al otro por el fracaso; menos mal que no es una rifa, porque de serlo la Oposición tiene casi todos los números comprados.
Otro aspecto es cómo afecta el paso del tiempo: ¿quién se debilita mientras se negocia? Nadie lo sabe con seguridad, pero ambas partes juran que es la otra. El gobierno subestima la profundidad de la crisis económica y el malestar reinante. La Oposición sobrevalora su capacidad de arrastre y su incidencia sobre los descontentos (y la influencia de la Casa Blanca). Malas cuentas que no ayudan al éxito del diálogo. Y que incitan a que los negociadores ensimismados monologuen para sus respectivos fans. Se requiere un diálogo más inclusivo.

Domingo 6/11/2016. Aporrea.

lunes, 24 de octubre de 2016

La suspensión inaudita, ¿hasta dónde hemos llegado?

Orlando Zabaleta.



I
La caída del bloque soviético no se debió a una conspiración de la CIA. Eso debería ser noticia vieja. El sistema, además de aterrador y de robarles el poder a los trabajadores, luego de un portentoso crecimiento acabó estancado. El poder monopolizado por la burocracia reveló que la propiedad estatal y el socialismo no son lo mismo.
El capitalismo, en crisis desde el fin del “Estado de bienestar” en los 70, aprovecha la declinación de ese “socialismo”, que se presentaba como su alternativa, para forzar la única solución que tenía a la mano: la súper explotación. Logra imponer el retroceso  a formas brutales de privatización de las riquezas, pregona que solo es posible el capitalismo más bestial. Tilda de “novedosos” a viejos esquemas del capitalismo pre Segunda Guerra Mundial. Invierte el lenguaje, llamando revolución a la reacción conservadora, y conservadora a la resistencia a la sobreexplotación. Tiene éxito en esa reinversión ideológica, porque la desprevenida clase media, que en su mayoría, lejos de leerse un libro, construye su opinión según el dictado de los medios, le compra el discurso enterito.
Por ello no se puede enfrentar al neoliberalismo y su obsolescencia con el viejo estatismo. Eso no es una salida socialista, sino poner a pelear al keynesianismo con los neoliberales.
Chávez ayudó a aclarar el asunto. Estableció el socialismo del siglo XXI como consustancial con la democracia. E insistió en ello. Lean la Introducción del Plan de la Patria (basta con los cuatro primeros párrafos): la transición al socialismo, apremió, es la democratización más radical y el desmantelamiento del estado burocrático. La democracia, definida como radical, es decir, directa y protagónica, no es un terreno extraño y provisional en el cual el socialismo lucha contra el capitalismo por necesidad.

II
Suspender la recolección del 20% de las firmas es inaudito. Es afectar un derecho constitucional,  (penalizar a un amplio sector del país por una minoría), argumentando que hubo firmas fraudulentas. Igual las hubo (firmas planas, huellas repetidas, muertos firmando, etc.) cuando el referendo de 2004. Y Chávez fue incapaz de plantear esa argucia. Es una decisión de gravedad extrema. La dirigencia del proceso (que amalgama al gobierno, al estado, al partido y a la FA) da un paso más para igualarse a la Oposición: igual que para la MUD, la Constitución es un instrumento adaptable y la democracia solo es válida cuando permite acceder o conservar el poder.
Los que se autoproclaman “hijos de Chávez” enfrentan abiertamente su herencia en los puntos relacionados con la democracia, la Constitución Bolivariana y la necesidad de salvar el planeta.
La situación es compleja. Maduro no cuenta con más del 20% del apoyo popular (y dentro de este 20% una parte lo apoya por el temor a la locura opositora, sin compartir las ejecutorias del gobierno). Pero la Oposición no es dueña del 80% restante, aunque quiera adjudicárselo. Al menos la mitad de ese 80% desconfía o está también en contra de la Oposición.
La mayoría del pueblo sabe más de lo que creen los analistas. Sabe que la salida de Maduro no elevará el precio del crudo a los 60 dólares (para superar la crisis), sabe que el problema es estructural. El gobierno perdió el tiempo irresponsablemente hablando de la “guerra económica” en lugar de enfocarse en la caída de los ingresos petroleros y en la falta de producción interna. Tamaña reacción oficial rebasa el límite de lo creíble, pero así sucedió.  Pero regresar a los 90, a utilizar las melladas recetas del FMI solo profundizará la recesión en la cual nos hundimos.
Ambos lados deberían asumir que la mayoría quiere salir de la crisis. Y no jugar con ella.

III

¿Qué pretende el gobierno al buscar detener la recolección de firmas del 20%? La torpeza de la MUD y sus luchas internas la han debilitado en los últimos meses. Pero no es el momento para aprovechar “oportunidades”, porque apostar a un desenlace rápido que postre a la MUD es ir por un camino peligroso. Hay que repetir lo mismo de siempre: dejen de ver la nata y miren hacia abajo. Allí verán el descontento amplio y profundo, porque, si no lo saben, estamos pasando hambre.

Sábado 22/10/2016. Aporrea.

domingo, 16 de octubre de 2016

Yo presidente, el eterno sorprendido

Orlando Zabaleta.


Todo se ha conjurado para mantenerme de sorpresa en sorpresa desde que asumí el mando. Y no solo a mí, también ministros, asesores, generales, altos dirigentes, han sido víctimas de lo inesperado.
Yo juraba que el barril de petróleo a menos de 100 dólares era una especie extinta que nadie vería más nunca, jamás, y que lo del crudo de esquisto era un rumor exagerado (quién iba a creer que se sacaría petróleo en cantidad de las piedras). Pero, de improviso, el precio del petróleo se desplomó y llegó hasta el suelo. Hasta Ramírez decía, al empezar mi mandato y cuando todavía era súper ministro, que teníamos dólares para lo que fuera. Y (oh, sorpresa) los dólares dejaron de entrar y de alcanzar.
De sopetón supe que importamos (con dólares) el 96% de lo que consumimos. O sea: alimentos, medicinas, insumos para mantener la partecita que fabricamos aquí.
Sabía que nuestro nivel de importaciones era alto. Pero como siempre habíamos funcionado así como país, y nos enfrascábamos todos, gobierno y oposición, en discutir otros temas (que si dónde nací yo, que si protegíamos a Al Qaeda, que si producíamos uranio enriquecido con fines atómicos, que si Songo le dio a borondongo y borondongo le dio a Bernabé), pues parecía que esa dependencia tampoco era mal de morirse.
Entonces se presentaron las colas y la escasez de las cosas más elementales. Dijeron los asesores que no era por falta de producción o importación, que había productos como arroz, que lo que pasaba era que el 40% de esos bienes se escapaban contrabandeados a Colombia. ¡Quién lo hubiera imaginado! ¡El 40%! Entonces cerré la frontera, para cortar ese desagüe constante de alimentos y gasolina que tantos dólares nos cuestan.
Pero, ¡pasmo!, al mes era evidente que, lejos de amainarse, la escasez crecía y crecía. O sea, hay fronteras impenetrables, y hay fronteras intrancables. Me entero entonces, ¡maravilla! , que los caminos verdes están por todas partes y que hay mafias, guardias, policías, financistas haciendo negocio parejo con el contrabando de todo género.
Mire, cuando uno tiene dinero todo el mundo se muere por darle fiao. ¡Lléveselo y me paga cuando quiera, no se preocupe!, le dice zalamero el vendedor o el prestamista. Pero, ay, cuando se corre la voz de que usted anda buscando medio pa´ completar un real, todos se presentan mal encarados a cobrarle y nadie le quiere prestar. Con la merma de dólares, inesperadamente la cuantía de la deuda en dólares produce un friíto en la espalda, porque hay que pagarles con puntualidad sacrosanta su dinero a los banqueros de afuera.
Reforzamos entonces la distribución, que si Mercal, PDVAL. Pero algo iba mal en eso. Casi me da un infarto cuando asombrado me contaron que los Abastos Bicentenarios estaban carcomidos por la corrupción, que se habían podrido, que todos allí se dedicaban al bachaqueo permanente. ¡Quién lo hubiera pensado! Fue una de esos imprevistos que te dejan sin aire. Porque creo que nadie en el país sospechaba de esa pudrición.
Aunque los Bolipuertos dependen del Ministerio de Transporte, cuyo titular nombro yo, no había forma de que alguien supiera qué pasaba allí: ni cuánto ni cuándo ni qué llegaban en los contenedores, ni menos cuándo saldrían. Y es en los puertos donde recogemos las cosechas más grandes de alimentos, así que nombré al general Padrino López de superministro y jefe de la súper Gran Misión Abastecimiento Soberano (lo de “Soberano” es un decir, claro, que no hay mucha soberanía en importar alimentos de un país extranjero). Fue inesperado eso de contenedores sin dueño, extraviados, llenos de productos vencidos.
Pero no todas las sorpresas fueron desagradables. Me satisfizo mucho descubrir que los de la Gold Reserve, la transnacional canadiense que nos había demandado, no eran tan malucos como me los habían pintado. Que no eran unos bichos destruye Madre Tierra, sino buena gente.
Me dirigiré a la Nación, porque acabo de enterarme de algo verdaderamente sorprendente: la salida de la crisis es la producción interna, que debemos producir buena parte de lo que importamos. No lo sabía hace 3 años.
Es bueno llegar a ser presidente. ¡Uno se entera de cada cosa!

Domingo 16/10/2016. Aporrea

martes, 11 de octubre de 2016

Vivir viendo a la nata

Orlando Zabaleta.



El Caracazo enseñó (pero solo a los que quisieron aprender) muchas lecciones. La más importante había que extraerla de su “imprevisibilidad”. Sí, fue una gran sorpresa para todos; pero, además de constatarlo y repetirlo tanto, había que preguntarse por qué nos sorprendió.
La respuesta era elemental: Nos sorprendió porque no estábamos viendo hacia donde debíamos ver. Estábamos enfocados en el sector político y opinador, proveedor universal de insumos e instrumentos para la producción de creencias.
La nata, pues. La que llena la prensa y la televisión con sus opiniones. La nata, independientemente de que fuera de derecha o de izquierda, compartía muchos mitos e invenciones: que los partidos eran los inevitables protagonistas de todo, y que dentro de los partidos los dirigentes tienen el derecho natural de decidirlo todo. Tal como le había enseñado Betancourt a la derecha, las “masas” irían a donde vayan sus dirigentes. Y tal como había aprendido la izquierda de las diversas variantes del marxismo ruso, la vanguardia decidiría por las “masas”.
Con tales ideas reputadas como incuestionables, era inconcebible que espontánea y masivamente hubiese una protesta violenta de magnitud que durara más de 6 horas. Sin ningún partido detrás, imposible.
En 1989, todos, ocupados en ver a la nata, no veíamos hacia abajo. Los de abajo estaban llegando al límite luego que el Viernes Negro desató la caída del nivel de vida general. Y soportaban la crisis y la corrupción, la inoperancia y el olvido, la desastrosa incapacidad de Lusinchi. Soportar todo eso y luego el descarado engaño de CAP II y sus dos programas: uno para ganar las elecciones y otro para gobernar, era como mucho.
La lección más importante del Caracazo, pues, es que hay que ver hacia abajo. Que ver solo a la nata es ceguera que puede ser peligrosa manía.
Cuando Caldera II repite lo mismo que hizo CAP (ganar las elecciones con imagen antineoliberal y adelantar un gobierno neoliberal) y privatiza todo lo que puede, y entrega el negocio petrolero por tres lochas, y el pueblo paga los platos con inflaciones mayores de cien puntos y caídas gigantescas del PIB, y el gobierno no alcanza ni un 10% de apoyo, el pueblo ha aprendido mucho. El pueblo intuye que no le conviene otro Caracazo y sabiamente aguanta el chaparrón. Y busca salidas, hasta que aparece Chávez, que es casi un invento del pueblo venezolano.
La crisis actual es, indudablemente, la peor crisis desde la llegada del negocio petrolero. Hay hambre, lo que contrasta con los avances sociales alcanzados en la primera década del siglo. El rentismo capitalista colapsó definitivamente. El gobierno fue incapaz de percibir las claras señales que anunciaban la crisis, y luego se dedicó a enfrentarla de lado, a nivel sintomático (y a veces a nivel meramente mediático), y mantiene la rémora de un Estado incapaz y corrupto. El 80% del país no quiere a Maduro.
Lo asombroso es (ante la cuantía del rechazo, el tamaño de la crisis, la torpeza del gobierno y la injerencia del Imperio) el nivel de estabilidad y/o resistencia de Maduro. Claro, otros factores lo apuntalan: la brutalidad de la oposición (que ayuda), el apoyo de la FA (que no es poca cosa).
Pero la mayoría de esos factores son consecuencias de una condición estructural: la polarización social. O sea, las visiones y los horizontes distintos, que aquí está sembrada la inclusión, la justicia social, el orgullo soberano, la solidaridad, entre la mayoría de los venezolanos. Miren hacia abajo y lo verán.
El uso de polarización política para concentrar a los respectivos partidarios, auspiciar la locura y ocultar los errores propios es algo detestable, es verdad. Es inmoral que el gobierno utilice la polarización política para encubrir la ineficacia y la corrupción, mientras la oposición la utiliza para convertir el descontento en odio y en gritos aventureros de una Derecha sin norte ni concierto.
Pero hay que ver más allá de la nata. Aunque al 80% no le guste Maduro, más de la mitad de esos descontentos tampoco quiere entregar su destino a los especuladores de Consecomercio ni a los financistas de la MUD. Los descontentos con gobierno y oposición no son unos “ni-ni” de posturas descoloridas, así que les resbalan los discursos de reconciliación, las baladas sobre el amor que acaba con las ideologías y demás bellas generalidades inútiles.
Seguramente una política “despolarizada” de acuerdo nacional se parecería a la del Arco Minero, que reconcilió gobierno chavista y transnacionales mineras. No es muy diferente de la propuesta opositora de negociar préstamos con el FMI.
Es complejo. Pero se entiende más si se mira hacia abajo.

Domingo 9/10/2016. Aporrea.

martes, 27 de septiembre de 2016

Se combate en la memoria

Orlando Zabaleta.


El Viernes Negro, febrero del 83, estaba marcado en el calendario años antes de que llegara. Pero igual todos se sorprendieron, que allí empezó la caída en tobogán de los niveles de vida del país.
En esos casos tan estrepitosos, evadir la responsabilidad con el consabido “yo no fui” es difícil. Lo más eficaz no es negar la culpa sino diluirla, repartirla entre todos. Los responsables del Viernes Negro seríamos todos los venezolanos: los botarates mayameros y los que pasaban hambre, los que sacaban los dólares y los que se que
daban desempleados, los que tomaron las decisiones y los que corrieron con las consecuencias. Profesores, sociólogos, analistas, opinadores de toda laya y de todos los medios disertaban sin descanso sobre la esencia derrochadora y manirrota del venezolano.
En las tertulias que se armaban en cualquier sarao o reunión, todos se hacían la mea culpa, se declaraban culpables y ta’baratos. Yo, por puro ánimo de fastidiar, proponía una simple encuesta: Vamos a ver, decía, ¿cuántos de los presentes han viajado a Miami? Normalmente ninguno de los 7 u 8 que tanto se autoacusaban de manirrotos había ido al Norte, a lo sumo uno había gastado unos pesos en Cúcuta.
La élite política y económica de la sociedad quería ocultar su fracaso. Los empresarios, que se habían beneficiado del gigantesco gasto público de la Venezuela saudita, también querían ocultar de la visión pública la increíble manguagua de que el Estado les reconociera su deuda externa como si fuera propia y la pagaría con dólares preferenciales.
Veamos el Caracazo, en febrero del 89. El sacudón tuvo sus diferentes versiones. La preferida por la derecha, la más simplona, es que fue un asunto de malandros. Pero durante las primeras horas prácticamente todo el mundo saqueó, porque todos mientras veían los saqueos por TV aprobaron, aplaudieron, o al menos sintieron un fresquito. El sacudón tuvo inicialmente un espíritu fuenteovejúnico, era un acto de justicia, pero a media mañana la clase media dejó de disfrutar el espectáculo y se asustó; porque ¿y si los saqueos no se paraban y llegaban hasta su urbanización?
El Caracazo fue la primera rebelión en el mundo contra el paquete neoliberal. Lo que ocurrió luego en toda Latinoamérica demostró lo justo de la revuelta. Que los 90 dejaron una estela de hambre y parálisis económica en nuestros países.
También con el Caracazo se peleó en la memoria. La campaña arrancó inmediatamente: se habló de las grandes pérdidas y de los daños ocasionados al país. El pueblo venezolano había perdido los estribos por unos días. Se pretendió que fue una borrachera del pueblo, y se administraron mensajes para producir la resaca. Se inoculó complejo de culpa en grandes cantidades por prensa, radio y televisión. Para reforzar el tratamiento, amparados en la suspensión de garantías, se realizó una sangrienta represión contra los sectores populares que dejó miles de muertos.
La historia hubiera sido otra si los vivarachos del Viernes Negro hubiesen logrado ocultarse bajo la culpabilidad universal. Más otra si el pueblo hubiese sentido complejo de culpa por el Caracazo.
Se montó en el 2010 una temeraria operación para reescribir la historia de Carlos Andrés Pérez: Libros, artículos de prensa, autobombo publicitario y demás. No supe quién pagaba el operativo. Imposible revalorizar a CAP que unos años atrás daba lastimosas declaraciones a favor de un golpe y de una dictadura, posturas tan torpes que Ramos Allup, que ya lo había expulsado de AD, declaró que no tenía nada que ver con ese viejo. La operación rescate fracasó.
Lo que pensamos sobre lo que pasó, balances que actualizamos, lo hacemos desde el presente, y pesa sobre el presente. Eso de la “historia objetiva” es algo inexistente y estéril. Repito: se combate en la memoria.
La derecha cree que el balance del chavismo y del proceso se parecerá a su ceguera y partirá de su exclusión. Incluso por encima de la corrupción e ineficacia de los dirigentes chavistas que nos han llevado a esta profunda crisis, la derecha fracasará de nuevo en imponer su versión, que hace décadas que el pueblo dejó de ser pendejo. Esta batalla en la memoria por el balance del proceso es la más crucial de todas.

Domingo 25/09/2016. Notitarde/Lectura Tangente.

domingo, 18 de septiembre de 2016

La Oposición: más perdida que tapita de pendrive

Orlando Zabaleta.

Cualquiera creería que con esta dura situación económica que los venezolanos enfrentamos día tras día, y siendo la política una ciencia de las oportunidades, la Oposición ya hubiese conseguido al fin delinear una línea política eficaz e inteligente ante el poderoso adversario que siempre la había derrotado. Que la Oposición dejaría atrás las brutalidades de los últimos quince años, que son bastantes: oponerse a la Constitución, adelantar un golpe de Estado con unos generales y el presidente de Fedecámaras, negarse a participar en unas elecciones parlamentarias, perseguir en sus propias casas a sus seguidores para torturarlos con guarimbas y una larguísima lista de horrorosos etcéteras. Y dejando atrás esas torpezas diseñaría una línea política que expresara las molestias y aspiraciones de los venezolanos ante esta terrible crisis.
Pero no, no es así. La Oposición sigue tan torpe como de costumbre. Más perdida que tapita de pendrive. Todos saben que la victoria electoral del 6D se debe a la crisis económica y a los desaciertos del gobierno, y no a las propuestas, a las políticas o a las virtudes de los dirigentes de la MUD, que la Oposición ni campaña electoral hizo. Quién sabe si esos dirigentes sí creen que se debe a ellos el arrastre de la Oposición (vanidad de vanidades, todo es vanidad).
La MUD, luego de declarar la guerra al resto del Estado el mismo día en que tomó el control de la Asamblea Nacional, y de prometer una salida de Maduro en el primer semestre, se quedó en el aparato discutiendo las opciones de “renuncia, reforma constitucional o referendo”. No era poca cosa esa perdedera de tiempo: expresaba grandes diferencias entre los sectores de Oposición. Solamente discutir como alternativa lo de la “renuncia” es sintomático, porque se sabe que Maduro no es militante de la MUD, ergo, no iba a renunciar si en el debate hubiese prevalecido la opción de pedir la renuncia. Pero los que proponían esta opción apenas ocultaban el verdadero sentido de su política: tener una excusa para generar una situación de violencia casi permanente, que los muertos aderezarían la petición de renuncia, política incierta a más no poder.
Lo del 1S fue demostrativo hasta para sus propios partidarios. Una marcha publicitada casi como “batalla final” (como le gusta llamar a El Nacional) que, después del esfuerzo de movilización desde todo el país, resultó que sólo era para hacer un llamado a cacerolear esa noche a las 8:00 pm. Sus propios seguidores, molestos, arrancaron ese día con la etiqueta “#maldita mud”. Empiezan a sentir que con esos dirigentes no se puede llegar a ninguna parte. Máxime cuando lo que sí no han descuidado los jefes opositores es lanzarse a candidatos a presidente y a gobernador; encabezando la candidaturitis el mismo Ramos Allup.
Era fácil vaticinarlo: que luego del 1 de septiembre el mundo seguiría existiendo, pero la Oposición seguiría sin tener política.
La crisis económica es profunda, sus efectos son crueles y sobre todo afectan a los más pobres. El gobierno no ha sabido en estos años manejar la situación, cuyos factores más amenazantes eran perfectamente predecibles. Hasta arrancó el año con un ministro encargado de la economía que negaba que hubiera inflación, es decir, que funcionaba más como ministro de comunicación que como ministro de economía.
Dentro del argot del mundo político hay un viejo dicho, muy citado y muy reputado: “En política los errores se pagan”. Pero a pesar de su pedigrí y popularidad la máxima es falsa: los errores se pagan si hay quien los cobre. O sea, si hay quien tenga capacidad y fuerza para cobrarlos.
La Oposición no está a la altura de cobrar los errores del gobierno. No es el único factor que favorece al gobierno, es cierto, pero es por eso que entramos al último trimestre del año en este anticlímax surrealista.

Sábado 17/09/2016. Aporrea.

lunes, 12 de septiembre de 2016

La Polarización en la picota

Orlando Zabaleta.


Todo el mundo habla mal de la polarización que vive el país, desde pretendidos ninís hasta chavistas y opositores. A la polarización la acusan de las idioteces y las justificaciones de marramucias que los incondicionales de cualquier bando repiten sin pensarlo mucho; aunque la idiotez y las fallas éticas sean, como los delitos penales, una responsabilidad personal.
Se acostumbra, luego de acusar a la polarización de “dividir al país y está destruyendo a Venezuela”, continuar con el viejo pregón de los valores comunes, variedad de discurso abstracto nebuloso de opinión, que culmina en la jauja de la unidad total de los venezolanos. Son críticas de buena intención, inútiles pero bien intencionadas.
Pero la mayoría de los ataques a la polarización son de mala intención. Como el que condena la división que generó Chávez porque antes, en la IV, éramos muy igualitos y nos queríamos mucho y ahora por la polarización ni nos entendemos, y la culpa es de los malditos chavistas, que son unos ignorantes faltos de valores, aúlla el opositor que quiere despolarizar al país y asemejarnos a punta de plomo.
También hay mala intención en el “oficialista” que critica la polarización, pero la usa para ocultar su ineficacia y su corrupción, y peor aún para eternizarlos (porque sabe que con la polarización integra y cohesiona a los seguidores). Como esos alcaldes chavistas que pretenden encubrir su deplorable gestión con argucias de liderazgo, denuncias a la guerra mediática y llamados a la unidad.
Opositores y chavistas atacan la polarización de la boca para afuera para mostrarse más civilizados de lo que en realidad son y para ganarse a los intermedios que le tienen miedo a la sangre. En fin, en un país tan polarizado también las críticas a la polarización están polarizadas.
En los 60 el enfrentamiento político llegó a nivel de lucha armada. O sea, tiros, torturas, desaparecidos, muertos. Muchos adecos, anticomunistas crónicos, se dedicaron a la persecución y la tortura del contrario. Pero en cambio otros adecos ocultaron a perseguidos, pecevistas o miristas, porque eran familiares o amigos. A nadie se le ocurrió la bajeza de cacerolear a su adversario político mientras comía con su familia en un restaurant. Que la familia y el hogar del contrario eran sagrados.
La polarización de los 60, aunque fuerte y violenta, ocurría solo en el nivel político. Había la creencia de que la política era una manía personal de algunos (“A mí no me interesa la política”).
Luego vinieron el Viernes Negro y el Caracazo. La sociedad ya no estaba para separaciones de Muralla China. Sobre todo esa que aísla la política del resto de la vida. Cada vez más la discrepancia fue social-económica-política-cultural.
Las caídas no nos hacen sabios, pero siempre hay una excepción. Y el desplome post Viernes Negro sí nos enseñó bastante, aunque cayéramos en ilusiones de tecnócratas y en los dolorosos experimentos neoliberales. Al menos el pueblo aprendió.
Entonces emergió esta polarización de raíz social, basada en visiones contrapuestas.
Unos desprecian a la inmensa mayoría de la población, practican el racismo social y quieren regresar a la vieja sociedad de la exclusión. No aprendieron nada de las últimas 3 décadas y creen que Mendoza es un genio de la industria, aunque en 50 años ni siquiera haya resuelto lo de las chapitas de cerveza sin divisas del estado. Quieren repetir las recetas FMI de los 90. Admiran a Obama, y justifican las políticas guerreristas e injerencistas de los EEUU.
Otra visión, la de los pobres, cree en una sociedad incluyente, en la participación de la mayoría y en la justicia social. Piensa que los yanquis deberían combatir su racismo y mejorar su atrasadísima y chucuta democracia en lugar de estar invadiendo a los demás países. Y que la Patria ni se regala ni se vende, ni se compara con un paquete de harina.
Dos visiones intensamente sembradas. Y no hay forma de que una de ellas desaparezca. Así que lo pertinente no es el ocioso deseo de que esos enfoques se fusionen en un gentil discurso vacío dizque integrador. Sino pensar cómo conviven con daño mínimo, por ahora.

Lunes 12/09/2016. Aporrea.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Cómo tomar el poder sin votos ni apoyo popular

Orlando Zabaleta.


Además del golpe militar, hay otras vías tradicionales para tomar el poder sin votos ni apoyo popular.
Una es el putchismo, cuando un movimiento con fuerza paramilitar cree que la toma de algún edificio simbólico y la detención de algunas autoridades son suficientes para dominar la situación. El famoso “Putsch de Múnich” que ejecutó Adolfo Hitler con sus tropas de asalto arrancó en una cervecería, fracasó en 2 días y dejó 14 muertos. Hitler terminó en la cárcel, donde al menos pudo escribir “Mi Lucha”. “La Salida” de Leopoldo López y la ultraderecha fue una muestra de putchismo tropical: los paramilitares en su mayoría eran prestados por el uribismo, dejó 43 muertos, y Leopoldo ni asumió la responsabilidad ni tampoco escribe, que sepamos, ningún libro.
La izquierda también cae en eso de ignorar a la gente para tomar el poder. En el siglo XIX se llamó “blanquismo”, por un revolucionario francés, Blanqui, que propugnaba crear un pequeño grupo bien organizado para asaltar el poder en un momento dado. Eso produce una “cultura conspirativa”, que todo lo apuesta a la eficacia del complot.
En los 60 el blanquismo renació en forma de foquismo latinoamericano, instituido a partir de una mala exégesis del triunfo de la revolución cubana (12 hombres subieron a la montaña…) aderezada con la teoría de vanguardia “leninista” y mucho de cristianismo. El foco electrizaría a las masas y llevaría al derrumbe del orden.
Otra vía de acceso rápido al poder puede ser la insurrección urbana. La lucha de barricadas se popularizó en las ciudades europeas en el siglo XIX. Las poblaciones urbanas post revolución industrial buscaban participación política, que el liberalismo nunca ha sido sinónimo de democracia. El mecanismo de las barricadas era resistir a las fuerzas del orden en las calles; y como quiera que los miembros del ejército provienen de sectores populares y medios, la idea era que, vía fuerza moral, los insurrectos hicieran dudar y dividieran a los defensores del orden, un orden cuya fuerza y estabilidad se pondrían en duda tras varios días de barricadas.
A finales del siglo XIX, el viejo Engels aseguraba que ya había pasado la época de las barricadas, esencialmente porque la burguesía y los sectores medios ya no aprobaban esa forma de lucha, y solo quedaba tras las barricadas el sector urbano más pobre. La barricada había perdido así su fuerza moral, ya que los represores directos no tendían a identificarse con los que protestaban.
Los movimientos urbanos del siglo XXI (“primaveras” árabes o grandes protestas urbanas) no son lucha de barricadas, sino “sentadas” (para utilizar la expresión de los 70) que tienen efectividad según el agotamiento político de un régimen, y que se basan en la incapacidad, preexistente o producida, del gobierno para reprimir. Es fácil constatar que las insurrecciones urbanas, desde el siglo XIX hasta el XXI, no llevan al poder a quienes las asumen, sino a un sector que las aprovechan.
Nuevas formas de tomar el poder sin apoyo popular se han presentado en América Latina: los golpes parlamentarios  Temer es presidente de Brasil sin tener votos ni para presidente de condominio.
Sigue siendo válido que se puede tomar el poder CON el Ejército o SIN el Ejército (neutralizándolo). Nunca CONTRA el Ejército. Una fuerza armada sin grietas no puede ser enfrentada, además su solidez expresa que el orden cuenta con apoyo social.
La Oposición realizó un golpe de estado en 2002 (cuando tenía generales), e insistió en el 2003 en esa vía, cada día más foquista. Ahora parece que, al fin, entendió que es difícil dar golpes de Estado sin contar con la FA. Que no basta con el entusiasmo de ex presidentes de la Derecha internacional ni los exhortos de generales gringos para tumbar un gobierno.
En 2004, (¿lo recuerdan?) Ramos Allup declaraba que apenas ganaran el referendo contra Chávez y llegaran al poder eliminarían de la Constitución el mecanismo del revocatorio “porque ya habrá cumplido su función”. ¿Qué cambió? Que la Oposición entendió al menos que está compelida a actuar dentro de la Constitución, o, más preciso, a utilizarla (en parte a ello debemos un 1S sin muertos).

Sábado 3/09/2016. Aporrea.

domingo, 28 de agosto de 2016

La Oposición en su laberinto

Orlando Zabaleta.


Al arrancar el año la Oposición malgastó semanas en una extraña discusión entre las opciones de  Renuncia, Enmienda Constitucional y Revocatorio. Como quiera que las renuncias son voluntarias, la primera opción en realidad era “calentar la calle”, guarimbear. Y la Enmienda era efectivamente otra excusa alborotadora o una ingenuidad notable: porque hasta un estudiante del primer año de derecho sabe que esas leyes no pueden ser retroactivas. La única que tenía algo entre las piernas era la opción del Revocatorio; por eso era extraño el largo debate, porque implicaba que muchos líderes opositores estaban apostando a la pérdida de tiempo.
Al final se enfocaron todas las fracciones opositoras en la línea del Revocatorio. ¿O solo así parece? El lanzamiento de Ramos Allup como candidato presidencial revela que AD le apuesta muy poco, o nada, al Referendo. Porque ¿qué puede significar lanzar candidaturas que dividen en lugar de concentrarse en la lucha por el Revocatorio?
Pareciera que los adecos ven inservible al Referendo, que nunca les gustó. Seguirán el teatro, por supuesto. Pero es más valioso para ellos aprovechar la ola de popularidad de Ramos Allup ante un público atraído por expresiones que suenan fuertes y determinantes aunque sean inservibles. La clase media está cerrando un ciclo desde su acendrado y profundo rechazo contra AD hasta el reencuentro amoroso con los adecos.
Los adecos juegan, además, a nuclear a los “socialdemócratas”. A fin de cuentas con UNT, ABP, etc., hay una sopa de letras que vienen de AD, y otros grupos que se auto-justifican con esa etiqueta. Aunque no sea el momento para antagonizar fuertemente con otros grupos, para que Ramos Allup repita lo de “la derecha de petimetres y lechuguinos” para aglutinar a los “socialdemócratas”. Contradictoriamente AD y la ultraderecha de López mantienen un acuerdo práctico, que para ambos la rivalidad principal la encarnan Capriles y Borges.
López alcanzó su cometido: con la violencia desatada por “La Salida” logró quebrantar la jefatura de Capriles, y ahora espera cobrar su “martirio” como preso.
Es una oposición de mil cabezas que no se ponen de acuerdo. Capriles ni siquiera se concierta consigo mismo, nunca sabe cuándo debe parecer “estadista” y cuándo “radical”, por lo que acaba pareciendo débil un momento y alocado al siguiente. Primero Justicia, que tenía el mayor puntaje de simpatías entre los partidos de oposición, no logró posicionarse como primera fuerza opositora en este período, y los adecos ya están recobrando terrenos.
En estos años la única prueba seria de que la Oposición venezolana tenga vocación democrática ha sido su insistencia en presumir tenerla. Y lejos de mí querer meter a todos en un mismo saco, pero los presumiblemente más democráticos han mantenido un silencio culpable ante las guarimbas y las acciones violentas, la propaganda de odio, golpes o intentos de golpes de sus socios más atolondrados.
Así que es difícil analizar la violencia y la marcha del 1 de septiembre. Se sabe a quién no le conviene: al pueblo venezolano y al país. Pero cuando uno intenta utilizar la conveniencia como criterio para el análisis tropieza con elementos contradictorios. Tristemente el problema no será la violencia en sí, sino el “cobro”. La Oposición querrá cobrarla: represión del gobierno o ataque de los “colectivos” presentada ante la prensa internacional y sobre todo ante los amigos internacionales: Almagro y Kerry, principalmente. Y el gobierno intentará cobrarla: violencia opositora con intención golpista que justifica una respuesta represiva.
Si hay violencia, su responsabilidad y su significado lo decidirán los medios de comunicación, las redes sociales. Los cañonazos de propaganda, pues. El gobierno debería saber que las batallas mediáticas generalmente las pierde, y debería entender la violencia será una justificación para los intervencionistas externos.
Los pocos que mantienen dendritas grises en la Oposición saben que habrá mundo después del 1 de septiembre, aunque no sepan qué política implementarán. Pero el empirismo es el aroma natural de los políticos venezolanos. La Oposición seguirá en su laberinto.

Domingo 25/08/2016. Aporrea

domingo, 21 de agosto de 2016

Las cosas que uno lee sobre el dichoso aumento salarial

Orlando Zabaleta.


Asombra lo que uno lee sobre el aumento salarial. No por la profundidad de las afirmaciones, por supuesto. Sino porque muchas de las opiniones obedecen a intereses y prejuicios, y otras a mera desubicación.
Las declaraciones más “naturales” (o esperables) son las de Fedecámaras, Consecomercio y sus cámaras regionales. Los mismos que desde enero han aumentado los precios de sus productos tres, diez y hasta veinte veces (lo cual, a todas luces, es inflación) están convencidos de que los salarios sí deben permanecer fijos. Los empresarios no quieren compartir sus aumentos de precios (o sea, el aumento de sus ingresos) con los trabajadores. Porque de eso se trata todo y la burguesía lo tiene muy claro: se trata del reparto de los ingresos.
Por ello los empresarios venezolanos profetizan las plagas de Egipto como consecuencia del aumento de salario. Desde la más desbordada hiperinflación hasta la recesión más paralizante. Y tienen políticos, economistas y articulistas que hacen de corifeos del interés empresarial. Ahora resulta que la inflación no es causada por la especulación comercial y cambiaria y por el incremento de la liquidez, sino por la gran vida que pretenden darse los asalariados en medio de la crisis.
Si lo que se pretende es criticar al gobierno, es fácil hacerlo: el aumento es insuficiente en relación a la inflación. Maduro no cumple ni de lejos con su cacareado deber de “proteger” al pueblo, de “proteger” el salario de los trabajadores. Critiquen la emisión de dinero inorgánico y el aumento incontrolado de la liquidez, los desequilibrios cambiarios que alimentan la especulación, las medidas tardías y endebles para enfrentar la crisis, las que han convertido nuestra economía en un rompecabezas ingobernable.
El porcentaje que recibe el factor Trabajo (los salarios) con relación al porcentaje que recibe el factor Capital ha estado retrocediendo desde hace años. Asómbrense: hace una década que retrocede en este país “socialista”.
Nuestra burguesía, ya se sabe, es más llorona que productiva, así que no sorprende su campañita. Pero lo más antinatural es que haya asalariados repitiendo eso de que los aumentos salariales son culpables de la inflación. No por masoquistas sino por desubicados.
Los publicistas de la burguesía (políticos o economistas) llevan décadas con la reiterada propaganda de que la inflación es producida por los aumentos de salarios. Arreciaron esos cuentos en los 80 y más en los 90 (ojalá fuera así, porque al menos los salarios irían más o menos igualados con la inflación).
Pero asombra que luego de década y media del proceso bolivariano no se haya desmontado esa mitología. Eso tiene que ver con que el chavismo, mientras se autoproclama como opción de izquierda, tenga dificultad para distinguir entre derecha e izquierda. Con el enfoque de incapaces tecnócratas que dirigen políticas y empresas del Estado. Con la visión que lejos de partir del factor Trabajo se afianzan en el rentismo y el cálculo electoral más minúsculo.
La labor de “formación ideológica” del PSUV malversó el tiempo en enseñar “que la cantidad se convierte en calidad” y otras “leyes dialécticas” a lo sumo, y la mayor parte de las veces en repetir consignas hasta la saciedad, como un interminable rosario. Las ideas, para los movimientos que pretenden adelantar cambios, deberían ser instrumentos, no golosinas ni liturgias.
Hay dos hechos que proclaman a gritos el raquitismo de los salarios en el país: uno es el bachaquerismo que se desarrolla en los empleados de las empresas del ramo de los alimentos, tanto en las públicas como en las privadas: ganan más como bachaqueros que como “trabajadores”. Otro es la “bonificación” de los ingresos de los trabajadores, que llegó al colmo cuando el bono de alimentación es mayor que el salario mínimo, casi lo duplica (jubilados, temblad).
El salario no representa prácticamente nada ya. No me vengan a decir que porque se aumentó para comprar un kilo de queso, otro de carne y tres o cuatro de verduras, la inflación podría dispararse. Por Dios. Es como denunciar, en medio de un inclemente bombardeo, que el llanto está produciendo contaminación sónica.

Domingo 21/08/2016. Aporrea.

lunes, 15 de agosto de 2016

¿Por qué no hemos estallado?

Orlando Zabaleta.


Los sectores de clase media para arriba (media más alta, o sea, algo así como el 18% del país) viven convencidos de que los sectores populares (o sea, como el 80% de país) no piensan. Que son puro desborde. No creen eso porque se hayan leído a Hobbes o a Vallenilla Lanz, sino por puro y rancio prejuicio.
La sosegada clase alta asienta esa convicción en una tradición propia inmutable y un desprecio inconmovible. En cambio la exaltada clase media, cuando percibe a los pobres como un mar de “pasiones desbordadas”, hace una extrapolación de sí misma (una compensación freudiana, diríamos), y así vive, desde el Caracazo, temiendo un estallido social inminente cada vez que la cosa se pone pelúa. Lo que demuestra de nuevo que no entendió qué fue el Caracazo. Ni lo que ha pasado después.
Los últimos años del siglo XX deberían ser una lección para todos. Inflación mayor de 100%, alto nivel de desempleo y de pobreza crítica. Caldera, con los índices de popularidad por el suelo, entrega nuevas concesiones petroleras a las transnacionales, pecado que no se cometía desde Pérez Jiménez. Adelanta el proceso más desnacionalizador de la industria petrolera de nuestra historia: rebaja de royalty e impuestos a nivel del gomecismo, renuncia a la soberanía jurídica y aceptación de tribunales u organismos extranjeros para el manejo de las diferencias entre las transnacionales y el país. Enfrenta un paro nacional de empleados públicos y otro de las universidades que rompen record de duración. Las protestas estudiantiles son diarias. El partido de gobierno, Convergencia, no tiene ninguna capacidad para darle apoyo al gobierno. Bueno, lo asombroso es que habiendo tantas razones y condiciones para una explosión social no la hubo. La situación era incalable y nadie quería a Caldera. El pueblo protestó, y bastante, pero no explotó.
¿Por qué? Sencillo, porque el pueblo sí piensa. Sus miles de cabezas producen conclusiones comunes. Y después de la sangrienta represión post-Caracazo, intuía con claridad que un motín social cuando Caldera II solo hubiese servido para justificar la más mortífera represión. Es el mismo pueblo que salió, sin esperar línea, el 13 de abril de 2002 a rescatar la Constitución, y que en 2003 aguantó las colas y la escasez del paro petrolero sin plegarse a saqueos ni disturbios porque sabía perfectamente a quién le convenía el desorden.
La situación actual es más desmovilizadora social y políticamente que la de finales de los 90, cuando, sin apelación, no se podía comprar un producto porque no alcanzaba el dinero, pero el producto se exhibía públicamente en los anaqueles de los supermercados; ahora hay que invertir mucho tiempo en colas, búsquedas, ir lejos para conseguir mejores precios. Hasta el BCV conspira para que malgastemos horas en cajeros y taquillas, al no emitir un billete que alcance al menos para tomarse un café con leche grande. Salvo los ricos, el resto de los mortales gastamos cerca de un tercio de nuestro tiempo en buscar comida.
El pueblo sabe que al saquear y quemar el abasto cercano o un Bicentenario tendrá menos posibilidades de conseguir productos de primera necesidad. Que una explosión masiva sólo aumentará la escasez, ya de por sí inaguantable. La determinante mayoría de los desórdenes que se han producido en los lugares de distribución, averígüenlo, han sido provocados por los abusos, la injusticia y la insensibilidad de los civiles o militares encargados de la venta.
En la Oposición hay locuelos que apuestan a una “insurrección” sin haberse enterado que las trincheras urbanas, per se, no funcionan políticamente desde finales del siglo XIX. Pero la mayoría de la Oposición, a pesar de su gran irresponsabilidad, no está jugando a un incendio social sin pronóstico. Que ni la clase alta ni los comerciantes apoyan candelas que no puedan ser controladas.
Por eso no hemos estallado, porque bien vista las cosas no reunimos las condiciones.
Pero, ojo, tampoco es para que se abuse. Que el gobierno ha hecho soberanos esfuerzos con su incapacidad y su insensibilidad para aumentar la presión social. El gobierno ha hecho más para producir otro Caracazo que nadie. Esa es la verdad.

Domingo 14/08/2016. Notitarde web

domingo, 7 de agosto de 2016

Fascismo y democracia represiva

Orlando Zabaleta.


Desde hace tiempo observo un reiterado abuso del término “fascista”. Cualquier acción violenta, pretensión golpista o incluso bravuconería de la derecha es catalogada de fascista. Pero ni la prisión de López es la prisión de Hitler, ni el asalto a la Fiscalía, a pesar de sus 43 muertos, es el Putsch de Múnich.
Tildar de fascista a cualquier acto nada más porque sea violento implica creer en el pacifismo de la democracia representativa. Y nadie, salvo fanáticos aduladores, puede asignarle esa virtud a la IV República sin sonrojarse: Betancourt inauguró la democracia con torturas, asesinatos, Teatros de Operaciones y demás; Leoni multiplicó la figura del “desaparecido” mucho antes que las dictaduras del Cono Sur; CAP II, luego del Caracazo, realizó un sangriento escarmiento de clase  a los sectores populares. Y en cuanto a paramilitarismo, la AD de los 60 tuvo su banda armada, la Sotopol, con su rosario de heridos y muertos; y en Carabobo sufrimos a las bandas armadas de los Celli durante los 80. No son los parámetros de violencia o respeto a los derechos humanos los que diferencian al fascismo de la democracia burguesa.
Pero aunque no me engañe la imagen de abuelito de Ramos Allup y conozca el autoritarismo feroz al que pueden llegar los adecos, también rechazo esa postura infantil de igualar democracia burguesa, dictadura y fascismo. Que prefiero ir preso que recibir un tiro en la nuca.
Comparar con el fascismo alemán puede ser ilustrativo. En Alemania, en medio de la profunda crisis económica de los 30, la derecha tradicional, agotada y desprestigiada, mantiene el poder y la república. La izquierda avanza y parece peligrosa. Ante el desgaste del orden tradicional, los nazis se ofrecen como opción al peligro comunista, una revolución contra la revolución. La alta burguesía abandona a sus partidos tradicionales y opta por apoyar al fascismo. La clase media, azuzada por la crisis y el anticomunismo, es la base de masas del fascismo. Así el Tercer Reich de Hitler acabó con la República de Weimar.
Hay algunos de estos rasgos en la Venezuela de los 90. La crisis económica-social. Los partidos de derecha, AD y Copei, desacreditados, ya no dirigían ni a los pobres ni a los ricos; la oligarquía rechaza a sus propios partidos: Granier encabeza a un sector de la burguesía que les hace la guerra abierta. La desesperación cunde en la clase media.
Ahora veamos las diferencias. Sin condiciones para una ruptura del orden y ante el descrédito de los viejos partidos, surge un nuevo partido de derecha, Proyecto Venezuela, que enfrenta a AD y Copei, ataca al partidismo y al populismo, habla de “ciudadanos” y es más descaradamente neoliberal. A pesar del déficit intelectual de Proyecto Venezuela, podía servir como opción política de derecha porque Proyecto respondía a la necesidad burguesa de un recambio.
Pero Proyecto, que había crecido enfrentando a los viejos partidos, acaba pactando con ellos a nivel nacional, es decir, suicidándose como proyecto histórico. Más tarde, al persistir la necesidad de una nueva derecha, aparecería Primero Justicia, que también cometería el mismo error de pactar con el pasado.
Estos “nuevos” partidos no son partidos fascistas. Aunque sean más de derecha que los viejos. Son esencialmente neoliberales, sin remembranzas keynesianas, con una visión de la democracia más limitada por cartabones tecnocráticos, sin contaminación “socialdemócrata”. Y, punto muy importante: en estos partidos (lejos del ultranacionalismo fascista) no se consigue ni gota de nacionalismo, sino un entreguismo vergonzoso, de allí su cofradía con Uribe y su lacayismo con Obama. Los que se arrastran no aspiran a construir un Reich (dudo que nuestra burguesía dependiente pueda crear una versión tropical de fascismo).
Lo que vemos en esos partidos son grupitos o líderes inmediatistas y con cierto regusto por las vías violentas. Líderes desubicados, escaladores y súper ambiciosos que, en su lucha por el poder, recurren a la violencia para mostrarse radicales ante sus adeptos. Tendrán, pues, actitudes fascistoides y no les importará el daño colateral, pero el que sean irresponsables hasta la sangre ajena no los convierte en fascistas.

Domingo, 07/08/2016. Aporrea.