domingo, 28 de febrero de 2016

Maduro responde muy tarde y muy poco

Orlando Zabaleta.


Impávido, Maduro dejó pasar todo el 2015, con sus elecciones y su Navidad, el Año Nuevo y el Carnaval. Y solo en la Cuaresma, período de cristiana penitencia, empezó a “tomar medidas” para enfrentar la crisis económica que no nos da tregua a los venezolanos. Ya lo sabíamos: Miraflores perdió la noción de la urgencia.
Se esperaría que el descomunal retardo se compensara con decisiones fuertes, coherentes, precisas. Que la radicalidad no está en el palabrerío, sino en ir a la raíz de las cosas (Marx dixit). Pero las medidas anunciadas son aisladas, confusas y de corto alcance.
El aumento de la gasolina, que tiene una demora de lustros, se presentó con timidez de novia primeriza. La gasolina de 91 (hacia la cual migrará el 90% de los consumidores) fue aumentada a un bolívar. Un bolívar. Asombroso. Ese precio ni cubre el costo de producción, ya lo confesó Aristóbulo. La gasolina, pues, sigue subsidiada. No soy tan desmemoriado como para darle crédito a los vaticinios de economistas opositores que tienen record de predicciones fallidas. Pero todos sabemos que la inflación de 2016 superará con creces el 100%. O sea, al terminar este año la gasolina costará menos de 50 céntimos actuales. Que siga el velorio, pues.
No sé cuánto es exactamente el costo de la gasolina de 91 octanos (eso debió haberlo informado al pueblo el presidente en su alocución, pero parece que no tuvo tiempo). En mi ignorancia supongo que un precio de 2,50 o 3,00 Bs. hubiese cubierto los costos y dejado un margen cercano a un bolívar. Así al menos los contrabandistas de combustible le pagarían alguito a PDVSA por producirles la gasolina, y las mafias colombianas obtendrían sus ganancias de la diferencia internacional de precios y no de un subsidio del Estado venezolano.
Y la otra medida anunciada, la de elevar el dólar preferencial a 10 Bs. también es de cortísima vida. ¿Supo el gobierno que el dólar a 6,30 no nos protegió de la inflación? ¿Qué la mayoría compramos más de la mitad de los productos “regulados” a precios por la libre? Que poco nos sirve conseguir dos paquetes de harina pan a 20 Bs. y una bolsa de detergente, mientras pagamos lo demás, lo que necesitamos pero no conseguimos, a dólar libre. El padre de todos los desequilibrios es el desequilibrio cambiario, es el que alimenta a los demás. Sin un plan para enfrentarlo no es posible enfrentar la crisis. Ni siquiera es posible gobernar la economía.
El gobierno avanza de a pasito. Ya habla, es verdad, de “emergencia económica” y no repite tanto la necedad de la “guerra económica”, pero la velocidad de respuesta debe ser mayor que la velocidad de la crisis. Fue ahora cuando descubrió lo que cualquier hijo de vecino sabía hace años: que los Bicentenarios se habían podrido.
La crisis avanza como crisis global. Y la crisis desatendida, ya se vio el 6D, fortalece a la Derecha. Una derecha esencialmente neoliberal e incoherente, con definidas tendencias fascistoides. Si pudiera nos dejaría hasta sin bolívar, porque dolarizaría la economía, pondría los precios por la libre, y saldría corriendo a pedir dólares al FMI a cambio de entregar nuestros recursos a las transnacionales y de echar todo el peso de la crisis sobre los sectores más pobres. La vieja historia, pues.
La política del gobierno, reitero, fortalece a la derecha. Contrabandistas de gasolina respiraron tranquilos cuando constataron que aún tenían negocio. Raspacupos esperan que su profesión aún pueda ejercerse. La Oposición confía en que la escasez de comida, medicinas, repuestos, sigan trabajando por su causa.
La responsabilidad por el resultado de esta crisis está en primer lugar en la actual dirección del chavismo. Y en menor grado en los chavistas que consideran un asunto de “lealtad” hacerle coro a los desaciertos del gobierno, en lugar de comportarse como revolucionarios y exigirle que tome el toro por los cachos. Que hable claro, que presente un plan serio, que desarticule la corrupción, la ineficiencia y la antidemocracia del Estado burocrático.
En fin, que llame al pueblo a una batalla real contra el rentismo capitalista, a una batalla por Venezuela.  Verán que ante ese llamado el pueblo no se hará el sordo.

Domigo 28/02/2016. Lectura Tangente, Notitarde

domingo, 21 de febrero de 2016

El gordo Andrés y el socialismo

Orlando Zabaleta.


El gordo Andrés, con sus 157 kilos de peso, decidió un buen día cambiar definitivamente. Ya no se calaría el terror de las señoras que se rehusaban a montarse en el ascensor con él. Ni el tormento de los conductores cuando toda su humanidad se hacía sentir en el automóvil. Andrés adelgazaría y punto. Probaría todas las dietas, aguantaría hambre parejo, pero, júrelo, adelgazaría.
Era tan firme la decisión de Andrés que comenzó obligando a sus familiares y amigos a llamarlo “El Flaco”. Incluso se presentaba y se nombraba a sí mismo como “El flaco Andrés”. El nuevo alias, y su repetición constante (el Flaco, el Flaco), era un mecanismo de reafirmación, de compromiso con la resolución tomada. Pero, meses más tarde, tras probar y desechar decenas de dietas, el “flaco Andrés” seguía con sus kilos intactos.
Bueno, así también les pasa a los países con sus más duras decisiones. Por ejemplo, cuando deciden ir al socialismo. Y aunque les sea arduo superar el sobrepeso del capitalismo, enarbolan la esbeltez del socialismo.
Así nos ha pasado a nosotros. “Estamos construyendo el socialismo”, “No dejaremos de marchar hacia el socialismo”, se repite mientras el más recalcitrante e inútil de los modelos capitalistas, el rentismo dependiente, continúa comiéndonos día tras día.
El capitalismo no tiene futuro, evidentemente. Ni siquiera es un sistema extrapolable: si el 1% de la población del planeta posee la mitad de las riquezas del mundo, no es posible duplicar esa injusticia y que otro 1% se apodere de la otra mitad, porque ¿dónde quedaríamos el 98% restante? El capitalismo se mueve fatalmente de una crisis a otra, y hasta hoy no ha logrado superar la de 2008. En las últimas décadas se dedica a la guerra permanente. Y la Madre Tierra, de recursos limitados, no puede soportar la ilimitada avidez del capital y se adentra en catástrofes ecológicas. El capitalismo arrastra a la humanidad al desastre sin remordimientos.
También Andrés tiene las advertencias médicas sobre diabetes, problemas cardiacos, renales y óseos producidos por el sobrepeso.
Pero aunque adelgazar o ir hacia el socialismo sea una necesidad de vida y muerte, ello no significa que el tránsito se resuelva con bautizos y consignas.
En nuestro caso, la confusión sobre los “modelos” que están en juego es para coger palco. Y produce un debate bufo. Uno de la Oposición habla del fracaso del modelo “socialista” que se ha pretendido implantar. Y otro del gobierno riposta que “seguiremos construyendo el socialismo”.
Porque hay quien cree “socialismo” es sinónimo de “regalado”. Otro que es estatismo. Y otro que es cualquier iniciativa para controlar la rapacidad de los monopolios nacionales o extranjeros.
Claro, la confusión es un efecto cultural del rentismo. Pero mucho confunde también el retro-embrutecimiento provocado por la arremetida neoliberal de los noventa. Fíjense que  Fedecámaras tilda de comunistoide hasta una política keynesiana (y eso que Lord Keynes era consecuente defensor del Imperio Británico). Y hasta hay políticos de “izquierda” temerosos del peligro “ideologizante” del socialismo para enfrentar la actual crisis.
En medio de este marasmo, no es sorprendente que un sociólogo de inútil palabrerío “radical” sea sustituido, sin solución de continuidad, por un empresario, en la dirección de la economía del país. A falta de política, buenos son nombres.
Hay que tener un plan concreto para enfrentar la crisis (deberíamos). Hay que empezar a desmantelar el Estado burocrático (léase ladrón, ineficaz, botarate y antidemocrático) que padecemos y los partidos arcaicos, en pos de la democracia directa, protagónica y popular: una revolución del modelo político, pues. Ambas medidas son tanto respuestas estructurales como exigencia ineludible de la coyuntura. Pero también hay que hacer un debate serio sobre el socialismo, para aclarar el rumbo, el objetivo, el puerto de llegada. A lo mejor recordamos que el socialismo es algo que se vincula al pueblo y su participación, y al trabajo y la producción.
Ah, se me olvidaba: Andrés sigue gordísimo y está hospitalizado, muy enfermo por males vinculados a la obesidad. Pero todos lo llaman “el Flaco”.

Domingo 21/02/2016. Lectura Tangente, Notitarde

domingo, 7 de febrero de 2016

El dichoso “clima de confianza”

Orlando Zabaleta.

La burguesía y sus embelesados opinadores (economistas, políticos, articulistas) siempre hablan de la “confianza” como la panacea, la navaja suiza, de la ciencia económica. Es un sonsonete viejo y recurrente. Si la producción baja, si no hay inversión, si crece el desempleo, siempre es por “falta de confianza”. Pareciera que la política económica es una tarea de psicólogos, y que hasta podría enfrentarse con cursitos de liderazgos.
Pero, amigo lector, para conseguir un préstamo bancario no funciona que usted se presente y diga: Buenos días, yo soy una persona honesta, responsable y buena pagadora. Los bancos, esos templos del capital, no le prestan porque le tengan confianza. Muy por el contrario: le exigen constancias de ingresos, declaración de impuestos, papeles sellados y visados por contadores colegiados. Con contumaz desconfianza, verifican su balance, ponderan su casa y sus bienes, y hasta le piden un fiador. Y tendrá que firmar papeles redactados por incrédulos abogados que no creen en nada ni en nadie. Es así como funciona: con férrea desconfianza. Aunque, una vez pasada la alcabala de documentos, el gerente le tire un discurso sobre la fe que le tienen como cliente.
La economía está más cerca de las matemáticas que de la psicología. Pongamos por caso el Viernes Negro del 83. Usted sacaba cuentas unos meses antes, con los datos de la continua baja de las reservas internacionales, y concluía que los dólares no llegarían a junio. Así usted creyera que Luis Herrera era un hombre bonachón y  buena gente, que el Búfalo Díaz Bruzual, el presidente del BCV, era un tipo muy capaz, y se armara de confianza, o de ilusiones. Pero si agarraba la calculadora constataba que entre la Deuda externa (tanto la pública como la privada) que crecía sin parar y las necesidades de importación para mantener el país no había escape.
En realidad, las declaraciones sobre la “confianza” son un código. Cuando el burgués declara que el gobierno debe restablecer el dichoso “clima de confianza”, está amenazando con seguir especulando con bonos gringos o comprando bienes en el exterior; está diciendo que no abrirá su cartera para invertir en el país a menos que se le dé “confianza”: confianza para aumentar los precios, para congelar los salarios y hacer despidos, confianza para sacar los dólares con mayor facilidad. O sea, no pide confianza, pide ventajas.
Vean las 7 propuestas de Lorenzo Mendoza: la primera es que le reconozcan la deuda a sus proveedores a dólar subsidiado; la segunda, que el Ejecutivo busque más dólares prestados; la tercera, que el gobierno cree un fondo para la adquisición de materia prima con esos dólares; la cuarta es que se aumenten los precios; la quinta es que les alquile (o se re-privaticen) las empresas estatizadas. Y como hasta este punto 5 era pura pedidera, Mendoza consideró elegante ofrecer alguito en el punto 6: si se hacen los ajustes de precio, la Polar destinará un porcentaje de su producción (o sea, de sus nuevas ganancias) a programas sociales. Y el punto 7, colocado por razones cabalísticas, es solo una expresión de buenos deseos. Y todo esto para que Mendoza, que puede surtir los supermercados de Miami, Bogotá y Londres de harina Pan y cerveza, se empeñe un poco más en Venezuela.
Lo grave es que el gobierno utiliza otra versión de la misma metodología psicologista. Lo de la “guerra económica” es lo mismo pero al revés. Es la mala intención lo que explicaría la crisis.
Tengo un sueño recurrente: Que en lugar de hablar de confianza y de falta de confianza, de la mala fe del bachaquero, etc., el gobierno se pone matemático. Y asume lo que está clarito: con los desequilibrios actuales (cambiarios y de precios contra costos) es imposible salir de esta crisis. Y saca cuentas: ¿Cuántos dólares nos entrarán a 20 dólares por barril? ¿Cuántos podemos conseguir en préstamos en condiciones aceptables? Y luego de tener más o menos claro el tamaño del pote, hace un presupuesto de su uso: alimentos, medicinas, repuestos, insumos. Y los pagos de la deuda que sean impostergable. Y sale Maduro y nos sorprende con esos datos y esas propuestas.
Eso es como el comienzo de un plan.

Domingo 07/02/2016, Lectura Tangente, Notitarde