domingo, 17 de abril de 2016

Gobierno y oposición se presentan en el Teatro Nacional

Orlando Zabaleta.

Era media mañana y estaba en la cola del banco. Además de la taquilla de la tercera edad, el cruel gerente (con el usual sadismo de su cargo) mantenía una sola taquilla abierta. La hilera crecía y crecía, pero, lo habrán notado, la cola de los bancos es la única cola de la cual no se queja nuestra clase media, no sea que la protesta empañe el sagrado templo del dinero.
Conmigo en el medio, unas señoras de edad que me rodean (como se imagina el lector, yo estaba en la cola de la tercera edad) se quejan de los apagones. Una de las damas inmediatamente aprovecha para invitar a otras dos a una concentración en la Plaza Montes de Oca (aunque ninguna sabía con exactitud el nombre de la plaza de Guaparo). Es por la escasez de medicinas, explica la convocante. Dice que su padre padece de diábetes (así, como palabra esdrújula la pronunciamos por aquí) y que permanentemente necesita una medicina que no se consigue, por eso ella “no puede quedarse en su casa sentada” ante esa situación, y se sumó a una protesta nacional por los medicamentos.
Nos fuimos a protestar en Caracas, y eso estuvo muy bien, estaba CNN en español, Televen, Globovisión…
¿Y cuál fue la respuesta?, pregunta ingenuamente una de las señoras invitadas.
La respuesta no importa. ¿No le digo que estaban todos los medios?
Así mismo lo escuché: “La respuesta no importa”. ¿Le importará a su padre? Acabo sospechando que el padre de la improvisada agitadora es un “presunto” enfermo.
Es asombroso: el país que más se escucha es el país de la fiebre mediática. Las soluciones no importan y nadie las busca. Se buscan acciones que parezcan soluciones, que las cubra la prensa y salgan por la televisión. Y no son solamente el gobierno y la Oposición los enceguecidos. Hasta los pendejos de abajo piensan en términos de medios.
Claro que hay una guerra mediática, no la niego. Hay un campo de batalla virtual al lado del campo de batalla real. Pero pretender que lo virtual es el todo, que es lo único real, es una especie de locura colectiva, una anormalidad conductual que se asemeja y se acerca al delirio. Digo, por la relación del paciente con la realidad. ¿La incluirá la OMS en su nosología de enfermedades mentales?
La Oposición, por ejemplo, hizo el teatro de que la Asamblea podía desconocer una sentencia del TSJ; o envió incompletos al CNE, un par de veces, los documentes para activar el referendo; o aprobó un esperpento jurídico para derogar todo el Código Penal. Las respuestas no importan: son representaciones para su público. El problema de la Oposición es que tiene demasiados libretistas, aunque el más creativo es, indudablemente, Ramos Allup.
El gobierno, por su parte, insistió en el guion de la “guerra económica” para enardecer y nuclear a sus seguidores y ocultar su ineficacia; tarde se dio cuenta de que el argumento estaba agotado y empezó a hablar de emergencia económica. Los que aún creen que la “guerra económica” es el principal factor de la crisis no deben alcanzar a estas alturas el 15%, aunque (¡ay de mí!) muchos sean amigos míos. Una parte de los “motores” son potes de humo, porque la “reactivación” depende de dólares para los insumos, pero hasta empresas privadas se prestan a la farsa por aquello de “quién quita y si nos dan unos dólares”.
La fe irrevocable en la realidad mediática es tan sólida en algunos que cuando la terca realidad les explota en la cara (con algo así como un 6D) buscan la explicación en una falla de la política comunicacional. ¡Ah dogma tan inconmovible!
¿Y las soluciones? ¿Y las políticas para enfrentar la crisis? Un presupuesto en dólares, el descarte total del subsidio a la gasolina. Un plan concreto para eliminar los perniciosos diferenciales cambiarios. La transparencia (y los datos a la vista de todos). La lucha contra la corrupción y la ineficacia con resultados para ahora (no como dice el Contralor de la República: que están en el informe inicial de la investigación del escándalo PDVAL de 2010. ¡Por Dios!). Esas son las cosas de las que deberíamos estar hablando.
El pueblo ni come cuentos ni piensa por la televisión, les informo. Y las respuestas son lo que más importa.

Domingo, 17/04/2016. Lectura Tangente, Notitarde

domingo, 10 de abril de 2016

¿Qué haría un gobierno de la Derecha?

Orlando Zabaleta.

¿Ya notaron que la victoria de la Oposición en la Asamblea Nacional no hizo desaparecer las colas ni acabó con la escasez? Me imagino que sí. La nueva Asamblea se dedica a aprobar una ley que suspende el Código Penal, a pelear con los otros poderes y a la representación mediática.
¿Pero se han puesto a imaginar un gobierno de la Oposición? El precio del petróleo ya está deprimido pero con un gobierno de Oposición se reforzarían aún más las tendencias bajistas del crudo. Obvio. Un sector tan “amigable” (por no decir genuflexo) con los yanquis, que incluye a la vieja tecnocracia petrolera, que plantea la ruptura con las cuotas de producción de la OPEP (es decir, terminar de convertir a la OPEP en un inútil club de debates); un sector así solo podría tener ese efecto en el mercado petrolero. Esa sería una consecuencia directa e inmediata (como ocurrió con la gran caída de los precios del petróleo durante los tres días del reinado de Carmona, caída que generó un ahorro considerable en las arcas de los países consumidores).
A nivel de precios del crudo ya, por fin, parece que tocamos fondo. Hace unos meses existía una gran posibilidad de petróleo a 20 dólares o menos por un largo tiempo. Los iraníes, se temía, podrían intentar, una vez terminado el embargo, recuperar el tiempo (o los dólares) perdidos. No es que los precios estén mejorando, es que, al menos, ya dejaron de empeorar. Y no se les olvide: nosotros, todos, vivimos del petróleo.
Segundo efecto: la política de liberación de precios o de grandes alzas, exigida por los financistas de la Oposición y repetida por sus voceros, dejaría contenta a la clase media alta (diría que valió la pena para salir de Maduro); la clase media media estaría ahí-ahí (aguantando con resacas de arrepentimiento). Pero la clase media baja, esa sí comprendería, al fin, que ha estado aupando su propia destrucción; y como se desespera hasta por costumbre, es fácil imaginar su reacción.
Y la liberación del dólar, sueño nefasto de tontos, produciría la mayor fuga conocida en la historia del país.
¿Y el pueblo? Ah, aquí es donde la cochina tuerce el rabo. Porque echarle todo el peso de la crisis al pueblo (estilo Macri) no concuerda con los tiempos. Los tiempos de Venezuela, digo. No se debe olvidar que la Oposición ganó la mayoría en la Asamblea porque cerca de dos millones de votos chavistas decidieron abstenerse ante la errada política del gobierno: se abstuvieron, pero no les gusta la Oposición ni una pizca.
En términos doctos: ¿alcanzaría un mínimo de gobernabilidad un gobierno de la Oposición? Digo, dejando de lado que no peleen a muerte Capriles (el desplazado), la María Corina (la perturbada cobradora), López (el aspirante sin límites), Ramos Allup (el renacido), Borges (el desplazado), y paremos de nombrar, que la lista de aspirantes es inmensa. Más los cobradores: financistas, banqueros, Fedecámaras, Consecomercio, la Casa Blanca y sus transnacionales, que son los que exigen los resultados en forma constante y sonante.
No sería un gobierno de crisis, sería un gobierno en crisis, que se sumaría a las ya inaguantables dificultades económicas. Y que seguramente buscaría su equilibrio utilizando la represión contra las inevitables protestas populares.
Lo más grave de la situación es precisamente que las partes, ambas, gobierno y Oposición, juegan a robar cámara y al centimetraje. Y no a enfrentar la crisis. Porque todo se ha reducido al enfrentamiento mediático.
Ahora que tenemos un Congreso de la Patria, lo más sabio sería reiniciar la computadora. Resetear. Ojalá el gobierno aprenda a escuchar. Y, más aún, pueda, no digo rectificar, porque me suena como que había una recta que estaba torcida, y realmente no hay ni recta ni plan; que el gobierno, pues, mire a los ojos al monstruo, se enfoque en enfrentar la crisis, y deje de esperar y esperar que las cosas se arreglen solas.

Domingo 10/04/2016. Aporrea

domingo, 3 de abril de 2016

¿Maduro nos lleva a caer en manos de la Derecha?

Orlando Zabaleta.


Se fue el primer trimestre del año. No podemos decir cuánta inflación hubo porque el BCV no publica las cifras esperando que no notemos cuánto han subido los precios desde el 1 de enero. Todos hemos estado muy ocupados sobreviviendo.
El gobierno utilizó el trimestre para dar unos pasitos cortísimos que, aunque milimétricos en comparación con el tamaño de la crisis, hay que registrar: dejó lo de la “guerra económica” para consigna de relleno, y ahora se enfoca más en la “emergencia”. Aumentó un poco la gasolina (pero mantuvo el subsidio) y puso a un dólar en flotación controlada (léase aumento gradual).
Sobre todo el gobierno está como la canción de Rubén Blades “Buscando guayaba ando yo”. Solo que el gobierno no busca guayaba, sino dólares. Sean chinos, canadienses, británicos. Dólares para sortear el año 2016, que parece que hasta allí le alcanza la vista.
Mientras, la Oposición, envalentonada con el Parlamento, sigue desatinada como siempre. Impúdicamente aprueba una ley que perdona casi todos los delitos imaginables: uso abusivo de menores de edad, fraude bancario, corrupción, posesión y tráfico de explosivos, homicidios. Los banqueros prófugos, los traficantes de armas, los francotiradores homicidas, todos han pedido que los incluyan en el combo.
¿Cuál es el único objetivo la Oposición? Obvio, destituir al presidente. Pobrecitos los que creyeron que los “nuevos” diputados pretendían acabar con las colas y enfrentar la crisis que todos sufrimos. Por el contrario, si milagrosamente mañana se acabara la escasez y las colas, la Oposición se quedaría sin motor ni gasolina. Y tendría que ponerse a hacer algo. Acaso definir una política más allá del abigarrado revoltillo de intereses que la envuelve: Capriles aspira a ser candidato y jefe; Leopoldo a desbancar a todos los otros así sea a costa de 43 muertos más; Ramos Allup a aumentar su participación accionaria en la Mesa de la Unidad. Y los financistas (de aquí y de afuera) a recibir el pago: quieren precios liberados, reforma de la Ley del Trabajo, dólar libre y demás.
El gobierno no quiere aprender. Es fácil dibujarle un plan político para reconectarse con la gente: Aceptar la culpa por los errores cometidos. Bajar la altanería de los dirigentes y de la burocracia (clamor que se escucha reiteradamente en las organizaciones populares chavistas). Dejar de ocultar los datos y de creer que así se ocultan los problemas, y darle un impulso a la transparencia. Enfrentar la corrupción con seriedad, digo, poniendo por el caso de los Abastos Bicentenario, que todos saben que los ladrones no eran solo los 3 o 4 gerentes detenidos, que allí estaban complotados jefes de seguridad, vigilantes, cajeros, etc. Y que es imposible que los de arriba, a nivel nacional, no se hayan dado cuenta de la desaparición diaria y permanente de toneladas de productos durante años. Que cerrar los Bicentenarios y trasladar a los ladrones a otros puestos de trabajo es reciclar la corrupción.
¿A dónde nos lleva todo esto? Un gobierno que no enfrenta la crisis y una Oposición cuya única política es destituir al presidente y pagarle a sus financistas.
El proceso de cambios iniciado por Chávez y el pueblo venezolano se debilita día a día. Que los hechos son duros como rocas y no se exorcizan con consignas y llamados a una Unidad-Silencio.
Sobre todo desde el último trimestre de 2013, con Chávez enfermo en plena campaña electoral, muchos indicadores empezaron a dispararse. La crisis empezaba a coger cuerpo. Entonces, mientras se enfrentaba la nueva situación de la muerte de Chávez, empecé a sospechar que el gobierno no tenía plan para la crisis. Y así fue.
Ahora me está rondando otra sospecha. Que la Dirección del proceso repita lo del 6D. Que al insistir en el aislamiento frente a la realidad, en la falta de respuesta y en fomentar la desmotivación, Maduro (lo quiera o no, lo sepa o no, eso no importa) esté llevando al país a caer en manos de la Derecha. Su responsabilidad, en ese caso, será muy grande. Y también la de los que callen.

Domingo 03/04/2016. Lectura Tangente, Notitarde