Orlando Zabaleta.
I
El gobierno es un desastre. Uno se pregunta cuándo hará algo
para enfrentar la crisis que sufrimos y que se agrava cada día. Algo serio y eficaz,
me refiero, en lugar de insistir en inútiles actos mediáticos (motores fundidos,
subastas pírricas de divisas, promesas grandilocuentes). O de repetir aquellos
incomprensibles pregones de Maduro jactándose de pagar la deuda externa con
puntualidad por encima de las angustias del pueblo venezolano, cual un Lusinchi
cualquiera.
Un gobierno más dedicado a conseguir “argumentos” para negar
la crisis que a resolverla genera pronósticos de espanto. Y cuando uno,
asustado, mira para todos lados se topa con propuestas de sectores de la Oposición
que son igualmente aterradoras.
Las cúpulas de gobierno y oposición funcionan con
mitologías, simplificaciones toscas, eslóganes. Se dedican a predicarle exclusivamente
a sus más fieles seguidores. El gobierno le habla al creyente de la “guerra
económica”; y la Oposición al devoto de las virtudes del “libre” mercado. Los
prejuicios y las toscas nociones de ambos polos se han reiterado por tantos años
que terminaron convirtiéndose, dentro de cada bando, en “argumentos” que son, a
la vez, tan insostenibles como indiscutibles.
Una postura que realmente produce horror es la amenaza de
dolarización de la economía, formulada por muchas variedades de la Oposición,
incluyendo al candidato Falcón.
II
Punto previo: ubiquémonos primero.
El núcleo de nuestra crisis es la Producción (permítanme
ponerla en mayúscula). Bueno, realmente la falta de Producción. Inconveniente
que arrancó hace casi un siglo. Pero con los abundantes dólares que nos daba el
petróleo siempre pudimos sustituir la Producción por la Importación. Y además
utilizar dólares para fabricar “productos nacionales” a cualquier costo, con
procesos ineficaces y de poco valor agregado nacional. Los dólares petroleros garantizaban
una fuerte y sostenible demanda para esa encarecida “producción nacional”.
No voy a negar que la Distribución es un factor importante
en el problema (como lo demuestra el que tengamos que enfrentarnos diariamente
a comerciantes, bachaqueros y especuladores), pero las fallas de Distribución
que alimentan el abuso especulativo están basadas en los bajos niveles de Producción.
Y si el gobierno no ha podido siquiera sostener la
producción del petróleo, ¿qué dejará para los otros productos? Y la burguesía
venezolana no produce nada sin dólares. A diferencia del resto de los países
del mundo, donde el sector privado produce dólares para consumir, nuestra
burguesía consume dólares para producir. Por eso la cacareada “sustitución de
importaciones” de los 60 y 70 desembocó en el Viernes Negro del 83. La honorable
excepción, los exportadores, apenas aportan un 5 % de los dólares que entran al
país (5 % que se mostraría más pírrico aún si les calculáramos el valor
agregado real).
Este es el marco ineludible para analizar la situación. El
meollo del problema, pues. Pero casi todos, tirios y troyanos de nuevo, lo
pasan debajo de la mesa.
III
Volvamos a lo de la dolarización. La expresión tiene varias
acepciones. Se dice que la economía ya está dolarizada por la dependencia de
los precios del costo (real o no) del dólar paralelo. A fin de cuentas casi
todo viene de afuera, y lo que no es importado se fabrica con materia prima, insumos
y/o maquinarias importados.
Pero la actual propuesta de dolarización es mucho más grave:
pretende convertir al dólar gringo en moneda de curso legal en Venezuela. Es la
propuesta estrella de los grandes comerciantes y de los grandes financistas;
precisamente de los que más se han beneficiado de la crisis. En Venezuela
tenemos el misterioso fenómeno de que los bancos, cuya misión esencial es la
intermediación bancaria, tienen ganancias mientras el PIB nacional está
cayendo. Por eso no es casual que Fedecámaras haya creado, hace varios años,
una comisión especial dedicada a impulsar la dolarización monetaria.
Aceptemos, como dicen sus proponentes, que la medida debe “abatir”
la inflación, pero no “pararla en seco”, como propagandizan sus publicistas,
porque nuestra inflación no tiene una sola causa: el exceso de liquidez versus
la escasa cantidad de bienes y mercancías que circulan en el mercado tampoco es
poca cosa: si con 20 veces más liquidez se debe mover la quinta parte de las
mercancías y servicios de hace unos años, no debe sorprender a nadie que el
bolívar caiga en barreno.
Pero, es verdad, el dólar es el factor más dinámico del
fenómeno inflacionario. El dólar en sí no es el culpable, sino la escasez de
dólares, en relación a la cantidad de los bienes y servicios que necesitamos
importar (lo que nos lleva de nuevo al factor Producción).
IV
Una vez declarado el dólar norteamericano moneda de curso
legal, inevitablemente pasará que el bolívar, que según el plan de Torino
Capital seguirá vigente, morirá solo y de mengua, asfixiado por el poderoso
billete verde. Algo de eso ya está pasando. El bolívar ya ha perdido atributos fundamentales
de cualquier moneda nacional: no sirve para el ahorro desde hace muchísimo
tiempo (¿a quién se le ocurriría atesorar en bolívares?); su función como
unidad de cuenta es muy débil con la hiperinflación actual (calcular un
presupuesto es un acto de profecía); y la crucial función de pago ya está
siendo golpeada por los que venden autos o casas en dólares, o pactan contratos
en billetes verdes. Con el dólar como competidor legal, la muerte del bolívar es
segura. Maduro ha hecho muchísimo para debilitar el bolívar y la Oposición
quiere darle la estocada final.
En un país vocacionalmente importador, la dolarización significa
el adiós definitivo a cualquier posible desarrollo industrial y agrícola, y a
cualquier exportación no petrolera. Ya que el dólar es la moneda de una
potencia muchísimo más productiva que nosotros. Y no deshacemos de un
instrumento para defender exportaciones no petroleras, digo, si alguna vez
decidimos empezar a producir en serio. Ah, pero será el paraíso, el escenario
soñado por los importadores.
Recuerden que dolarizar la circulación monetaria no tiene
vuelta atrás (o al menos el regreso es muy doloroso y costoso). Vean el caso de
Ecuador.
V
Los proponentes saben que hay que dorar la píldora para vender
la idea al público.
Es facilísimo con la
frase “se dolarizan los salarios” ganarse a los desprevenidos. El venezolano
lleva años quejándose con razón de la espiral dólar-inflación, lamentándose de comprar
a precios dolarizados mientras recibe su salario en bolívares.
Pero divida usted su actual salario en bolívares entre
(pongamos como ejemplo muy moderado) 300.000 para que sepa a cuántas decenas de
dólares alcanzará su salario dolarizado. Ahora, dígame usted: ¿por cuál fórmula
mágica su patrón (ente público o privado), el que le paga su salario, va a
aumentarlo a mínimos aceptables nada más porque esté expresado en dólares? La
creencia en tal milagro o es fetichismo u obedece a intereses muy particulares.
Porque llama la atención que los promotores estén directamente conectados al
capital financiero y especulativo, incluyendo a los tenedores de bonos de la
deuda venezolana.
¿Recuerdan cuando nos vendieron en los 90 que si
renunciábamos a la mitad de nuestras prestaciones sociales (cambiando la forma
de cálculo) subirían los salarios? Fedecámaras arguyó que los patronos no
podían elevar los salarios por lo gravoso de las prestaciones, pero si se
eliminaba el método de cálculo con el último salario, vendrían los aumentos.
Todavía los estamos esperando.
Son los mismos de aquella vez, y, por supuesto, igualmente
doran la píldora. Prometen, “según sus cálculos”, que pueden establecer un
salario mínimo de 70 dólares. Y lo dicen con una cara muy seria. Han
descubierto la fórmula de hacer caer maná del cielo. Pero el maná tampoco es
mucho: que 70 dólares de salario mensual, expresado en gringo o en venezolano,
es una miseria. Saque las cuentas.
O mejor: usemos las cuentas de ellos. Cacarean los 70
dólares mensuales y que el dólar podría mantenerse a 70.000 Bs. O sea: lo que realmente
prometen es un salario de 4.900.000 Bs., pero en dólares. Dígame usted. Una miseria elegante, pues.
VI
Gobierno y dolarizadores coinciden en que el Banco Central haga
lo menos posible. Para el gobierno es como un departamento de imprenta, ni
siquiera le permite que publique datos macroeconómicos. Para nuestros
neoliberales criollos el BCV apenas influiría sobre la liquidez con las
tradicionales operaciones de mercado abierto (aceptan esta “interferencia” del
organismo, me imagino, porque la Reserva Federal gringa y todos los bancos
centrales de la Tierra la tienen).
Fíjense que el acuerdo entre gobierno y los poderosos sectores
económicos es mayor de lo que la diatriba inconsistente deja ver. Ambos continúan
la senda casi centenaria del rentismo. El gobierno apela a las rentas del oro y
otros minerales. La dolarizadores, al rentismo financiero. Nada de ponerse a
trabajar, a producir: que siga la fiesta, aunque sea con menos recursos.
VII
Los dolarizadores no pueden ocultar que la operación tiene
su costo. Según ellos es de solo de 10 a 30 mil millones de dólares. Plantean
privatizar a PDVSA para conseguir esos fondos. Una “parte” solamente, aclaran
socarronamente. El 10 %. Y repiten la gastada táctica para vender privatizaciones:
que si “los trabajadores, los pequeños inversionistas y los ahorristas
venezolanos” comprarían su participación en PDVSA en dólares, de esa emisión de
acciones. Esa referencia a los “pequeños inversionistas” metiéndose en el
negocio es viejísima: la última vez la usaron en las privatizaciones de los 90,
¿se acuerdan?, y las acciones de los “pequeños” terminaron, vía mercado, en
manos de grandes sectores del capital foráneo y nacional (además, ¿usted cree
que los trabajadores venezolanos tienen encaletada una fortuna en dólares?).
De ese fondo para dolarizar, saldrían los dólares para
vender en el mercado abierto (se arrancaría, como dijimos, a 70 mil Bs. el
dólar). Según ellos, a esa paridad, los 10 o 30 mil millones de dólares darían
para colmar el hambre de dólares universal y la conversión de la gran cantidad
de bolívares.
Permítame introducir aquí la Ley de la cuchara. Modestamente
de mi propia autoría. En una operación de mercado “libre”, donde todos pueden
sacar de una misma olla, los que tienen baldes y tanques agarran más que los
que tienen cucharas. Todos saldrán a comprar dólares a 70 mil: unos lo harán
con baldes y tanques. Mientras, nosotros, los ciudadanos de a pie, lo haremos
con la cucharillas que tenemos. Es fácil saber quién tomará más de la olla de
10 a 30 mil millones de dólares.
Y eso sin contar con la deuda, porque es segurísimo que los financieros
pagarán, o se autopagarán, la deuda con la misma diligencia que ponía Maduro
cuando tenía con qué.
VIII
Maduro (es decir, la cúpula que maneja el gobierno y el
partido, que el asunto no es personal) rechazó la dolarización porque es “defensor”
del bolívar. Título que, habida cuenta de la situación del bolívar, es difícil
que el presidente pueda ganarse. Pero el gobierno no argumenta más nada que
eso. A fin de cuentas el bolívar no ha podido resistir la falta de respuesta a
la crisis. Y se pretende defenderlo con lo mismo de siempre: con consignas y
fe.
La gran falla del gobierno en política económica es la falta
de sentido común. ¿Qué hicieron otros países en situación de debacle del
sistema monetario? Atacar el déficit, el exceso de liquidez y los mortales
desequilibrios de nuestra economía mientras desarrollan la Producción, por
ejemplo. No renunciar a instrumentos imprescindibles para un desarrollo
económico no rentista.
IX
La dolarización es una amenaza gravísima. A la muerte lenta
de Maduro, los banqueros y financistas plantean la muerte súbita. Renunciar a
cualquier posibilidad de desarrollo productivo. Renunciar al futuro. Nos dicen que si no hemos
podido “sembrar el petróleo” en casi un siglo, nos declaremos, los venezolanos,
genéticamente incapaces o flojos, y dejemos ese aguaje. Que hagamos como el
Chavo cuando se rinde y dice: “Me doy”. Eso no se le puede pedir a un país.
Viernes 27/04/2018. Aporrea
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