martes, 27 de septiembre de 2016

Se combate en la memoria

Orlando Zabaleta.


El Viernes Negro, febrero del 83, estaba marcado en el calendario años antes de que llegara. Pero igual todos se sorprendieron, que allí empezó la caída en tobogán de los niveles de vida del país.
En esos casos tan estrepitosos, evadir la responsabilidad con el consabido “yo no fui” es difícil. Lo más eficaz no es negar la culpa sino diluirla, repartirla entre todos. Los responsables del Viernes Negro seríamos todos los venezolanos: los botarates mayameros y los que pasaban hambre, los que sacaban los dólares y los que se que
daban desempleados, los que tomaron las decisiones y los que corrieron con las consecuencias. Profesores, sociólogos, analistas, opinadores de toda laya y de todos los medios disertaban sin descanso sobre la esencia derrochadora y manirrota del venezolano.
En las tertulias que se armaban en cualquier sarao o reunión, todos se hacían la mea culpa, se declaraban culpables y ta’baratos. Yo, por puro ánimo de fastidiar, proponía una simple encuesta: Vamos a ver, decía, ¿cuántos de los presentes han viajado a Miami? Normalmente ninguno de los 7 u 8 que tanto se autoacusaban de manirrotos había ido al Norte, a lo sumo uno había gastado unos pesos en Cúcuta.
La élite política y económica de la sociedad quería ocultar su fracaso. Los empresarios, que se habían beneficiado del gigantesco gasto público de la Venezuela saudita, también querían ocultar de la visión pública la increíble manguagua de que el Estado les reconociera su deuda externa como si fuera propia y la pagaría con dólares preferenciales.
Veamos el Caracazo, en febrero del 89. El sacudón tuvo sus diferentes versiones. La preferida por la derecha, la más simplona, es que fue un asunto de malandros. Pero durante las primeras horas prácticamente todo el mundo saqueó, porque todos mientras veían los saqueos por TV aprobaron, aplaudieron, o al menos sintieron un fresquito. El sacudón tuvo inicialmente un espíritu fuenteovejúnico, era un acto de justicia, pero a media mañana la clase media dejó de disfrutar el espectáculo y se asustó; porque ¿y si los saqueos no se paraban y llegaban hasta su urbanización?
El Caracazo fue la primera rebelión en el mundo contra el paquete neoliberal. Lo que ocurrió luego en toda Latinoamérica demostró lo justo de la revuelta. Que los 90 dejaron una estela de hambre y parálisis económica en nuestros países.
También con el Caracazo se peleó en la memoria. La campaña arrancó inmediatamente: se habló de las grandes pérdidas y de los daños ocasionados al país. El pueblo venezolano había perdido los estribos por unos días. Se pretendió que fue una borrachera del pueblo, y se administraron mensajes para producir la resaca. Se inoculó complejo de culpa en grandes cantidades por prensa, radio y televisión. Para reforzar el tratamiento, amparados en la suspensión de garantías, se realizó una sangrienta represión contra los sectores populares que dejó miles de muertos.
La historia hubiera sido otra si los vivarachos del Viernes Negro hubiesen logrado ocultarse bajo la culpabilidad universal. Más otra si el pueblo hubiese sentido complejo de culpa por el Caracazo.
Se montó en el 2010 una temeraria operación para reescribir la historia de Carlos Andrés Pérez: Libros, artículos de prensa, autobombo publicitario y demás. No supe quién pagaba el operativo. Imposible revalorizar a CAP que unos años atrás daba lastimosas declaraciones a favor de un golpe y de una dictadura, posturas tan torpes que Ramos Allup, que ya lo había expulsado de AD, declaró que no tenía nada que ver con ese viejo. La operación rescate fracasó.
Lo que pensamos sobre lo que pasó, balances que actualizamos, lo hacemos desde el presente, y pesa sobre el presente. Eso de la “historia objetiva” es algo inexistente y estéril. Repito: se combate en la memoria.
La derecha cree que el balance del chavismo y del proceso se parecerá a su ceguera y partirá de su exclusión. Incluso por encima de la corrupción e ineficacia de los dirigentes chavistas que nos han llevado a esta profunda crisis, la derecha fracasará de nuevo en imponer su versión, que hace décadas que el pueblo dejó de ser pendejo. Esta batalla en la memoria por el balance del proceso es la más crucial de todas.

Domingo 25/09/2016. Notitarde/Lectura Tangente.

domingo, 18 de septiembre de 2016

La Oposición: más perdida que tapita de pendrive

Orlando Zabaleta.

Cualquiera creería que con esta dura situación económica que los venezolanos enfrentamos día tras día, y siendo la política una ciencia de las oportunidades, la Oposición ya hubiese conseguido al fin delinear una línea política eficaz e inteligente ante el poderoso adversario que siempre la había derrotado. Que la Oposición dejaría atrás las brutalidades de los últimos quince años, que son bastantes: oponerse a la Constitución, adelantar un golpe de Estado con unos generales y el presidente de Fedecámaras, negarse a participar en unas elecciones parlamentarias, perseguir en sus propias casas a sus seguidores para torturarlos con guarimbas y una larguísima lista de horrorosos etcéteras. Y dejando atrás esas torpezas diseñaría una línea política que expresara las molestias y aspiraciones de los venezolanos ante esta terrible crisis.
Pero no, no es así. La Oposición sigue tan torpe como de costumbre. Más perdida que tapita de pendrive. Todos saben que la victoria electoral del 6D se debe a la crisis económica y a los desaciertos del gobierno, y no a las propuestas, a las políticas o a las virtudes de los dirigentes de la MUD, que la Oposición ni campaña electoral hizo. Quién sabe si esos dirigentes sí creen que se debe a ellos el arrastre de la Oposición (vanidad de vanidades, todo es vanidad).
La MUD, luego de declarar la guerra al resto del Estado el mismo día en que tomó el control de la Asamblea Nacional, y de prometer una salida de Maduro en el primer semestre, se quedó en el aparato discutiendo las opciones de “renuncia, reforma constitucional o referendo”. No era poca cosa esa perdedera de tiempo: expresaba grandes diferencias entre los sectores de Oposición. Solamente discutir como alternativa lo de la “renuncia” es sintomático, porque se sabe que Maduro no es militante de la MUD, ergo, no iba a renunciar si en el debate hubiese prevalecido la opción de pedir la renuncia. Pero los que proponían esta opción apenas ocultaban el verdadero sentido de su política: tener una excusa para generar una situación de violencia casi permanente, que los muertos aderezarían la petición de renuncia, política incierta a más no poder.
Lo del 1S fue demostrativo hasta para sus propios partidarios. Una marcha publicitada casi como “batalla final” (como le gusta llamar a El Nacional) que, después del esfuerzo de movilización desde todo el país, resultó que sólo era para hacer un llamado a cacerolear esa noche a las 8:00 pm. Sus propios seguidores, molestos, arrancaron ese día con la etiqueta “#maldita mud”. Empiezan a sentir que con esos dirigentes no se puede llegar a ninguna parte. Máxime cuando lo que sí no han descuidado los jefes opositores es lanzarse a candidatos a presidente y a gobernador; encabezando la candidaturitis el mismo Ramos Allup.
Era fácil vaticinarlo: que luego del 1 de septiembre el mundo seguiría existiendo, pero la Oposición seguiría sin tener política.
La crisis económica es profunda, sus efectos son crueles y sobre todo afectan a los más pobres. El gobierno no ha sabido en estos años manejar la situación, cuyos factores más amenazantes eran perfectamente predecibles. Hasta arrancó el año con un ministro encargado de la economía que negaba que hubiera inflación, es decir, que funcionaba más como ministro de comunicación que como ministro de economía.
Dentro del argot del mundo político hay un viejo dicho, muy citado y muy reputado: “En política los errores se pagan”. Pero a pesar de su pedigrí y popularidad la máxima es falsa: los errores se pagan si hay quien los cobre. O sea, si hay quien tenga capacidad y fuerza para cobrarlos.
La Oposición no está a la altura de cobrar los errores del gobierno. No es el único factor que favorece al gobierno, es cierto, pero es por eso que entramos al último trimestre del año en este anticlímax surrealista.

Sábado 17/09/2016. Aporrea.

lunes, 12 de septiembre de 2016

La Polarización en la picota

Orlando Zabaleta.


Todo el mundo habla mal de la polarización que vive el país, desde pretendidos ninís hasta chavistas y opositores. A la polarización la acusan de las idioteces y las justificaciones de marramucias que los incondicionales de cualquier bando repiten sin pensarlo mucho; aunque la idiotez y las fallas éticas sean, como los delitos penales, una responsabilidad personal.
Se acostumbra, luego de acusar a la polarización de “dividir al país y está destruyendo a Venezuela”, continuar con el viejo pregón de los valores comunes, variedad de discurso abstracto nebuloso de opinión, que culmina en la jauja de la unidad total de los venezolanos. Son críticas de buena intención, inútiles pero bien intencionadas.
Pero la mayoría de los ataques a la polarización son de mala intención. Como el que condena la división que generó Chávez porque antes, en la IV, éramos muy igualitos y nos queríamos mucho y ahora por la polarización ni nos entendemos, y la culpa es de los malditos chavistas, que son unos ignorantes faltos de valores, aúlla el opositor que quiere despolarizar al país y asemejarnos a punta de plomo.
También hay mala intención en el “oficialista” que critica la polarización, pero la usa para ocultar su ineficacia y su corrupción, y peor aún para eternizarlos (porque sabe que con la polarización integra y cohesiona a los seguidores). Como esos alcaldes chavistas que pretenden encubrir su deplorable gestión con argucias de liderazgo, denuncias a la guerra mediática y llamados a la unidad.
Opositores y chavistas atacan la polarización de la boca para afuera para mostrarse más civilizados de lo que en realidad son y para ganarse a los intermedios que le tienen miedo a la sangre. En fin, en un país tan polarizado también las críticas a la polarización están polarizadas.
En los 60 el enfrentamiento político llegó a nivel de lucha armada. O sea, tiros, torturas, desaparecidos, muertos. Muchos adecos, anticomunistas crónicos, se dedicaron a la persecución y la tortura del contrario. Pero en cambio otros adecos ocultaron a perseguidos, pecevistas o miristas, porque eran familiares o amigos. A nadie se le ocurrió la bajeza de cacerolear a su adversario político mientras comía con su familia en un restaurant. Que la familia y el hogar del contrario eran sagrados.
La polarización de los 60, aunque fuerte y violenta, ocurría solo en el nivel político. Había la creencia de que la política era una manía personal de algunos (“A mí no me interesa la política”).
Luego vinieron el Viernes Negro y el Caracazo. La sociedad ya no estaba para separaciones de Muralla China. Sobre todo esa que aísla la política del resto de la vida. Cada vez más la discrepancia fue social-económica-política-cultural.
Las caídas no nos hacen sabios, pero siempre hay una excepción. Y el desplome post Viernes Negro sí nos enseñó bastante, aunque cayéramos en ilusiones de tecnócratas y en los dolorosos experimentos neoliberales. Al menos el pueblo aprendió.
Entonces emergió esta polarización de raíz social, basada en visiones contrapuestas.
Unos desprecian a la inmensa mayoría de la población, practican el racismo social y quieren regresar a la vieja sociedad de la exclusión. No aprendieron nada de las últimas 3 décadas y creen que Mendoza es un genio de la industria, aunque en 50 años ni siquiera haya resuelto lo de las chapitas de cerveza sin divisas del estado. Quieren repetir las recetas FMI de los 90. Admiran a Obama, y justifican las políticas guerreristas e injerencistas de los EEUU.
Otra visión, la de los pobres, cree en una sociedad incluyente, en la participación de la mayoría y en la justicia social. Piensa que los yanquis deberían combatir su racismo y mejorar su atrasadísima y chucuta democracia en lugar de estar invadiendo a los demás países. Y que la Patria ni se regala ni se vende, ni se compara con un paquete de harina.
Dos visiones intensamente sembradas. Y no hay forma de que una de ellas desaparezca. Así que lo pertinente no es el ocioso deseo de que esos enfoques se fusionen en un gentil discurso vacío dizque integrador. Sino pensar cómo conviven con daño mínimo, por ahora.

Lunes 12/09/2016. Aporrea.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Cómo tomar el poder sin votos ni apoyo popular

Orlando Zabaleta.


Además del golpe militar, hay otras vías tradicionales para tomar el poder sin votos ni apoyo popular.
Una es el putchismo, cuando un movimiento con fuerza paramilitar cree que la toma de algún edificio simbólico y la detención de algunas autoridades son suficientes para dominar la situación. El famoso “Putsch de Múnich” que ejecutó Adolfo Hitler con sus tropas de asalto arrancó en una cervecería, fracasó en 2 días y dejó 14 muertos. Hitler terminó en la cárcel, donde al menos pudo escribir “Mi Lucha”. “La Salida” de Leopoldo López y la ultraderecha fue una muestra de putchismo tropical: los paramilitares en su mayoría eran prestados por el uribismo, dejó 43 muertos, y Leopoldo ni asumió la responsabilidad ni tampoco escribe, que sepamos, ningún libro.
La izquierda también cae en eso de ignorar a la gente para tomar el poder. En el siglo XIX se llamó “blanquismo”, por un revolucionario francés, Blanqui, que propugnaba crear un pequeño grupo bien organizado para asaltar el poder en un momento dado. Eso produce una “cultura conspirativa”, que todo lo apuesta a la eficacia del complot.
En los 60 el blanquismo renació en forma de foquismo latinoamericano, instituido a partir de una mala exégesis del triunfo de la revolución cubana (12 hombres subieron a la montaña…) aderezada con la teoría de vanguardia “leninista” y mucho de cristianismo. El foco electrizaría a las masas y llevaría al derrumbe del orden.
Otra vía de acceso rápido al poder puede ser la insurrección urbana. La lucha de barricadas se popularizó en las ciudades europeas en el siglo XIX. Las poblaciones urbanas post revolución industrial buscaban participación política, que el liberalismo nunca ha sido sinónimo de democracia. El mecanismo de las barricadas era resistir a las fuerzas del orden en las calles; y como quiera que los miembros del ejército provienen de sectores populares y medios, la idea era que, vía fuerza moral, los insurrectos hicieran dudar y dividieran a los defensores del orden, un orden cuya fuerza y estabilidad se pondrían en duda tras varios días de barricadas.
A finales del siglo XIX, el viejo Engels aseguraba que ya había pasado la época de las barricadas, esencialmente porque la burguesía y los sectores medios ya no aprobaban esa forma de lucha, y solo quedaba tras las barricadas el sector urbano más pobre. La barricada había perdido así su fuerza moral, ya que los represores directos no tendían a identificarse con los que protestaban.
Los movimientos urbanos del siglo XXI (“primaveras” árabes o grandes protestas urbanas) no son lucha de barricadas, sino “sentadas” (para utilizar la expresión de los 70) que tienen efectividad según el agotamiento político de un régimen, y que se basan en la incapacidad, preexistente o producida, del gobierno para reprimir. Es fácil constatar que las insurrecciones urbanas, desde el siglo XIX hasta el XXI, no llevan al poder a quienes las asumen, sino a un sector que las aprovechan.
Nuevas formas de tomar el poder sin apoyo popular se han presentado en América Latina: los golpes parlamentarios  Temer es presidente de Brasil sin tener votos ni para presidente de condominio.
Sigue siendo válido que se puede tomar el poder CON el Ejército o SIN el Ejército (neutralizándolo). Nunca CONTRA el Ejército. Una fuerza armada sin grietas no puede ser enfrentada, además su solidez expresa que el orden cuenta con apoyo social.
La Oposición realizó un golpe de estado en 2002 (cuando tenía generales), e insistió en el 2003 en esa vía, cada día más foquista. Ahora parece que, al fin, entendió que es difícil dar golpes de Estado sin contar con la FA. Que no basta con el entusiasmo de ex presidentes de la Derecha internacional ni los exhortos de generales gringos para tumbar un gobierno.
En 2004, (¿lo recuerdan?) Ramos Allup declaraba que apenas ganaran el referendo contra Chávez y llegaran al poder eliminarían de la Constitución el mecanismo del revocatorio “porque ya habrá cumplido su función”. ¿Qué cambió? Que la Oposición entendió al menos que está compelida a actuar dentro de la Constitución, o, más preciso, a utilizarla (en parte a ello debemos un 1S sin muertos).

Sábado 3/09/2016. Aporrea.