miércoles, 30 de noviembre de 2016

Crónica de lo cotidiano

Orlando Zabaleta.


Los lunes hago cola con mi mujer, Corteza la bella, que ese es el día que le toca para comprar “regulados”. Los martes me toca a mí, y ella me acompaña.
Me levanto a las 3:45 am, hago el café (irrenunciable tradición venezolana), monto las arepas en el budare, me baño y levanto a Corteza a las 4:30 am. Prefiero madrugar primero para darme el gusto de no apurarme. Salimos a la oscuridad de la calle a “bachaquear”, que así llama el venezolano a esa búsqueda inclemente de comida el día asignado.
Quisiera ser el único venezolano obligado a ese sacrificio madrugador. Con gusto llevaría sobre mis hombros ese padecimiento yo solo por el resto del país. Pero lamentablemente no es así: cuando llegamos a la cola siempre hay muchos centenares más de sacrificados.
Los supermercados abren a las 8:30. Desde las 5:00 am hasta la apertura la cola se alimenta de rumores sobre lo que venderán ese día. Y de la esperanza de que haya harina de maíz, o aceite, o leche. Nadie es tan optimista como para soñar con azúcar.
El verbo “marcar” se escucha a cada momento. “Marcar” es hacer cola en un sitio un rato, conocer a los que van delante y detrás, e irse a otra cola en otro supermercado cercano. Se considera normal. “Vaya rapidito, y marque la cola allá, que le respetamos su puesto y aquí no pasará nada hasta las ocho”.
Dependiendo de la fuerza de los bachaqueros, vende-puestos y coleadores profesionales, y del orden o el desorden que los del súper y los soldados y milicianos impongan, pueden llegar las 10 am antes de entrar a comprar. Y puede que ya se hayan acabado los regulados, o quede apenas medio kilo de pasta. Si intenta continuar en el otro supermercado, se le harán las 12 del mediodía, y el riesgo de que se acaben los productos antes de entrar al negocio es muy grande.
A las 12 uno ya ha cumplido una jornada de 8 horas. Ha sentido el frío de la madrugada, ha llevado sol parejo, las piernas se le han cansado, el sueño lo está llamando. Y tiene hambre. Y a veces son la 1 y aún está bachaqueando. Adentro los supermercados nunca tienen suficiente cajas registradoras abiertas, así que hay que invertir al menos una hora más para pagar y poder salir.
El venezolano utiliza mínimo dos días para el “bachaqueo”.
Y los otros días de la semana otras colas esperan. Las de las ferias de verduras, porque en los supermercados los precios del tomate son altísimos. Hay que estar enterados de dónde y cuándo hay feria. Y algunas solo aceptan efectivo, y entonces hay que hacer cola en el banco, o recorrer la ciudad buscando cajeros con plata.
También hará cola para comprar el queso o la carne a mejor precio. Por su casa las bodegas y abastos cercanos lo robarán descaradamente. Ah, y guarde energía para una vez al mes hacer la interminable cola del gas.
De los siete días de la semana, más de la mitad se utilizan para llenar la despensa de la casa.
Las reuniones sociales, me refiero a eventos culturales, políticos, son un lujo de tiempo impagable. Ya me he disculpado con Laura Antillano y José Carlos de Nóbrega, por no asistir a sus extraordinarios martes literarios (en el MUVA, valga la cuña), porque los martes en la tarde ya estoy muy molido.
Nos estamos estupidizando, que las relaciones sociales, así sea “echar una pajita” con unos amigos mientras tomamos un café, hablar sobre el tema de su preferencia, son tan necesarias como la harina pan de cada día (que, siempre lo digo, nadie piensa solo). Pero tenemos que renunciar a ellas. A mí me invitan a muchos eventos políticos, sindicalistas, poetas, académicos, etc., y debo declinar la invitación la mayoría de las veces. Lo peor de todo es la tendencia al aislamiento.
¿Se preguntan por qué, en esta crisis, no se dan grandes movilizaciones permanentemente, no se forman grupos de opinión en forma masiva? Es por el tipo de crisis y su efecto en lo cotidiano. Nada que ver con, por ejemplo, los años 2002-2003, cuando los barrios se plagaron de grupos de discusión espontáneos. Es un dato sociológico demoledor. Explica que la crisis política tenga ritmo de calma chicha sofocante.
Ahora casi siempre estamos hablando de comida. Que Marx tenía razón: antes de hacer arte o poesía, o política, el hombre necesita comer.

lunes, 21 de noviembre de 2016

El BCV y la falta de billete

Orlando Zabaleta.


Se espera que los que manejan la moneda de un país sean discretos, reservados, parcos; siempre se teme que sus declaraciones puedan producir bruscas variaciones de acciones o divisas que degeneren en tormentas especulativas. Aquí no, pero en casi todo el mundo la moneda es un tema muy serio.
La única virtud innegable de los integrantes del Directorio del Banco Central de Venezuela es la discreción. En ese aspecto son un ejemplo mundial. Pero una cosa es ser discreto y otra ser mudo. El silencio del BCV sobre los dramáticos avatares de nuestra moneda es absoluto. Uno a veces tiene dudas: ¿será que siguen allí todavía? Digo, los miembros del Directorio del BCV.
El objetivo fundamental de la institución está claramente determinado por la ley: “lograr la estabilidad de precios y preservar el valor de la moneda”. Con mayor claridad está determinado que el objetivo fundamental no se está cumpliendo para nada. El BCV no suelta ni una palabra.
Entre las funciones del BCV, también definidas por la ley, está la de “Acopiar, producir y publicar las principales estadísticas económicas, monetarias, financieras, cambiarias, de precios y balanzas de pagos”. Pero el BCV dejó de publicar mensualmente el índice de inflación como siempre se hacía y se había hecho. Asumo que sigue recopilando los datos y haciendo los cálculos pertinentes, que los técnicos y la estructura necesaria continúan allí.
¿A quién se le ocurrió esa idea tan disparatada de ocultar los datos de la inflación? ¿Quién fue ese genio? ¿Era de adentro (del BCV) o de afuera? ¿Qué pretendían al incumplir sus funciones y esconder las cifras? ¿Ocultar el nivel de inflación? ¿Se sentirá menos que el salario no alcanza cuando se desconoce el índice de inflación?
Estamos en un país tan especulador que hasta se especula con las variables macroeconómicas. Si el Banco Central no da cifras de inflación, los economistas lanzan números, los inventan, y nadie quiere quedarse cortos. Fíjense en el economista Guerra, ahora diputado, durante el primer semestre de cada año da unos números pavorosos, cinco o seis veces lo que resultará al final (creo recordar que empezó este año prediciendo 1.500% de inflación). Las cámaras de comercio lo invitan a cuanto evento tienen porque los comerciantes por tradición especulan con las alzas: sus precios de venta no lo vinculan al costo que tuvieron, sino al costo de reposición, de manera que compran al precio de hoy pero venden al precio de mañana. El bochinche, en todo caso, promueve la espiral inflacionaria.
La última “distracción” del Directorio del Banco Central la padecemos los venezolanos diariamente. Y es de lo más inexplicable: estaba de anteojitos que el cono monetario no correspondía con la inflación. Con un poquito de previsión (que una cosa es no publicar las cifras y otra es no saber lo que pasa y va a pasar) se pudo haber enfrentado el problema a finales de 2014 y adelantar algo para la emisión de billetes de 200 y 500 Bs. Pero pasó todo el 2015 y nada. Y luego este año casi completo.
Ahora a las colas para comprar comida se agregan las colas para retirar efectivo, o la búsqueda desesperada de un cajero con dinero. Los que transportan valores dan más viajes que nunca. Los bancos se quedan sin efectivo, o pagan miles de bolívares con billetes de 20. Llamar al billete de 100 Bs., “billete de alta denominación” es solo un decir: ni un café se puede comprar con 100 Bs. Los comerciantes están haciendo negocio con el “avance de efectivo” (cobran 10% lo menos, y otros 15%); cualquiera que tenga un punto se mete a banquero, pues.
¿Se hacen cargo ustedes, señores del Banco Central, de cómo las consecuencias de su inacción afectan a los venezolanos diariamente? Porque para prever la necesidad de billetes de más valor no se necesitaba una maestría, bastaba con el sentido común.
En los últimos meses, quién sabe si es la campaña de algún sádico, aparecen noticias no oficiales sobre la llegada próxima de los nuevos billetes. Son noticias oficiosas, atribuidas a “fuentes del BCV” que no se identifican. Mientras, ustedes ni ratifican ni desmienten. Nunca informan. Como la esfinge de Keops, totalmente callados.
Tun tun, ¿hay alguien allí?

Domingo 20/11/2016. Aporrea

El hombre del Vaticano y el hombre del Norte

Orlando Zabaleta.


I
Cuando monseñor  Emil Paul Tscherrig, enviado del Papa Francisco, aceptó la misión de mediación en Venezuela, no imaginaba el vaporón en el cual se estaba metiendo.
Su experiencia diplomática, y cuatro años como Nuncio en Argentina más otros cuatro en el Caribe lo hacían idóneo para la tarea. La mediación demanda tacto, precaución para saltar los imprevistos baches que los contrincantes colocarán en el camino, un poco de carisma, instinto para saber cuándo y cuánto de intimidación aplicar. Pero sobre todo requiere la paciencia de un santo, que arbitrar entre políticos es un via crucis de infinitas estaciones: sentar en una misma mesa a gentes que no se quieren ver ni en pintura es la primera parada; la siguiente es que un gentío que no está de acuerdo ni en la hora aprueben una agenda de discusión, luego ir punto por punto, y así sucesivamente hasta llegar al Domingo de Resurrección. Hay que tomarlo como los alcohólicos: cada día sin beber es una victoria; cada paso, cada parada es un pequeño triunfo.
La primera victoria, así se creía, es que ambas partes aceptaron lugar y fecha para la primera reunión (Nos vemos en Margarita el domingo). Así que monseñor Tscherrig da confiadamente las declaraciones haciendo público el acuerdo.
Y allí, sin empezar el via crucis de la mediación, comenzó el calvario. Sale Capriles quejándose de que se enteró por televisión. Y se arma el jaleo. Después de dimes y diretes queda claro que Chúo Torrealba sí es el Coordinador de la MUD y que fue autorizado por los partidos para asistir a la reunión, y que todos los partidos sabían de la reunión y del acuerdo. Pero no se sabe si los teléfonos de Capriles funcionan, ni si los de la MUD se llaman entre ellos.
¿Conocerá monseñor Tscherrig la experiencia de Carter?

II
En agosto de 2004 todo el mundo sabía que Chávez ganaría el referéndum revocatorio. Todas las encuestadoras, nacionales o extranjeras, le daban al menos 10 puntos de ventaja al chavismo. El jueves anterior a las votaciones, en un hotel capitalino, las encuestadoras amigas de la Oposición (Datanálisis, Keller) se lo dijeron clarito a los jefes de la Coordinadora Democrática (anterior nombre de la MUD). Todo el mundo lo sabía, menos la perdida clase media, a la que Rabel, Granier, Otero, etc., tenían convencida de que a Chávez no lo quería nadie.
Al conocerse los resultados tan adversos, la primera reacción de la Coordinadora fue desaparecer de la Quinta La Unidad. Corren al Hotel Tamanaco a buscar la ayuda y apoyo del expresidente colombiano Gaviria, Secretario General de la OEA entonces, y del ex presidente Carter. Pero el equipo técnico de la OEA y del Centro Carter ha realizado un conteo rápido que coincide con los resultados emitidos por el CNE, así que ni Gaviria ni Carter van a desconocer a sus propios técnicos para apoyar a los Opositores.
La Coordinadora había rechazado los resultados al principio con el argumento de que “no estaba presente cuando se hizo la totalización” (que es como rechazar que 8 por 6 es 48 porque no se presenció la multiplicación). Le piden a Gaviria y Carter que negocien por ellos con el CNE: ofrecen reconocer los resultados si se realiza una auditoría con una muestra específica. Gaviria y Carter se van al CNE y logran la aceptación de la propuesta opositora. Pero mientras iban, los jefes de la Oposición cambian de opinión y ahora plantean una muestra más grande. Carter, sorprendido, se molesta y los acusa de poco serios. Al final la postura pública de la Coordinadora fue pedir la auditoría del total de las mesas y no participar en la que ellos habían pedido.
Carter es caceroleado al intentar degustar una pasta en el restorán caraqueño Limoncello. Dice mucho del nivel de los opositores el que creyeran que Carter, un expresidente de Estados Unidos, se había metido a chavista.
En las elecciones regionales, unos meses más tarde, la Fundación Carter se negó a participar como observadora. A lo mejor Carter creía que los de la Coordinadora necesitaban psiquiatras y no políticos.
Volviendo al presente, ya la MUD arrancó mal con monseñor Tscherrig. Primer chasco, y no será el último. Eso pasa en los diálogos cuando se quiere y no se quiere.

Sábado 29/10/2016. Aporrea.

Y ganó el loco

Orlando Zabaleta.



La ciudad industrial
Todavía estoy a tiempo de recordarlo: Detroit era la orgullosa capital mundial del automóvil. Aún tienen allí su sede la Ford, la General Motors y la Chrysler. El automóvil fue la industria punta del capitalismo durante casi todo el siglo XX. Pero con los 70 llegó la amenazante competencia japonesa. Alguien propuso pintar los motores de los autos gringos con la bandera de las estrellas y las barras, para así, vía llamado patriótico, detener la nueva invasión nipona. Demagogia hipócrita de las grandes automotrices: cuando el exhorto chovinista no les dio resultados, mudaron la producción de partes y el ensamblaje a otros países, donde los salarios fueran bajos. Además la industria automotriz se robotiza con rapidez; es decir, ofrece menos puestos de trabajo con rapidez. Ahora llaman a Detroit la ciudad fantasma. El desempleo está cerca del 50%. La gente abandonó la ciudad en estampida y dejó cientos de miles de casas y edificios abandonados. Apenas quedan 700 mil habitantes sobreviviendo.
Detroit es la capital del estado de Michigan. Donde nunca ganaban los republicanos. Pero Trump logra, contra todo pronóstico, ganar en Michigan. No con una gran diferencia, pero el primitivo sistema electoral norteamericano no sabe de representación proporcional.

La empresa más admirada
Los actuales modelos del capitalismo son las corporaciones de informáticas. Apple encarna el arquetipo, mitología incluida. La empresa que arranca en el garaje de unos jóvenes rebeldes es la prueba viva de la fuerza del “sueño americano”. Revoluciona el mercado con los productos que lanza: su reproductor mp3 no es un reproductor mp3: es un iPod. Redefine con su teléfono y su tableta los nichos respectivos. Según la revista Fortune, fue la empresa más admirada del mundo entre 2008 y 2012 (en plena crisis). Según el índice BrandZ (índice que utiliza además de los balances de las empresas, la percepción de sus usuarios), Apple es la marca más valiosa del mundo.
Sí, sin duda es la principal marca gringa. Pero, ¿dónde tiene sus fábricas? Muy lejos de su sede en California: en China. Allí trabajadores chinos con bajos salarios (mujeres y niños en las llamadas “Zonas Especiales”) producen los laptops, las tabletas, los celulares de Apple.
La miel de los salarios bajos es muy atrayente porque allí también produce la Disney los “souvenires” y juguetes de sus famosos personajes. Igual que la HP, otro ícono del mundo del PC. Todos fabrican en China.
Estados Unidos se está quedando con las Marcas, mientras el Oriente se queda con las fábricas. El país metrópolis del capitalismo se está desindustrializando. Detroit no es la única ciudad corroída por el desempleo. Trump dijo que obligaría a las empresas a regresar sus fábricas a América. Hubo gente que se lo creyó.

La crisis que no cesa
La última crisis mundial del capitalismo de 2008 no ha sido superada aún. Hay indicadores pre-crisis que no han regresado. Ya sabemos, experiencias de más de un siglo, que los niveles de empleo son lo último que se restituyen en la fase de recuperación. El capital, luego de la caída, usa su capacidad instalada ociosa sin necesitar más trabajadores. El crecimiento lo impulsa la tecnología, o sea: menos requerimiento de mano de obra; el fenómeno se ha acentuado desde los 90.
Ese es el trasfondo del caso Detroit. Y del horroroso nivel de desempleo de España entre los jóvenes.

La sorpresa
La crisis económica no es la única razón por la que ganó el loco. La candidata rival ayudó bastante: es difícil escoger entre dos figuras tan inmorales. La Clinton es la vieja y poderosa mafia politiquera casada con el gran capital, gana en los estados más ricos, en las ciudades más populosas, donde los servicios (útiles o inútiles) de todo tipo desplazaron al trabajo industrial. Es el capitalismo actual y futuro: viciosamente especulativo. Pero en los pueblos pequeños, no es la rebeldía anti-estatus lo relevante. Es el atraso, no lo adornen. Allí gana el loco porque el sector más atrasado (machista, xenófobo, racista, excluyente, homofóbico) añora la perdida “grandeza americana”, le importa poco otras consideraciones distintas a su rabia, y lo apoyó.

Entramos al mundo de lo impredecible.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Yo dialogo, tú dialogas, ambos monologamos

Orlando Zabaleta.



Empecemos reiterando lo obvio: el diálogo es indispensable. Hay que estar enfermizamente ofuscado para no verlo. Que la alternativa al diálogo es la guerra. Es decir, la muerte, y, ojo, la muerte no siempre es la de otro.
Ya es aterrador que un adolescente, odio inoculado de por medio, clame por sangre y violencia a través de las redes sociales. Pero Leopoldo López, Freddy Guevara y los profesores universitarios que colocan mensajes de guerra en Facebook son más que tarajallos para seguir con esas vainas.
Y dejo constancia de que no soy un pacifista a ultranza, y me perdonan. Que no le estafo el derecho de rebelión a los oprimidos. Pero, a menos que uno sea un irresponsable, se apela a la violencia solo cuando se demuestra su pertinencia y su absoluta necesidad. Por ejemplo, para “romper las cadenas que nos ataban al Imperio español”, o para enfrentar al “Amigo del Norte” si pretendiera invadir nuestras tierras patrias.
Caso típico para rechazar la violencia es el actual: ninguna de las partes puede aniquilar a la otra. Ni el gobierno puede disolver la Asamblea porque le dé la gana sin violar la Constitución, ejecutar un golpe de estado y abrir las puertas de la violencia. Ni la Oposición puede derrocar al presidente y acabar con el chavismo, por más empeño de sangre que le ponga. Cuando una de las partes cree que puede destruir a la otra no dialoga, guerrea.
Esa es la razón determinante para apoyar el diálogo: que la alternativa es la violencia sin sentido y sin futuro. Lo demás, que si las instituciones o nuestro amor por la paz, son adornos.
Otro sí. Un viejo truco para sabotear el diálogo aparentando estar de acuerdo es pedir al contrario que se rinda antes de sentarse a negociar. Así hacen los que exigen “condiciones” para asistir a la mesa de diálogo. Los opositores que no irán a dialogar si antes el gobierno no suelta a los “presos políticos” y llama al Revocatorio; igual sería si el gobierno pusiera como condición para negociar que la Oposición retirara el pedido de Revocatorio y aceptara la decisión de los tribunales sobre los “presos políticos”. Precisamente esos son temas a discutir.
Cierto, los diálogos como estos, dentro de una correlación política compleja, se ganan o se pierden en gran parte fuera del mismo diálogo, en el entorno. Por ejemplo, convenciendo a terceros (casi siempre pacifistas y enemigos de las reyertas, para eso son terceros) que uno quiere dialogar pero la otra parte no. El gobierno fue el menos torpe en este terreno. O hubo una división del trabajo, porque Diosdado Cabello bombardeó bastante el diálogo y aun funge de provocador constante. Además el gobierno tiene con qué golpear (la suspensión de la recolección de firmas) mientras llama al diálogo. La Oposición se ha debilitado y solo pudo responder a lo de las firmas con esa teatral sesión de la Asamblea aprobando una retahíla de “medidas” o “acciones” (uno no sabe): que si la nacionalidad de Maduro, o la declaración de abandono del cargo.
La Oposición ha sido coherentemente torpe para encarar el diálogo. Una parte de la ella no lo quiere, y jura, aunque no lo diga, que el asunto se resuelve con sangre. Mientras otra parte, así no comparta los anhelos sanguinarios, calla por temor al público opositor vampiresco. Una Oposición tan dividida y con un desubicado como Capriles adentro tiene que ser fuente de incoherencia, como esa de pedir la mediación del Vaticano y estar a punto de carrear al enviado.
De frustrarse el diálogo, todos querrán endilgarle la culpa al otro por el fracaso; menos mal que no es una rifa, porque de serlo la Oposición tiene casi todos los números comprados.
Otro aspecto es cómo afecta el paso del tiempo: ¿quién se debilita mientras se negocia? Nadie lo sabe con seguridad, pero ambas partes juran que es la otra. El gobierno subestima la profundidad de la crisis económica y el malestar reinante. La Oposición sobrevalora su capacidad de arrastre y su incidencia sobre los descontentos (y la influencia de la Casa Blanca). Malas cuentas que no ayudan al éxito del diálogo. Y que incitan a que los negociadores ensimismados monologuen para sus respectivos fans. Se requiere un diálogo más inclusivo.

Domingo 6/11/2016. Aporrea.