Orlando Zabaleta
I
No entiendo que en las redes sociales haya tantos nacidos en
Venezuela a quienes les parezca poca cosa que sea Trump el que adelante el
proyecto de Guaidó. O, dicho con más precisión, que sea Guaidó el que adelante
el proyecto de Trump.
Me sorprende que a nacidos en Venezuela (no sé si sea válido
llamarlos venezolanos) les parezca algo baladí que el general Jefe del Comando
Sur y los senadores y representantes más antediluvianos del Norte nos amenacen
diariamente y repitan lo de la opción militar a cada rato. Que hayan colocado a
un conocido terrorista y asesino de cuello blanco como Abrams (condenado por el
caso Irán-Contra, aquel asunto de tráfico drogas y armas para mantener a los
Contra) como “enviado especial” de Trump para Venezuela. Que, en concierto con el
autoproclamado Guaidó, los gringos hayan dejado personal en la Embajada
Norteamericana como cebo, como una trampa que sirva de excusa para una acción
militar gringa en nuestra patria.
De paso: hay una cobija argumentativa que utilizan esos
nacidos en Venezuela para ocultar sus partes pudendas pitiyanquis: ¿se han oído
a sí mismos cuando comparan al Imperio yanqui con el “Imperio cubano”? ¿Saben
contar fuerzas militares, poderío financiero, empresas transnacionales? Por
supuesto que las transnacionales chinas son empresas capitalistas, y cuánto más
las rusas, que el Partido Comunista Chino tiene año tras año más millonarios en
su seno. Si las fuerzas armadas de alguna de estas dos potencias mundiales,
China o Rusia, estuvieran decidiendo quién es el presidente de Venezuela y nos
estuviera amenazando militarmente, en estas notas simplemente yo, como buen e
inevitable venezolano, sustituiría donde dice “yanqui” o “gringo” por chino o
ruso (sin esconderme en que los gringos son peores). Eso de exculpar a un
ladrón porque otro ladrón robó igual o más siempre me ha parecido ridículo (e
inmoral, es una vieja defensa que utilizaban AD y Copei uno contra otro).
Pero si consideramos la historia se podría no considerar
válida mi sorpresa. Porque sé que siempre hemos tenido pitiyanquis desde la
época de Gómez. Genuplexos y presurosos para el “Yes, sir, yes, sir”. Pero
precisamente desde el 23 de enero de 1958, se demostró que los pitiyanquis eran
una minoría ante las mayoritarias manifestaciones en las calles de un pueblo
digno. ¿Recuerdan la visita del vicepresidente Nixon en ese año? Los marines se
pusieron en alerta para invadirnos.
Como quiera que desde mediados de los 80 la burguesía
“nacional” le pidió al Estado que no la “protegiera” más con aranceles, porque
ella y que iba a “globalizarse”, la onda de no producir un clavo sino
importarlo se expandió aún más, y con el país más globalizado el pitiyanquismo
creció entre ciertos sectores de la clase media (que en la década anterior no
pasaban del relativamente inofensivo “ta´barato deme dos”).
Posiblemente esas posturas antinacionales sean más visibles
en las redes sociales. Allí se han mezclado con el “radicalismo” (o acaso con
el histerismo). En Internet es el campo de batalla donde tanto valiente
tecleador está dispuesto a entregar todo (todo lo que no sea de él) para acabar
con Maduro. Estoy convencido de que en los últimos tres o cuatro años el sostén
más importante de Maduro han sido precisamente estos “radicales”, no solamente
porque dominados por la histeria asustan a sus propios partidarios con su sed
de sangre, la guarimba y la incitación al saqueo. También porque los políticos
más inteligentes de la Oposición, aunque en privado dicen que esos talibanes,
cibernautas o pedestre, son unos maniáticos, no se desligan de ellos por miedo
o por demagogia, y la Oposición acaba repitiendo frases fuertes y muy emotivas
pero sin ninguna política. El último caso fue el de Falcón, que tenía razón
cuando les decía “Si votamos, ganamos”, pero los Opositores decidieron irse por
el camino de la abstención. Apenas la Oposición ha agarrado algún vuelo, salen
de su propia fila los “radicales” a sabotearla. Si el gobierno de Maduro no
fuera tan requetemalo la Oposición no hubiese salido del pozo depresivo en el
que se metieron en 2018.
II
Tampoco entiendo cómo un nacido en Venezuela, en pleno uso
de sus facultades mentales, o sea, con un gramo de cerebro y un poquitico de
responsabilidad puede despachar tranquilamente las posibilidades de una guerra
civil. No soy pacifista en abstracto. Ninguna guerra es buena pero hay guerras
necesarias, como la que adelanta un pueblo contra un invasor extranjero. Pero
las guerras civiles son un caso aparte, a fin de cuentas son enfrentamientos de
hermano contra hermano, han sido sumamente crueles (más que las guerras
nacionales), posiblemente porque los contendientes se saben tan iguales que
exacerban el odio y apelan a la crueldad para ocultarse a sí mismos el carácter
fratricida del combate.
Una guerra civil no solo traerá mucho más dolor del que
ahora padecemos. Dejará una deuda inmensa, pesada e impagable de sangre. Y será
una tragedia que nos cancelará como nación por décadas, o quizás para siempre.
Ningún bando podrá ganar una guerra civil, ambas partes serán perdedoras y
todos saldremos derrotados.
La irresponsabilidad criminal ante este peligro la comparten
tanto la Oposición de derecha como el gobierno de Maduro (también de derecha pero
con discurso izquierdoso). No les importa a ninguno correr el riesgo, y cada
cual intentan convencer a sus respectivos seguidores de que ganarían la guerra.
Y de que será corta (cosa que nadie sabe).
Bien sea por invasión o guerra civil, estamos ante el
peligro de un desastre nacional de grandes proporciones y de permanentes
consecuencias. Métanselo en la cabeza.
III
Y menos entiendo a esos maduristas que creen que se la están
comiendo cuando preguntan que dónde están los chavistas críticos. Esos maduristas
sabihondos deberían asumir su responsabilidad y preguntarse cómo hizo Maduro
para llevarnos a esta situación en tan solo 5 años. Así como se creyeron que
una página web podía ser más poderosa que el gobierno y el Banco Central y
tenía el poder de fijar la tasa de cambio del dólar, ahora parecen creer que
los críticos eran más fuertes que el Ministerio de Comunicación y serían los
responsables del desbarajuste que realizó el gobierno. Habrase visto tamaña
confusión mental.
La pregunta pertinente es qué hubiese pasado si esos
maduristas hubiesen cumplido su deber revolucionario y criticado con fuerza
tanto desacierto y absurdo, en lugar de repetir consignas laudatorias, combatir
cualquier disidencia y acusar de traidor a cualquiera que criticara el nefasto
rumbo del gobierno; o sea, en lugar de actuar como cualquier conservador. A lo
mejor hubiesen hecho más difícil que se ejecutara tan mala gestión. Al menos
hubiesen alzado la voz contra eso de colocar a los más incapaces en la
dirección de los organismos públicos; o hubiesen criticado la virtual
desaparición del Banco Central o su renuncia a proteger la moneda nacional; o
el modelo de endeudamiento de PDVSA que tenía que volverse insostenible, máxime
gastando miles de millones de dólares para el subsidio insensato de la
gasolina; o la gestión de los servicios públicos que se deterioraban
constantemente. Pregúntense si un ambiente revolucionario (es decir, crítico y
exigente, en lugar de pasivo, permisivo) no hubiese evitado o moderado al menos
las más absurdas fallas del gobierno (aunque sea que hubiese evitado la caída
de la producción petrolera en los últimos cinco años).
IV
La única vía que tenemos como nación es una salida pacífica,
constitucional, democrática. La única salida es llamar al pueblo a decidir
soberanamente. Debe empezar una negociación seria, dejando a un lado a los histéricos.
Que cada cual amarre a sus locos y deseche las irracionalidades. Esa
negociación debe ir más allá de los dos actores que utilizan la polarización
para creerse mayoría y obligarse así a permitir la participación de muchos
sectores sociales (sindicatos, organizaciones populares, representantes de
diversos sectores).
Gobierno y Oposición podrán ir a una negociación a ganarla,
están en su derecho, así es la política, pero colocar ese derecho por encima
del país sería un crimen sin nombre. El gobierno no puede creer que “gana” si
aprovecha los errores de la Oposición. La Oposición no puede sentarse dividida
y cambiando de opinión a cada momento como hizo en la última negociación.
Es necesario algo inusual, casi revolucionario: una actitud
responsable de todos ante el pueblo venezolano.
Martes, 29/01/2019. Aporrea
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