domingo, 29 de marzo de 2015

Se solicita oposición democrática y con moto propia

Orlando Zabaleta

Insisto, lo primero que necesita el país es una oposición democrática. Hubiera sido de mucha utilidad en estos años: cuántas complicaciones, pérdida de tiempo y de vidas humanas, nos hubiera ahorrado. Digo, no una oposición que lo único que puede presentar como certificado democrático es el uso reiterado de la palabra “democracia”. El carácter democrático no es una etiqueta de marca comercial, no funciona como los pretendidos perfumes Dior o Chanel que venden los buhoneros.
La mayoría del país tiene serias y fundadas dudas sobre la vocación democrática de la oposición como un todo; y una más seria y más fundada seguridad sobre la vocación antidemocrática de algunos sectores de la oposición.
Lo que sabe el país de la oposición es que produjo un golpe de estado, un cierre patronal con saboteo de la industria de la que vivimos todos los venezolanos, que anduvo años buscando un Pinochet en las Fuerzas Armadas (que, menos mal, no lo consiguió). Y luego se dedicó a cantar fraude en cada elección que perdía. Así pretendía desconocer al gobierno, pero así también desconocía a la mayoría del país.
No sólo fue que nunca presentó las pruebas del fraude (que prometió, la primera vez “para mañana”), sino que nunca dijo cómo era posible hacerle fraude al sistema. Nunca presentó el “modus operandi” del fraude. Los “argumentos” sobre el fraude eran ilógicos, banales o absurdos. Para más vergüenza, o desvergüenza, utilizan por segunda vez las denigradas máquinas del CNE (y, por lo que se ve, los cuadernos volverán a ser quemados de nuevo).
Y continuaron con las muy “populares” guarimbas. Y los llamados velados o abiertos a una insurrección, cuya victoria siempre es inminente.
Precisamente por ese delirio continuo, la mayoría del país los mira como gallina que mira sal.
Claro, hay una explicación sociológica a esta locura reincidente. Tienen un público que es capaz de creer y repetir cualquier cosa. Desde que Chávez había comprado a Carter o a Insulsa, o que la votación manual era más rápida, hasta que los bombillos ahorradores tenían un micrófono por el cual el mismo Fidel los estaba espiando. Desde que hay una conspiración para robarles el cabello a las mujeres, hasta lo del robo de niños (las viejas leyendas urbanas están siendo sustituidas por las ciber leyendas). La última son esos “analistas” que prácticamente dicen que Obama y Maduro se pusieron de acuerdo para declarar a Venezuela un peligro inusual.
La mayoría de ese público es de la clase media. Una clase media que debe rondar el 16% de la población (creció 3% desde que llegó el gobierno de Chávez) y que tiene el vicio histórico de creerse a sí misma la totalidad del país.
Réstele a ese 16% la décima parte  que se ha negado al desvarío; digamos que tenemos, pues, un 14,5% de clase media dispuesta a creerse hasta que Chávez fue una conspiración de alienígenas marcianos (haga la prueba: envíelo por texto a sus amigos más opositores y muchos lo reenviarán). Súmele el 3% de clase alta. Entonces  tenemos un sector duro (lo que los publicistas llaman el “lecho de piedra” de una marca: los fieles apegados a la marca, que la comprarán sin importar la calidad o precio del producto). Ese 18% es el que en las encuestas actuales responde que no le importa si Estados Unidos nos invade o no. Y por supuesto, si para salir del “régimen” tenemos que ir a una dictadura militar o a una “democracia dura” (esa que conocimos con mucha sangre aquí en los 60).
Pues bien, amigos opositores que utilizan el cerebro, el error ha sido hacer política exclusivamente para ese sector, para su lecho de piedra. Por eso no calan sus planteamientos en la mayoría del país. Así siguen dejándose llevar por opinadores delirantes con su discurso sobre el “régimen”. Y, aunque algunos de los dirigentes opositores sí usan el cerebro, no se atreven a enfrentar a su público más ferviente (no los vayan a acusar de vendidos). Por eso no terminan de deslindarse de los locuelos y empezar a demostrar una vocación democrática creíble.
Ah, lo de la moto propia también es importante. Amigos opositores pensantes, cómprense un carrito, aunque sea pequeño. Ni los paramilitares de Uribe, ni los neofranquistas de Rajoy, ni Felipe González, el hermano siamés de CAP, ni el director de la CIA, ni los declarantes de la Casa Blanca, ni el mismo Obama, les darán la cola hasta el poder. Uno que otro empujoncito sí, pero no los llevarán día a día. No sean tan atenidos. Es mejor tener moto propia.

Domingo 29/03/2015. Lectura Tangente, Notitarde

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