domingo, 27 de diciembre de 2015

Entre Navidad, poetas, pueblo y esperanzas

Orlando Zabaleta.


Los días del 24 al 31 de diciembre nos marcan a los venezolanos. Lo digo evocando a Andrés Eloy, quien forzado a recibir el Año Nuevo lejos de la Patria, en tierra extranjera donde, decía, el gozo tiene “menos caridad y la alegría de cada cual va sola”, recordaba con dolorosa nostalgia a su pueblo:
“Las manos que se buscan con la efusión unánime /de ser hormigas de la misma cueva; /y al hombre que está solo, bajo un árbol, /le dicen cosas de honda fortaleza: “¡Venid compadre, que las horas pasan; /pero aprendamos a pasar con ellas!”
Mi generación se acostumbró a recibir en familia el Año Nuevo escuchando “Las Uvas del Tiempo”, que no había emisora de radio o televisión que no transmitiera el poema para señalar el fin del año viejo.
A veces, alguna radio o televisión anunciaba primero que otras “las doce”. Y, entonces, nos confundíamos, y unos arrancaban a abrazarse mientras otros insistían en que no era la hora exacta (“No son las doce, no son las doce”). Una vez, en mi casa familiar de La Candelaria, nos dimos el Feliz Año antes de tiempo, para luego, alertados por el silencio de la calle, tener que repetir el rito. Y en otra ocasión nos retrasamos, y  la algarabía de afuera y los vecinos tocándonos la puerta nos obligaron a abrazarnos rapidito.
Ay, dirán mis viejos amigos, con la edad Orlando se está volviendo nostálgico. Y se equivocan: siempre lo he sido. Pero, tranquilos: no me pondré a rumiar sobre la “pérdida de valores” y esas simplezas tan repetidas la mayoría de las veces con inconsciencia, hipocresía y autosuficiencia alarmantes. Dios me libre.
Lo que sí quiero, en días como estos, es defender a la esperanza. Aunque coincido con Miguel Otero Silva: la esperanza es lo primero que se pierde. Llamando esperanza a la confianza en un futuro de pocas posibilidades. Sin embargo, creo que el ser humano, en las horas más desesperadas, aunque pierda la esperanza mantiene la fe.
Y aquí mis amigos dirán: Ah, vaina, ahora Orlando se metió a religioso. Pero no, saben todos que soy muy descreído. Como Fernández Retamar, llego a “no creer absolutamente en nada, ni siquiera que el incrédulo existe de veras”.
Llamo fe a mantenerse luchando aún en contra de todas las probabilidades. Porque aunque se apague la última luz de probabilidad, y con ella la esperanza, el hombre se mantiene y persiste. Y sobrevive en contra de todo pronóstico.
Pero defiendo la esperanza, esa primera trinchera. Siempre. Los 90 fueron unos años negros y terribles en muchos aspectos. Claro que muchos olvidaron esas penas, o vivían tan aislados que ni se enteraron. Por un tiempo, en los 90, hasta la esperanza desapareció, que estábamos mal e íbamos peor. Y, sin embargo, resurgió, y salimos de ese hueco. Llegó Chávez y ofreció esperanza, y el pueblo la tomó y la multiplicó como el pan y los peces.
Todos sabemos que el año que viene trae duros presagios. Que el gran dador, el petróleo, seguirá bajando de precio y los dólares no sólo no alcanzarán para el viaje a Miami, tampoco alcanzarán para traerle a la burguesía parásita los, ¿cómo los llaman?, insumos para que pueda producir alguito.
Será un año de definiciones y definitorio. Para el ahora y para el futuro.
Pero la esperanza es el alma irrenunciable del que sueña con un futuro mejor, con una Patria de justicia y de pueblo omnipresente.
Y, como me enseñó Aníbal Nazoa, “Creo en los Poderes Creadores del Pueblo”. Y sé que le buscará la vuelta a la cosa. Como siempre. Y, aunque estén ahorita muy esperanzados en la Casa Blanca y en las oficinas de las transnacionales, diré como Neruda, Venezuela, mi patria “no será vencida ni a extranjero dominio sometida”.
Así que viva la esperanza, que renacerá desde y en lo profundo del pueblo. Y Feliz Año para todos los hombres de buena voluntad. No pido disculpas por excluir (con premeditación, lo confieso) a los otros, a los de mala voluntad, que ni los ángeles que anunciaron a Jesús los tomaron en cuenta.
A los hombres y mujeres de buena voluntad, los que nos sabemos hormigas de la misma cueva, los que creen y sueñan con una Patria y  un mundo de justicia, aún por construir, donde las distancias sean abolidas para siempre, Feliz Navidad, hermanos.

Domingo 27/12/2015. Lectura Tangente, Notitarde.

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