domingo, 3 de mayo de 2015

Negros buenos y negros malos

Orlando Zabaleta

La humanidad nació en África, y seguramente los primeros homo sapiens eran negros; me lo imagino viendo a los “primos”, porque no sé de otro primate de piel blanca. La primigenia cohorte de homos sapiens se propagó por Europa y Asia, y no generó ningún problema el que algunos, al aclimatarse, se volvieran de piel negra o amarilla. El problema empezó cuando el mundo se hizo más chiquito y la rama blanca logró dominar el mundo.
El racismo tiene sus vainas. La colonización de América crea el primer negocio de la Globalización, el primero que vincula en un solo triángulo a tres continentes: uno daba esclavos, otro daba materias primas (incluso oro y plata), y el tercero, además de dar baratijas, whisky y armas, y organizar los viajes, se queda con las ganancias.
En las colonias británicas hubo una primera esclavitud blanca. Irlandeses traídos desde el viejo mundo que (engañados o forzados) firmaban un contrato de trabajo, que luego descubrirían casi eterno. Trabajarían noche y día por un salario que apenas cubría los gastos de “mantenimiento”, y con el pequeño sobrante durarían décadas para pagar la deuda contraída por el costo del viaje al Nuevo Mundo. La única alternativa era la fuga.
Pero la esclavitud africana resultó más provechosa que la esclavitud blanca y acabó siendo la dominante (era más fácil descubrir a un africano fugitivo que a un irlandés fugado). La esclavitud se pintó de color negro.
El europeo ya sabía de su superioridad sobre los otros pueblos. Pero ahora se trataba de convivencia diaria; a fin de cuentas, Hegel dixit, el amo depende más del esclavo que el esclavo del amo. Se construyó, pues, una ideología para justificar el negocio: definitivamente los negros eran inferiores, llevaban la inferioridad en su esencia, en su sangre.
Así los descendientes blancos de los negros africanos declararon inferiores a los descendientes negros de los mismos negros africanos.
En el Gran Coloso del Norte, la admirada Metrópolis, hizo falta una larga guerra civil en el siglo XIX para acabar con la esclavitud, que no con el racismo.
El reconocimiento de los derechos civiles de los negros tardó un siglo más, Klu Klu Klan incluido. Un primero de diciembre de 1955, una mujer negra se negó a cederle el puesto en el autobús a un hombre blanco. La mujer estaba no sólo desobedeciendo una tradición, sino violando una ley de la ciudad, así que fue arrestada. El hecho arrancó la lucha por los derechos civiles en EEUU por una década, lucha que logró al menos eliminar las leyes abiertamente racistas.
Pero todo el mundo sabe que el racismo continúa vivito y coleando en la Metrópolis. Se muestra en los altos índices de desempleo y los bajos niveles de escolaridad entre los negros. Pero últimamente se hace más evidente en los asesinatos de jóvenes negros en las calles a manos de policías que igualan negro pobre con delincuente peligroso. No han enterrado a las víctimas cuando ya los Comités de investigación declaran inocente a los policías implicados. El último crimen generó los disturbios de Baltimore.
En el Norte, los niveles de empleo a nivel nacional no han alcanzado los que tenían en el 2007. Pero en los barrios negros la situación es más grave, y hay ciudades como Baltimore donde no existe ni un ramalazo de futuro para el negro pobre. La ciudad se está despoblando desde los 50, cuando casi alcanzó el millón de habitantes, y desde los noventa compite con Detroit en la pérdida acelerada de población. 23 % de los 600.000 habitantes está debajo del nivel de pobreza. La policía se acostumbró a arrestar a los negros pobres por cualquier nimiedad, amparándose en una difusa “causa probable”.
Las autoridades de la ciudad y del estado son negras, así como la policía que se encarga de los barrios negros. Ah, y también el presidente de la Nación. Pero son negros buena gente, obedientes, como los esclavos que tanto querían a la protagonista de “Lo que el viento se llevó”, negros domésticos o domesticados, a los que los activistas negros de los 60 llamaban con desprecio “Tío Tom”. El obsequioso presidente que tan bien cumple las órdenes del Pentágono y envía soldados, aviones y drones a donde le digan, y obedece a las transnacionales y a sus lobbies, es de los negros buenos. Es un Tío Tom.
Los negros malos son los rebeldes insumisos. Ya Obama, en la primera noche, los declaró criminales. Podrá haber muertos, pero ni un solo cristal de una tienda debe ser roto. La policía y la guardia tienen campo libre para la represión, otorgado por la flamante democracia yanqui.

Domingo 03/05/2015. Lectura Tangente, Notitarde

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