domingo, 12 de julio de 2015

El socialismo, palabra polisémica

Orlando Zabaleta

Todos tenemos una noción sobre qué es capitalismo. Así sea por las gracias que lo adornan: pobreza y opulencia, una al lado de la otra. Ciclos reiterativos de crecimientos y descensos. Bancos que desahucian a los deudores. Especulación que trastoca precios y tasas de interés.
Por supuesto, el capitalismo no es un tema simple: más de dos siglos de debate desde Adam Smith, con la intervención de muchas mentes brillantes, atestiguan la complejidad del tema.
Sin embargo, hay un marco, así sea de límites difusos, dentro del cual debatimos sobre el capitalismo seguros de que estamos hablando de la misma cosa. Incluso si discutimos con los que juran que el “progreso” que el capitalismo promete es superior a la miseria que reproduce.
En cambio, la noción de socialismo es definitivamente polisémica. Es decir, tiene múltiples significados, significados que se intersectan en unas zonas y se excluyen en otras. Cuando discutimos sobre socialismo casi nunca estamos hablando de la misma cosa.
Marx se concentró en estudiar el capitalismo, y fue muy poco lo que escribió sobre el socialismo, porque consideraba “utópico” hacer predicciones; y necio, fijarle normas al futuro. Pero no es solo la fértil herencia cultural del siglo XIX, sino la aterradora herencia del XX la que nos confunde.
Rompamos el nudo gordiano: partamos de negar que fuera socialismo el llamado “socialismo” del siglo XX.
El “socialismo” soviético no fue el “gobierno de los productores” que planteaba Marx. Los trabajadores no eran dueños de los medios de producción y mucho menos dirigían la sociedad y el Estado. O sea, los trabajadores no eran la clase dominante.
Corolario elemental: la expropiación de la burguesía (la supresión de la propiedad privada sobre los medios de producción) por sí misma no significa socialismo; sobre todo si una burocracia se apropia de lo expropiado.
Ergo, la propiedad estatal no es igual a propiedad socialista (como lo vio Chávez al proponer en la fallida Reforma de 2007 la definición de propiedad estatal y propiedad socialista como entidades distintas). O sea, hay que diferenciar radicalmente el “capitalismo de Estado” del socialismo.
Todo esto lo pudimos haber visto en el mismo siglo XX antes de la caída del “socialismo real”. En los países “socialistas” de Europa del Este. En el "socialismo africano” de los 70-80. Incluso en los países capitalistas avanzados que hasta los 70 usaron la propiedad estatal para sostener el capitalismo “de la abundancia” de la postguerra.
El mismo Lenin no consideraba al joven Estado soviético un “Estado obrero”. Por dos razones, dijo: porque se basaba en una alianza de los obreros con los campesinos (es decir, con los pequeños propietarios), y, más importante aún, porque era un Estado burocrático. Y eso que aún Stalin no había súper fortalecido a la burocracia.
La burocracia es más autónoma socialmente de lo que podría pensarse. No sólo lo demostraron 60 años del “socialismo” soviético, también lo demuestra la autonomía del Estado en países petroleros como el nuestro. La tendencia de todo Estado a colocarse por encima de la sociedad (señalada por Marx y Engels) se vuelve más fuerte si hablamos de un Estado que tiene recursos propios y una burguesía raquítica e improductiva.
La burocracia soviética no fue una clase social, no se apropiaba del producto social a través de la propiedad privada, sino a través del Estado. A través del Estado, reitero. Sin propiedad sobre las empresas que regentaban, los burócratas no podían dejarlas en herencia a sus hijos, aunque en muchos casos los preparaban para dirigirlas, y producían una especie de “herencia” del  poder.
Es ridículo afirmar que la crisis actual obedece al socialismo, que no existe. Cerrando los ojos para no ver el capitalismo rentista que sí existe y al viejo Estado ineficaz que no termina de irse.

Domingo 12/07/2015. Lectura Tangente, Notitarde

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